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ADN del crimen. Creyeron tener la coartada perfecta, pero algo salió mal y el cuerpo descuartizado reveló la verdad

Maximiliano Pilepich y Nahuel Vargas creían tener la coartada perfecta para evitar que los relacionen con el homicidio de Fernando Pérez Algaba y responsabilizar por el asesinato a un supuesto ba...

Maximiliano Pilepich y Nahuel Vargas creían tener la coartada perfecta para evitar que los relacionen con el homicidio de Fernando Pérez Algaba y responsabilizar por el asesinato a un supuesto barrabrava de Boca, que había amenazado con matar y cortarle las manos a la víctima.

Ambos contaban con una conversación que Pérez Algaba grabó en la que Gustavo Iglesias amenazaba con matar al trader porque no le había pagado una deuda que tenía con su hijo.

“Todos tus amigos te quieren entregar. Te escapaste del departamento de Nahuel por cinco minutos. Vas a conocer al verdadero Gustavo Iglesias. Vas a conocer a Satanás y cuando lo conozcas vas a llorar y vas a suplicar por tu mamá. No habrá compasión por lo que hiciste. Pasaste a ser mi enemigo número uno. No me voy a morir hasta encontrarte. Una vez que te encuentre voy a dormir tranquilo. Y le voy a decir a mi hijo: ‘tomá estas son las manos del que te cagó. Cuando nos veamos, en breve, tenés que pelear conmigo. Te quiero mandar al hospital de por vida, con mis manos”

Cuando este audio, que Pérez Algaba habría grabado en octubre pasado, se conoció, los investigadores pusieron el foco de la pesquisa en el mencionado Iglesias, debido a que, la amenaza que le hizo a Pérez Algaba se había concretado nueve meses después, de la misma forma en la que había anunciado Iglesias.

El cuerpo de la víctima apareció descuartizado en tres lugares distintos, entre Ingeniero Budge y Villa Fiorito, con las manos, las piernas y la cabeza separadas del torso.

Dos días después que el audio se hizo público, Iglesias se presentó con su abogado y declaró como testigo en la investigación por el homicidio de Pérez Algaba. Reconoció su voz en la grabación, sabía que Pérez Algaba lo había grabado, pero afirmó que no lo mató.

“Nahuel me dijo que tenía la coartada perfecta, debido a que tenía unos audios en los que Gustavo Iglesias amenazaba a Fernando. Entonces propuso echarle la culpa a Iglesias del homicidio”, expresó Pilepich en su indagatoria.

Pero algo salió mal. Luis Contrera, alias Chicho, un mecánico que se dedicaba a cortar automóviles robados, dejó su DNI en la valija roja en la que fue hallado el torso de Pérez Algaba, en el arroyo El Rey, en Ingeniero Budge.

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A los investigadores del homicidio les llevó no más de tres semanas relacionar a Chicho con Pilepich: sus nombres figuraban como imputados en un expediente judicial por comercialización de autopartes robadas que se instruyó en el Departamento Judicial de Mercedes y que se inició por un operativo realizado por los efectivos de la comisaría de Moreno, en 2004.

Pilepich había recurrido a Chicho porque necesitaba hacer desaparecer el cuerpo de Pérez Algaba. Y le había pagado $100.000, en concepto de adelanto y otros $400.000 a las 24 horas. Pero el cuerpo apareció descuartizado en tres lugares distintos, situados en la zona del camino de La Ribera, en Ingeniero Budge y la víctima fue identificada.

Los vínculos y las fotos de Pérez Algaba con Pilepich y Vargas no tardaron en aparecer.

“Nahuel me hablaba con la pistola en la mano, me sentía intimidado y al mismo tiempo pensaba por qué voy a ir preso, si no maté a nadie. En ese momento me acordé de Chicho -por Luis Contrera, uno de los detenidos- me dijo que si alguna vez me pasaba algo, tenía que hacer desaparecer a alguien, que contara con él”, expresó Pilepich en su indagatoria.

Al día siguiente de declarar ante el fiscal de Lomas de Zamora, Marcelo Domínguez, el representante del Ministerio Público solicitó que Pilepich, Vargas, Contrera, Flavia Bomrad, Matías Gil, Fernando Carrizo y el comisario de la Policía de la Ciudad, Horacio Mariano Córdoba sigan detenidos, acusados de su presunta responsabilidad, en el homicidio de Pérez Algaba, ocurrido el 18 de julio pasado, en un predio de General Rodríguez.

Poco después, el 21 y 23 de julio, el cuerpo descuartizado del trader, de 42 años, fue hallado el arroyo El Rey, en un baldío situado frente al camino de La Ribera, en Ingeniero Budge y cerca de la estación de bombeo de Villa Fiorito.

“Pilepich bajó de uno de los vehículos y le preguntó a Contrera si se animaba a tirar unas bolsas. Abrió el baúl del VW Polo y quedaron a la vista bolsas negras, Dentro de las bolsas se veía una parte de un cuerpo, específicamente una mano”, según se consignó en el acta de la declaración indagatoria del imputado, el primero de los siete acusados en romper el pacto de silencio.

