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Ariana Harwicz, la escritora argentina elegida por Martin Scorsese: “Lo políticamente correcto me parece criminal”

“La tendencia de ver las cosas de manera binaria es la mejor manera de no ver”, reflexiona Ariana Harwicz a la distancia. Radicada desde 2007 en el campo francés, nos separan cuatro horas. De ...

“La tendencia de ver las cosas de manera binaria es la mejor manera de no ver”, reflexiona Ariana Harwicz a la distancia. Radicada desde 2007 en el campo francés, nos separan cuatro horas. De los dos lados, con la cámara encendida compartimos la charla como si la distancia no existiera. Ella se ceba un mate tras otro, yo tomo café con leche en un tazón. Tiene los anteojos puestos para leer los apuntes que tiene cerca. Pequeñas pausas son las que detienen su hablar ansioso, apasionado, dolorido, a punto de estallar, como lo hace en su escritura descarnada, lírica, sin pausas, a toda velocidad.

Para Ariana la escritura es ir hacia las zonas oscuras, lo que no se ve, lo que no se dice, “es ese impulso de rascar en el subsuelo lo que está vedado, reprimido”, confirma ese interés por los bordes, los márgenes, las periferias. “Esos cinco segundos en donde estás en tu cocina, en tu casa, en tu cama, en perfecta legalidad, pero si te resbalas podes cometer un acto cruel, algo fuera de tu vida banal. El margen en el que todos nos encontramos”. La escritura de Harwicz nunca fue complaciente, al contrario, sus textos revulsivos se mueven en ese margen entre legal e ilegal, entre lo normal y anormal. En esos márgenes aparecen los personajes de sus novelas, Matate, amor, La débil mental y Precoz, cuyos derechos fueron comprados nada menos que por Martin Scorsese y Jennifer Lawrence (la primera película se filmaría en 2024, protagonizada por la actriz de Los juegos del hambre); y también Degenerado, en la voz de un hombre.

Lo políticamente correcto es la gangrena del arte de este siglo, escribe, así al hueso, al comienzo del ensayo El ruido de una época (Marciana). “Después del 7 de octubre , ya no me parece que la “gangrena” del arte pueda ser cobardía, directamente lo que llamamos “políticamente correcto” me parece criminal. Antes, mucho antes, creía que la “gangrena” era lo que obstaculizaba llegar a un arte verdadero, con valentía. Hace tiempo que hablo de esto, que pienso sobre este tema, que hablo del diccionario de eufemismos de la época. Este pensar vino con el deseo y la pulsión de escribir. Hoy, hay una idea de obligarse a defender causas y a no defender otras, a usar una lengua eufemística para quedarse dentro del cerco de lo políticamente correcto, quedarse, entre comillas, a salvo de un linchaje, de una anulación, de una cancelación. Pero eso, a veces, te obliga a defender causas criminales ¿no? Todo lo que vengo analizando como síntoma en el arte, se puede trasladar a la política y en tiempos de guerra todo se exacerba y se ve más, no es como un día normal, un día soleado, como una obra de Chéjov donde los personajes se confunden: quién es el bueno, quién es el malo, todos somos un poco todo y en estos tiempos se ve mucho más, quién esta con quién. No soy historiadora, ni socióloga, tampoco politóloga, pero sí escribo y estoy todo el tiempo observando, atenta a lo que se dice y a lo que no. Estamos viviendo un clima de pre guerra.

–¿Por qué decís “clima de pre guerra”?

–Ya sé, van a decir “ay, está haciendo apología de la guerra civil”. No, yo no hago apología, te hablo del clima social que hay en las universidades europeas, estadounidenses, canadienses, en la calle, te lo puedo asegurar. El lunes pasado se cumplieron 8 años del atentado a Bataclan y fui a la marcha. Hay una voluntad de negar la realidad. Cuando ocurrió lo de Bataclan, François Hollande, quien era el presidente de Francia ese momento, le mintió a la sociedad sobre lo que había pasado. Dijo que sí, que habían matado gente, por supuesto, pero no contó el horror de lo que ocurrió dentro de Bataclan. Eso se supo después, en los juicios. Tiempo después, porque fue tabú lo que sucedió con esos cuerpos allí adentro, se utilizaron técnicas de tortura, de guerra. Eso está todo descripto en el juicio… La voluntad de un presidente, la de negar, la de ocultar, es muy sintomática de un país y de una cultura y de un momento histórico. “Ocultemos el horror, neguémoslo”.

–En estos últimos años la palabra negacionismo tomó protagonismo.

