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Abrirá un local en Miami: cómo hizo una pequeña churrería para llegar a Messi y volverse un éxito comercial

Detrás de todo golpe de suerte aparente hay una historia de persistencia. Tal es el caso de La Churrería de Funes, el emprendimiento que Sofía Snaidero y Federico Bellina llevan adelante desde 2...

Detrás de todo golpe de suerte aparente hay una historia de persistencia. Tal es el caso de La Churrería de Funes, el emprendimiento que Sofía Snaidero y Federico Bellina llevan adelante desde 2015 y que se volvió popular gracias a que sus productos llegaron a Lionel Messi y a su familia, tras el triunfo de la Selección Argentina en el Mundial 2022.

Aunque hoy La Churrería —o “la churre”, como le dicen sus fundadores— tiene decenas de pedidos durante la semana, cientos de pedidos los fines de semana, y que la familia Messi los llama con asiduidad cada vez que vuelven a la Argentina, el comienzo fue bastante difícil.

“Vivíamos en Rosario con Fede y sufrimos un robo muy feo, por lo que decidimos mudarnos a Funes. Yo empecé a trabajar en un hotel, y Fede tenía una rotisería en Rosario”, recuerda Snaidero. Al llegar a Funes, la pareja se cruzó con una churrería ubicada sobre la ruta. Los productos les parecieron riquísimos, pero al poco tiempo se enteraron, por su dueña, que ese sería el último invierno del local.

“Con Fede le ofrecimos quedarnos con el local, es decir, comprarle el fondo de comercio. Nosotros teníamos unos ahorros, pero no llegábamos a pagar lo que pedía. Entonces arreglamos un plan de pago, y la señora aceptó”, explica la emprendedora.

Tras adquirir la churrería, Bellina y Snaidero trabajaron tres años sobre la ruta, pero, debido a que tenían bastantes problemas con el dueño del inmueble, decidieron mudarse al interior de Funes. “Nos costó, porque Funes es una ciudad chiquita, y el centro, la ciudad, es más para la gente que conoce. Entonces, habíamos decaído bastante...”, comenta Snaidero, y agrega que, a pesar de las dificultades, pudieron mantenerse gracias al caudal de ventas que se daban en las fechas patrias, sobre todo con pedidos de escuelas grandes, panaderías y otras pastelerías del lugar.

Un comienzo problemático

La compra del local, en 2018, implicó una inversión de US$20.000. La pareja tenía ahorrados US$5000, por lo que arreglaron abonar el resto mensualmente.

A pesar de esta opción beneficiosa, los emprendedores se enteraron, al poco tiempo, que la dueña del fondo de comercio los había estafado: “Me vendió mesadas, el inodoro, todo como si fuese de ella. Pero en realidad era todo del dueño del local. Fue un comienzo con problemas, pero nosotros siempre vimos un negocio en la churre ”, cuenta la emprendedora.

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Además de la estafa, el inmueble también fue un problema: el techo se caía sobre las mesadas, las cucarachas caminaban por todos lados y los invadía la humedad. “Pero nosotros sabíamos que estábamos comprando una receta de la hostia”, asegura. El secreto: sus churros no se fríen en grasa animal, sino en aceite importado. “Siempre decíamos que la churrería iba a ser como un McDonald’s, pero nunca pensamos que iba a pasar algo así”, enfatiza.

Con “algo así” la emprendedora se refiere al hito que marcó su carrera gastronómica: que Messi y su familia le hicieran pedidos de churros durante sus vacaciones en la Argentina y, por consiguiente, que las ventas se dispararan a niveles impensados.

Llegar al 10

En 2018, la pareja buscó un veterinario nuevo para su mascota, y así llegaron a Sebastián, quien conocía a la mamá de Antonela Rocuzzo. Cuando Snaidero se enteró de esto, le pidió ayuda para hacerles llegar los churros. Sebastián generó el vínculo. La condición fue que no le pidieran fotos, videos o etiquetas en redes sociales. “Nosotros no queríamos nada a cambio, solo que comieran nuestros churros”, remarca la fundadora.

La Churrería de Funes pasó años enviándole sus productos sin saber si el capitán de la Selección o su familia los habían probado o no. Sebastián se enojó y se negó a seguir siendo el nexo entre las familias. Los emprendedores persistieron por su cuenta: se acercaban a la puerta de los Messi, les pedían a los de seguridad si les podían llevar los paquetes. Cada vez que pisaban la Argentina, Snaidero y Bellina les llevaban churros. “Después vinieron de vacaciones en junio, y a nosotros se nos pasó. Pero ellos hicieron el pedido y se volvió público. Fue un trabajo de hormiga hasta que lo logramos. Se ve que sí los habían probado”, cuentan.