Sin embargo, Pilepich contradijo a Contrera y aportó una versión distinta, en la que también involucró al mencionado Nahuel Vargas.

“Nahuel me dijo que había hablado con Chicho y que él se encargaría. Entonces, le preguntó si tenía $500.000. Le dije que tenía $100.000 en una billetera virtual y se los transferí en el momento. Al día siguiente, le hice una llamada a Contrera para hablar con Nahuel o con Matías. Sabía que ellos estarían con Contrera para llevarle los cuatrocientos mil pesos que faltaban”, expresó Pilepich en su indagatoria.

Tanto Contrera, como Pilepich y Vargas, trataron de mejorar su situación procesal al declarar como acusados en sus indagatorias que, en definitiva, constituyen un acto de defensa, en los que no están obligados a decir la verdad. Así fue que no dudaron en responsabilizarse mutuamente de haber matado a Pérez Algaba, en el caso de Pilepich y Vargas y de despegarse del homicidio, en el caso de Contrera.

“Fernando comenzó a manipular una pistola que él tenía y dijo: ‘¿qué pasa si los mato acá?, no los paga nadie’. Entonces, me fui para las oficinas de adelante, después de 15 minutos volví”, expresó Pilepich en su indagatoria sobre los momentos previos al homicidio de Pérez Algaba y así, colocarse fuera de la escena del homicidio.

Según la reconstrucción del asesinato realizada por los funcionarios del Ministerio Público y de la Dirección Departamental de Investigaciones de Lomas de Zamora, a Pérez Algaba lo mataron de dos balazos que le dispararon por la espalda en una vivienda que estaba en el country Renacer, en General Rodríguez, un emprendimiento inmobiliario que tenía a Pilepich como gerente comercial, a Vargas como vendedor y a la víctima como propietario de 17 lotes que le habían entregado como parte de pago de una deuda de US$150.000.

“Al regresar a la casa encontré a Nahuel desencajado con la pistola en la mano y dijo: ‘este hijo de puta no daba para más’. Nahuel salió de la casa, se fue para un costado y vi a Fernando tirado en el piso, boca arriba. Después, Nahuel lo tapó con algo, no sé si con una chapa o una puerta”, relató Pilepich en su indagatoria, al responsabilizar a Vargas de ser el presunto autor de los disparos que mataron a Pérez Algaba.

Para el Ministerio Público, hubo una división de tareas en las que Vargas y Pilepich habrían sido los supuestos coautores del homicidio y los otros imputados habrían participado en la diferentes etapas del proceso criminal, al que el fiscal calificó como un homicidio agravado por ser cometido mediante el uso de arma, con alevosía, por codicia y por el concurso premeditado de varias personas.

“Fernando estaba cambiando unas lamparitas y Vargas le pegó dos o tres tiros, no sé dónde se los pegó. Dijo que se le había nublado la vista y le disparó. Después, Vargas se arrodilló en el pasto y se agarró la cabeza ya que no entendía lo que había pasado”, relató Pilepich.

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Sin embargo, la Justicia deberá decidir cuál de las versiones aportadas por Pilepich en la investigación es la verdadera.

A fines de julio, Pilepich se presentó en una dependencia policial de Lomas de Zamora y entregó la camioneta Range Rover Evoque blanca que Pérez Algaba utilizó desde que llegó a nuestro país, el 13 de julio pasado.

También declaró como testigo, con la obligación de decir la verdad. En esa instancia, manifestó que el 18 de julio llegó Pérez Algaba junto a Vargas en la camioneta blanca al emprendimiento de General Rodríguez, para entregarle el dinero que le debía, un saldo de US$60.000. En esas circunstancias Pérez Algaba le devolvió el vehículo a Pilepich. Ambos se retiraron a bordo de la camioneta mientras que Pérez Algaba se quedó en el lugar debido a que les dijo alguien pasaría a buscarlo. La declaración de Vargas coincidió con el relato de Pilepich.

Sin embargo era todo mentira.

Aparentemente, la necesidad de presentarse a declarar como testigos se fundó un supuesto plan para desviar la investigación, después que los responsables de la pesquisa determinaron que el celular de Pérez Algaba se había activado en la zona de General Rodríguez, en una antena cercana al emprendimiento inmobiliario que tenía como gerente a Pilepich. Al mismo tiempo, una amiga de la víctima, declaró como testigo y afirmó que, el 18 de julio, Pérez Algaba le mandó un mensaje en el que expresó: “Maxi me cagó, estoy en camino para el campo”. Fue la última actividad que registró su teléfono.

Vargas, al ser detenido e indagado, responsabilizó a Pilepich de haber sido el autor de los disparos que mataron a Pérez Algaba.

“Nahuel estaba muy pasado y no estaba en condiciones de manejar. Yo no maté a nadie. No apreté el gatillo. Soy inocente y quiero que el caso se esclarezca”, concluyó Pilepich en su indagatoria.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/seguridad/adn-del-crimen-creyeron-tener-la-coartada-perfecta-pero-algo-salio-mal-y-el-cuerpo-descuartizado-nid16092023/

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