–Como lo que ocurrió el 7 de octubre… Hay una película, por llamarlo de alguna manera, de 45, 47 minutos que está viendo la prensa del mundo, los políticos, sobre lo que hizo Hamas, que ellos grabaron con sus propios teléfonos, pero que muchos dicen que no es verdad, que lo hicieron los judíos, que los judíos armaron un propio “Hollywood en kibutz”… Como alguien dijo: “hay una voluntad de negacionismo en tiempo real”. Pero ese negacionismo no es sólo sobre los actos contra los judíos. Yo digo que hay un negacionismo de la crueldad humana, una voluntad de no ver.

–¿Qué pasa con esa voluntad de no ver?

–Si veo, tengo que actuar y yo no quiero actuar. Yo lo entiendo. No quiero ver, quiero quedarme en la comodidad de mi casa. Estamos educados en cierta paz, en cierto confort democrático. Yo escuchaba las conversaciones en la marcha contra el antisemitismo . Había mucha gente, la mayoría de más de 60 años. Un 80 por ciento. Poca juventud, eso es muy revelador. La gente hablaba de las películas que habían visto, de vacaciones, de Navidad. Entiendo que hablen de esas cosas. ¿Quién tiene ganas de ir a una guerra? En la marcha contra el antisemitismo... dicen que fue multitudinaria, 180.000 personas no me parece multitudinario. La sociedad europea está sumamente fracturada, cada país tiene su propia fractura, también la Argentina, España. El otro día, en Madrid recibió un tiro alguien del Vox . Esto que te digo no es porque recién ahora me interese la política, me interesó desde siempre, desde chiquita, desde la época del secundario cuando me escapaba todos los jueves, tenía amonestaciones y faltas, me quedé libre, por ir a dar la vuelta con las Madres de Plaza de Mayo, hacer la ronda en la Pirámide de Mayo. Después, comencé una especie de militancia, no en un partido político, sino en un grupo de acción social, un espacio donde trabajabas con gente de barrios populares, carenciados, escuelas rurales, comedores escolares. Siempre me importó y me interesó mucho la política. Y así aparece la necesidad de escribir, que también es una tarea política.

–En octubre publicaste una columna en Infobae donde hablabas del antisemitismo que se vive en la actualidad y hacías una comparación entre lo que ocurre en la Argentina y Francia: Estuve hace poco en Buenos Aires. Me impresionó que a pesar de haber mucha policía en la marcha de conmemoración por el atentado a la AMIA, no tuve miedo. Me impresionó ver a los judíos en algunos barrios caminar tranquilos, a las familias ortodoxas con los chicos en las plazas. En Francia eso no es posible.

–Obviamente es más fácil no escribir nada, lavarse un poquito las manos y poner en X, en Twitter o donde sea, “Peace and Love”, “Estoy con la paz mundial”, “No quiero muertos de ningún lado”… Eso realmente está buenísimo, pero qué cobarde. Ya sabemos que en las redes todo está muy polarizado. Siempre escribo con un poco de aprensión, como haciendo el gesto de que me cubro la cabeza por si me viene alguna bomba.

–En ese mismo artículo hacés referencia al goce y al desprecio: Hay largas colas en los museos para el voyerismo de los judíos en pijama rayado detrás de un alambre de púa o en montañas de huesos, pero un desprecio activo por el judío vivo, por la supervivencia del judío hoy.

–Hay un goce muy grande, es algo que un psiquiatra debería analizar. Ver al judío sufrir, es un goce, te diría hasta casi orgásmico. El odio hacia los judíos se siente mucho menos, por suerte en la Argentina, no porque no haya antisemitismo, eso es mundial y nunca se va a erradicar, es algo antropológico y cultural. En Europa este odio está mucho más exacerbado. Lo dicen los judíos de todos los pueblos. Muchos de los que están acá, en Francia están pensando en irse a Córcega. Es muy simbólico, quieren irse a vivir a una isla. Muchos de los que vinieron de Israel están yendo para esta isla, de la que dicen que es muy amigable y en la que no hay actos de antisemitismo. Parece un cuento, pero es real y literariamente sintomático.

–En tu cuenta de X señalaste en estos días: Un escritor tiene que ser un sismógrafo, solo con el temblor de la tierra, solo con la catástrofe. El escritor anota lo que ve, no copia lo que dictan otros, no cede al miedo. Si nadie le cree, si los vivos lo refutan, siempre queda la esperanza de que le den razón los muertos.

