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A las puertas de un verano lleno de sorpresas

La Argentina no podrá colgar el cartelito de “cerrado” el domingo 19 de noviembre, después del balotaje. El show debe continuar. El shock por la discontinuidad política -la definición sobre...

La Argentina no podrá colgar el cartelito de “cerrado” el domingo 19 de noviembre, después del balotaje. El show debe continuar. El shock por la discontinuidad política -la definición sobre el cambio de gobierno que llegará el 10 de diciembre- chocará de frente con la herencia de los problemas económicos que enfrentan empresas y ciudadanos diariamente, y que se profundizaron drásticamente en los últimos meses. En ese sentido, nadie duda entre los actores económicos que la temperatura seguirá subiendo, y el verano deparará sorpresas.

Este año terminará con la inflación más alta en más de tres décadas y con marcas mensuales que lideran los saltos en la región, incluso por encima de la Venezuela de Nicolás Maduro, donde el Bolívar -la moneda- es prácticamente decorativo.

La pandemia y la guerra en Ucrania le sirvieron a Alberto Fernández para esconder su fracaso con la inflación. El mundo vio subir los precios después de 40 años. Pero ya comenzaron hace tiempo su descenso. La sequía y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ayudaron como excusa a Sergio Massa. El acuerdo con el organismo fue renegociado por él y por caso Uruguay, que también sufrió una fuerte falta de agua, muestra una inflación interanual que no supera el 5%.

Hay quienes estiman que, en 2024, la inflación será menor a la prevista para este año, de alrededor de 200%. Según el nuevo gobierno tome o no un camino correcto, los precios podrán desacelerar a un 155% hacia fines del año que viene o subir hasta un 300% o más. Ninguna buena decisión augura una temporada sin alta inflación. Pero antes de 2024, están las Fiestas y las vacaciones de verano. Son días de distracción. Vale recordar: sobran los pesos que nadie quiere, faltan los dólares que todos quieren y hay un exceso de distorsiones. Con la necesidad urgente de un cambio en precios relativos, los meses hasta la liquidación de la nueva cosecha (en abril) serán complejos.

La transición y el descongelamiento

Desde el miércoles, luego de perder toda la competitividad que le dio el salto post-PASO, el dólar oficial fijo a $350 comenzará a moverse al 3% mensual, según adelantó hace semanas el viceministro Gabriel Rubinstein. Ya el tipo de cambio 30/70 para las exportaciones posterior al 22 de octubre -un dólar más alto­- había comenzado a meter presión sobre los precios de aquello que se comercia en el mercado interno. Lo mismo sucedió con el impuesto PAIS de fines de julio a todos los productos y servicios que se compran en el exterior (importaciones). A esto último se suma que muchas empresas suman ya el costo financiero de sus deudas para financiar su comercio exterior con dólares propios o directamente el costo del acceso a otra cotización (CCL) para poder seguir operando en medio del apagón importador.

Pero, desde el miércoles, se moverá la base de todo, el dólar oficial.

Por otra parte, comenzará un proceso de descongelamiento de precios de alimentos y bebidas en acuerdos oficiales (hay allí unos 50.000 productos de consumo masivo, indumentaria, calzado, línea blanca, electrodomésticos, celulares, motos, insumos difundidos, entre otros). Pese a que el acuerdo con el Fondo preveía subas de tarifas de luz y gas en la ciudad y provincia de Buenos Aires, el Gobierno evitó avanzar en ese camino, por lo menos, hasta las elecciones.

Sin señales de precios, es probable que se extiendan faltantes o se sumen cortes de servicios. La crisis de la nafta fue un espejo que adelanta si no hay soluciones.

Plan de estabilización “exitoso”

Gane quien gane, el mercado espera que el rumbo de la economía cambie. Caso contrario, se espera una híper estanflación. Massa deberá modificar su programa económico actual y Javier Milei, no cabe dudas, aplicará otro.

Las grandes diferencias entre ambos serán tres: la velocidad, la viabilidad política y la confianza. Entre los bancos, por caso, esperan que Massa sea más gradual y que consiga apoyo en el Congreso y entre las corporaciones (empresarios y sindicatos) para encarar cambios. Sin embargo, luego de un año del “Plan Llegar” le será difícil reconstruir confianza bajo la premisa de que sus soluciones no serán las ya aplicadas por el kirchnerismo (“la culpa de todo es de las empresas”). Es, en medio de un mar de distorsiones de precios relativos, brechas, emisión y rojo fiscal, muchas de las cuales terminaron en el estancamiento económico, del empleo, con más pobreza y con una caída de ingresos que profundizó la generada en tiempos de Mauricio Macri. Se espera un salto discreto del tipo de cambio y una baja de la inflación más lenta. La situación fiscal se consolidará con licuación de gastos y con nuevos impuestos.

Algunos aventuraban una nueva ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva. El cepo seguirá, por lo que las inversiones tardarán en llegar a la Argentina.

En cambio, se espera de Milei un avance a otro ritmo. Un salto del tipo de cambio más alto (y quizás una fijación luego por un tiempo prolongado). Una salida del cepo rápida. El fogonazo inicial de los precios será elevado, pero la inflación bajaría más rápido. Claro que todas sus reformas tendrán enfrente a “la casta”.

La viabilidad política de sus planes es una incógnita que, aun su alineamiento con Macri, no logró despejar. La dolarización (la ruptura de contratos) no sería inmediata. Si el plan de estabilización no resultara exitoso, una maraña de cepos podría frenar una hiperinflación y provocar una recesión.

La inercia, la bola y el diagnóstico

La Argentina volvió a la inflación durante el kirchnerismo. Fueron las distorsiones generadas durante el gobierno de Néstor Kirchner, que se profundizaron en el de Cristina Kirchner. Un festival de gasto, subsidios y ampliación del Estado que hizo se hizo imposible de financiar. La solución que encontró Guillermo Moreno fue falsear el dato de inflación. Macri intentó con deuda y fracasó; Alberto y Cristina, con emisión y el problema empeoró. La mejora de las jubilaciones, por caso, volverán a caer este año. Iba a financiarse con las Leliq. Pero esa deuda del Banco Central (BCRA), “inflación reprimida”, como la llamó Silvina Batakis, es de $23 billones. Aún nadie esbozó una solución para este problema ni para la normalización del stock y flujo de deuda comercial de las empresas, que creció en US$25.000 millones.

La herencia de Massa, más allá de una normalización de la cosecha desde abril, augura muchos pesos y dólares limitados, o sea, más inercia inflacionaria, brechas y cepos. Pocos prestarán, pocos invertirán y, pese a que 2024 no será un año con altos vencimientos, sí comenzará a sentirse la presión en 2025 sobre la deuda. Este escenario viene precedido por una situación social dramática, con poco margen: ingresos de los ocupados cayendo hace más de cinco años y más de un 40% de pobreza.

Si el diagnóstico del oficialismo sigue empecinado en que las empresas son peores en la Argentina que en el resto del mundo -porque tienen más capacidad de cubrirse que los más pobres ante las pésimas políticas económicas-, es probable que la Argentina no sólo viva un 2024 de alta inflación sino un nuevo período presidencial sin moneda ni inversiones, con ingresos más deteriorados y sin empleo de calidad. En definitiva, una fábrica de nuevos pobres.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/a-las-puertas-de-un-verano-lleno-de-sorpresas-nid13112023/

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