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“Nuestro ingresos no suben al ritmo de las cuotas”: el angustiante dilema de los padres ante el aumento de los colegios

La decisión no fue fácil. Era algo que se venía digiriendo desde hace un tiempo, pero a mediados de septiembre pasado, cuando llegó el nuevo acuerdo escolar, los padres de Agustín y Milena, de...

La decisión no fue fácil. Era algo que se venía digiriendo desde hace un tiempo, pero a mediados de septiembre pasado, cuando llegó el nuevo acuerdo escolar, los padres de Agustín y Milena, de 6 y 10 años, respectivamente, entendieron que era el momento de dar ese paso. No era solo que la matrícula anunciaba que al año siguiente, la cuota del colegio bilingüe doble jornada de Caballito al que asisten los chicos se duplicaba y alcanzaba entre ambos el medio millón de pesos. También, los nuevos números los hicieron pensar que tampoco estaban tan conformes con la institución.

“El tema social me estaba pesando”, dice Carla. “No sé si es por el aumento de la cuota o qué, pero lo cierto es que a medida que avanza la primaria cada vez quedan menos chicos. Milena pasa a quinto grado. El mes pasado se fueron de campamento y eran cinco. No está bueno. Y los cursos son de diez o quince. Uno elige un colegio pensando en todo. Querés que sea un entorno de amigos, de compartir. Entonces, cuando llegaron los aumentos, que nos parecieron exagerados, empezamos a evaluar otras cosas. No estábamos tan conformes y era el momento de cambiar”, cuenta. “Conseguimos otro colegio, de características similares, más accesible. Cuando sube tanto la cuota, ponés en la balanza otras cuestiones y entra a jugar el verdadero nivel de satisfacción que tenés con el colegio”, dice.

No son los únicos. Ante los aumentos comunicados en las cuotas para el año que viene, no son pocas las familias que se enfrentaron a la disyuntiva de si había llegado el momento de cambiar de colegio. Algunas están gestionando el pase a escuelas públicas. Otras pidieron el traslado a colegios privados con números más accesibles.

En la actualidad, cuando un chico se cambia de colegio, como la escolaridad inicial, primaria y secundaria es obligatoria, debe informar a qué institución pasa. Es una manera de que el sistema detecte un posible abandono escolar. Por eso, este fenómeno del crecimiento de los pedidos de pase escolar existe en las estadísticas, que estarían teniendo un incremento, tanto en la ciudad de Buenos Aires como en la provincia. LA NACIÓN se comunicó con el Ministerio de Educación porteño y con la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense. Sin embargo, al cierre de esta nota, aún no hubo respuesta.

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Elecciones

“La clase media argentina elige mayoritariamente la educación de gestión privada. En estos tiempos en los que las familias deben reordenar sus presupuestos, notamos que muchas de ellas buscan escuelas de menor arancel, pero principalmente dentro de la escuela privada. Los pases a la gestión estatal no son muy frecuentes. Las familias hacen un gran esfuerzo para que sus hijos sigan asistiendo a una escuela de gestión privada que responda al proyecto educativo que eligieron de acuerdo a sus posibilidades. En los últimos años nuestra matrícula global se mantuvo estable, a excepción del nivel inicial en el que notamos una disminución de inscripciones sostenidas desde hace dos ciclos lectivos. Este fenómeno también afecta a la gestión estatal y responde a la baja pronunciada de la natalidad de los últimos años”, apunta Martín Zurita, secretario general de la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de la Provincia de Buenos Aires (Aiepba), y de la Junta Nacional de Educación.

No es sencillo, una vez que se toma la decisión, comunicárselo a los hijos. El cambio implicará otras amistades y convertirse en “el nuevo” de la clase. También dejar atrás espacios, vínculos, rutinas que son parte de la vida de los hijos. “Lo veníamos hablando, la ventaja es que al nuevo colegio pasa una amiga y ahí va la prima. Entonces, es más motivador, pero no es fácil”, cuenta Carla.

Algo similar les ocurrió a Carlos Calza y Natalia, padres de Catalina, de siete años y Alejo, de cinco. En septiembre, cuando recibieron el acuerdo escolar y la matrícula quedaron sorprendidos. La cuota que pagaban en un colegio bilingüe de Olivos se iba al doble y se sumaba que Alejo, el más chico, ingresaba también a la institución. Natalia es partera y Carlos tiene una pyme. “Nuestros ingresos no aumentan al ritmo de las cuotas. Nos costó tomar la decisión, porque cuando nos mudamos a Olivos, elegimos primero el colegio y después compramos la casa para estar cerca. Cuando llegaron los aumentos, mandamos la carta que muchos padres de distintos colegios enviaron a los suyos, pero no tuvimos respuesta. Nos convocaron a una reunión, donde nos mostraron los números del colegio y nos dijeron que no nos querían perder como familia. Pero en la práctica, solo nos ofrecieron un 5% de descuento en la matrícula. O sea, nada”, cuenta Natalia.

“Nos dijimos, es momento de evaluar otras opciones. Cuando te encontrás ante una situación como esta, empezás a preguntarte si esa es la mejor escuela para tu hijo, o si tiene relación el servicio con la cuota. Y nos dimos cuenta que esa ecuación tampoco nos cerraba. En otros momentos, la escuela había mostrado poca flexibilidad para replantear los campamentos, que salían como una cuota más, y no nos gustó eso”, explica Carlos. “Empezamos a evaluar otras opciones, fuimos a varios colegios. Los religiosos nunca habían sido una opción, pero, al tener subvención, pueden ofrecer otros valores. Así fue que optamos por un colegio católico. No estamos a dos cuadras sino a 15, no es bilingüe, sino que tiene talleres de inglés por la tarde, pero cuesta la mitad”, explica Natalia. Los números son elocuentes: hoy la cuota de su hija, en segundo grado, es de $135.000. Pero el año próximo será de $268.000. Esto multiplicado por dos. En cambio, en el establecimiento religioso, con el 60% de subvención, la mensualidad por cada uno es de $90.000 más $25.000 por los talleres de inglés a la tarde.