En ese entonces, la emprendedora había comentado: “Estaba con tantos pedidos ese día que no relacioné que eran ellos. Ya nos pasó en otras ocasiones que nos encarguen y les enviamos nuestros productos, aunque nunca pensamos que eran para Leo. Ya saber que los recibía la familia del campeón era un mimo al alma, pero esto superó todo”.

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La historia se viralizó a través de las redes sociales gracias a la interacción de Juan Pablo Román, el cadete que realizó el envío y que tardó 45 minutos en volver al local: “Nos dijo que Antonela lo atendió, que Mateo lo abrazó, y Leo lo saludó desde el fondo de la casa. No pudo tomarse una foto, pero se llevó ese recuerdo”, relató Snaidero en un diálogo con Info Funes luego de que se conociera lo sucedido.

Al día siguiente del encuentro, el papá de Rocuzzo se acercó al negocio con sus nietos. Así, entendieron la base de su éxito: “El papá nos dijo que no podíamos no cobrarles, porque los chicos nos iban a fundir. Los chicos estaban encantados. No podía creer que no me di cuenta antes. Esa fue la manera en que llegamos hasta ellos: le entramos por los hijos, por eso terminaron realizando el pedido”, reflexionó Snaidero.

Éxito y futuro

La Churrería de Funes, como su nombre lo indica, se caracteriza por los churros. Cuando los emprendedores compraron el fondo, solo vendían, además de estos, bolitas, tortas fritas y pastelitos, pero la pareja agregó churros bañados y más variedades de rellenos. Además, ampliaron las posibilidades también a lo salado: “Hace un tiempo tuvimos un evento de noche, y no sabíamos qué hacer para que sea redituable. Así que decidimos hacer un ‘sándwich churro’”. De esta forma, incorporaron sándwiches de jamón crudo y roquefort, otros de salame, queso y crema de verdeo, y uno vegano con crema de remolacha, cebolla caramelizada y rúcula. Lo que más sale es evidente: el churro de dulce de leche y el bañado en chocolate.

Hoy, Bellina y Snaidero cuentan con dos locales, uno a tres cuadras del otro, y una fábrica propia ubicada en donde antes era su casa. Es que el éxito desde junio se hizo palpable. De hecho, antes vendían entre cuatro y seis docenas por día, mientras que hoy no bajan de 15 docenas un día normal. Los fines de semana, que siempre hay más movimiento, llegaban a vender entre 100 y 700 churros, y hoy, entre 1000 y 3000 productos. “Antes producíamos viernes, sábado y domingo por la madrugada. Ahora sí o sí tenemos que producir todos los días”, detalla Snaidero. El cambio también se nota en la facturación: entre junio y octubre las cantidades rondaron entre los tres y los siete millones de pesos.

El crecimiento de La Churrería fue tan grande que incluso tuvieron que mudarse de su casa para usarla como depósito: “Yo vivía atrás de la churrería. Nos tuvimos que ir porque, de golpe, no había más lugar. Se empezaron a poner más freezers en el local para abastecer el food truck, el trailer de los eventos y los otros locales”, explica. La casa donde vivían con Bellina y sus hijas, de dos y cuatro años, fue invadida por rollos de papel, tarros de dulce de leche y bolsas de harina. Hasta que se dieron cuenta de que ya no era su hogar, sino un depósito del emprendimiento.

Además de todo esto, el impulso que tomó en los últimos meses el negocio les habilitó pensar en abrir franquicias, tanto en el país como en el extranjero. Así surgió la posibilidad de ir a Miami. Cuando a través de una nota periodística la gente se enteró de esto, empezaron a aparecer inversores, pero no querían trabajar. “Sabemos lo que es este trabajo. No podés desligarte, porque no es fácil freír churros. Siempre decimos, cuando te mandan a freír churros te están diciendo la peor de las puteadas”, bromea Snaidero.

Finalmente, una pareja de Córdoba, que el 8 de diciembre se iba a Miami a abrir una pizzería, pero cuya compra se “cayó”, se puso en contacto con la pareja de emprendedores. Este vínculo implicará el desembarco en Estados Unidos, aunque todavía falta alguien que pueda montar allá la fábrica y expandir el negocio al resto de los estados. “Por eso decimos que vamos camino a ser el nuevo McDonald’s —concluyó—. No dudamos de eso, pero tenemos que trabajar muchísimo”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/negocios/abrira-un-local-en-miami-como-hizo-una-pequena-churreria-para-llegar-a-messi-y-volverse-un-exito-nid06112023/

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