Exigencias

Carlos Meira dirige una consultora que asesora a distintos colegios del segmento ABC1, sobre todo, en la dinámica de las inscripciones y la comunicación digital. “Hay un cambio de época que no están viendo. Este es un mercado que se achica. Cada vez nacen menos chicos, hay menos demanda. A su vez, el valor de la tradición, de toda la familia en un mismo colegio va perdiendo relevancia. Además, hoy los padres se autoperciben como clientes y son más exigentes que hace 30 años. No alcanza el apego a lo institucional o a lo tradición familiar, sino que hay una preocupación mayor, que tiene que ver con sentirse parte de ese proyecto, sentirse escuchado y si hay que hacer un cambio, se hace. Hay más movilidad. Además, las familias están muy atentas a la contención que los colegios les ofrecen a los chicos, a cómo manejan el bullying, la contención socioafectiva, hay otra exigencia”, explica.

“Esto obliga a los colegios a adoptar formatos más flexibles, repensar qué es lo que ofrece, cuál es su diferencial. Cuál es su propuesta única de valor”, dice el director de Meira Productivity. “Lo que está pasando en las escuelas, con la baja de la matrícula ya venía ocurriendo hace algunos años, solo que se aceleró. Lo que se necesita es volver a desarrollar un músculo comercial para la admisión y para retener a los alumnos. Muchos padres sienten que no son escuchados por los colegios cuando van a plantear una situación”, agrega.

Incertidumbre

Cuando llegaron los aumentos, Mariana M., que vive en Benavídez, sintió que le iba a dar algo. La cuota de sus cuatro hijos, que a ese momento era de $650.000, iba a pasar a valer con los nuevos valores, $1.200.000. “No sé cómo vamos a hacer. Nosotros somos profesionales, trabajamos los dos, trabajamos un montón. Nos matamos trabajando, yo en una empresa y mi marido es independiente. Nuestros ingresos no son malos. Pero los aumentos están muy por encima de todo. Yo no puedo firmar el acuerdo escolar, porque no sé si ese número lo voy a poder pagar. Tampoco estamos para pedir una beca, porque no es ese el caso. Pero capaz que tengo que cambiar de zona y de colegio y tomar decisiones más fuertes”, dijo Mariana, en septiembre.

Las semanas que siguieron no fueron sencillas. Al tiempo que muchas familias rechazaron firmar el acuerdo escolar, algunas, como la de Mariana, fueron convocadas a una reunión individual. Allí, ella planteó la situación, y empezó a averiguar opciones en otros colegios. Un mes y medio después, decidió no hacer el cambio pero siente la misma incertidumbre. “Tuve una reunión con el colegio. Ellos me facilitaron no pagar la matrícula este año, sino en enero y febrero que no se paga cuota. Vamos a ver qué pasa. No sabemos si lo vamos a poder pagar, pero decidimos no cambiar a los chicos. Empezamos a llenarnos de ansiedad con mi marido y decidimos frenar. El momento para buscar colegio y eventualmente cambiarlos es ahora, para que empiecen en marzo en otro lado. Pero hay tanta incertidumbre en este país que no quiero que los chicos la liguen de rebote. No sé qué va a pasar con mi sueldo, con los pesos, con los ingresos de mi marido... No les voy a cambiar la vida con tan poco entendimiento de la realidad. Si nos toca pedir beca un tiempo, lo haremos, pero queremos dar pasos firmes y no acompañar la psicosis nacional”, señala.

Andrea R. tiene dos hijos. El mayor, Luca, está en segundo grado, va a un colegio bilingüe en Olivos. El día que los chicos volvían del campamento, mientras esperaban en la plaza de enfrente de la institución, les llegó el mail con los montos de los aumentos para marzo. Los leyó y quedó espantada. Lo mismo les pasó a los demás padres que estaban junto a ella. Ella es traductora, actualmente trabaja como docente de inglés en un colegio y su marido es independiente. “Elegimos este colegio para nuestro hijo porque es lo que queremos. Uno lo elige por el proyecto educativo, el perfil, y los chicos se hacen amigos. No es tan sencillo cambiar de colegio. Hay toda una expectativa que de pronto queda en la nada. Pero ya nos comunicaron que la cuota va a superar los 300.000 pesos el año que viene y uno se pregunta si se justifica tanto. Es muy bueno el colegio, pero primero uno tiene que saber que lo va a poder pagar. Además, ahora mi hijo más chico va a otro jardín, pero más adelante, serían unos 600.000 pesos de cuota. Y la cuota es solo una parte del gasto. Porque después está el campamento y todos los extras. Además, las cuotas no son ese número fijo todo el año. Después, aumentan todos los meses”, se lamenta.

“Fuimos a averiguar a varios colegios, porque queríamos ver qué pasaba. Del grado de mi hijo, cinco familias ya confirmaron que se van y otras tantas están evaluándolo. Entonces, empezamos a averiguar. Finalmente, decidimos no cambiar, pero la expectativa es ver qué pasa. Uno no los quiere cargar a los hijos con la incertidumbre. Pero si sigue así, en breve vamos a tener que cambiarlo”, se sincera Andrea.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/sociedad/nuestro-ingresos-no-suben-al-ritmo-de-las-cuotas-el-angustiante-dilema-de-los-padres-ante-el-aumento-nid14112023/

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