–A pesar de que te salten directo a la yugular. Hay miedo al linchaje mediático, que es mucho peor. Pero para qué seguir diciendo cuestiones que ya están ganadas, culturalmente ganadas, eso es facilismo, sabés que nadie va ir directo a tu yugular. Lo difícil es decir lo otro, pensar, cuestionar. Siempre hubo gente valiente, no digo que yo lo sea, pero son las personas a quienes yo admiro. Gente que puede molestar, que hace pensar, que también puede generar enemigos, adversarios. Siempre estoy tratando de ver lo que hicieron Víctor Klemperer, Imre Kertész, Stefan Zweig, Joseph Roth. Ágota Kristóf. Mirá . ¿Los ves? Acá están los que yo admiro, están al lado mío, es una manera de estar acompañada. No importa de qué época, siglo, son lo que hicieron, los que me acompañan hoy, 2023, los que me van a acompañar hasta mi muerte, los que me acompañan de verdad. Los admiro porque tomaron la palabra en momentos turbulentos, muchos fueron presos. Yo no es que quiera ir presa, pero se animaron. Pero no sólo siento admiración por escritores, tengo una inmensa admiración por la activista iraní Narges Mohammadi que ganó el Nobel de la Paz . Sigue presa , hizo hace poco una huelga de hambre. Hay que enfrentarse a la policía islámica. Hay muchas mujeres que fueron allí, francesas también, que están presas en calabozos, incomunicadas. Son muertas vivas.

–Claramente tu admiración está con quien toma una posición.

–Con el que se la juega cuando tiene el mundo en contra, claro. Porque decir algo en lo que estamos todos a favor…qué aporta que una actriz diga “no hay que renunciar a los derechos humanos”. Claro que yo estoy de acuerdo con eso, pero hay que dar un pasito más allá, un intelectual, un escritor debería dar un paso más allá y jugársela.

–En El ruido de una época, justamente hacés referencia a la “cultura de la cobardía”.

–Si vos ponés de título a esta nota “Ariana Harwicz dice: estoy por la Paz. Hay que cubrir las necesidades de todos los seres humanos”, ¿qué aporto?

–Justamente en aquellas páginas te preguntás ¿cuál es la función del escritor?

–En entrevistas, declaraciones, en festivales donde se le da la palabra a escritores contemporáneos de cualquier edad, no digo todos, porque sería injusto, pero la gran mayoría se está cuidando, está usando mentalmente las comillas, los paréntesis, está relativizando su discurso o tomando pocos riesgos. El riesgo es tener siempre el mismo discurso. Digo, si pensamos todos igual y hablamos todos igual, escribimos, todos más o menos igual.

–¿Qué debería hacer, según vos, un escritor, un pensador, intelectual?

–Yo trato de mirar lo que hicieron los que yo admiro, los que tomaron la palabra en momentos difíciles. ¿Qué es lo que decimos? ¿Qué? Bueno… Hay que pensar liberado de los temores, de las presiones, alejarse de los grupos, solo para asegurarte un lugar. Cuando escribí El ruido de una época era otro tiempo, estaba latente el ruido, la gestación de lo que estamos viviendo ahora, la preparación de las listas negras. Estados Unidos está en un paroxismo absoluto, por eso no puedo entender por qué lo siguen en el mundo, pero bueno, dan un paroxismo, ya se están cancelando ellos mismos, qué autores, qué libro leer o no, están llegando a un punto que sinceramente no sé a dónde va a llevar . Hay un caldo de cultivo que asusta. Pensemos en lo que fue el macartismo, aquellas listas. Hoy de nuevo hay listas, también muros. Ahora todo esto se exacerbó, porque yo escribí de una época, previo a lo ocurrido el 7 de octubre, que para mí exacerba todo este escenario de pre guerra o de guerra, en el sentido que te decía antes, donde cada uno toma un rol. Yo me sentiría súper sucia si solo digo “paz para todo el mundo, felicidad, amor, humanidad”, y así cubrirme. Es como si te pusieras en un búnker, te cubrís de cualquier piedra que te venga, de cualquier lado. Pensar es eso, ¿no? Asumir o no asumir posición y defenderla. Hay mucho cinismo y siempre te pueden derribar, pero tampoco me daría el alma para seguir escribiendo solo novelas y no asumir una posición. De las militancias, ejerzo mi derecho a la sospecha.

–¿De quiénes sospechás?

–Y ahora más que nunca sospecho… ¿Por qué las feministas no salen a defender a las mujeres violadas, mutiladas en Israel? ¿Por qué no salen a defender a las mujeres iraníes? Si no tomás riesgos, no estás pensando, estás asintiendo, estás yendo con la ola. Siempre hay un riesgo, está nota es un riesgo, porque tomo una postura.

Fue en Francia donde Harwicz cursó Licenciatura en Artes e hizo un máster de Literatura Comparada en La Sorbona. En este país, en el campo, en un entorno rural, escribió y dio luz a Matate, amor (2012), el preámbulo de la trilogía que se completó con La débil mental y Precoz (Mardulce) y que Anagrama editó en un solo volumen con el título Trilogía de la pasión. Con la mirada puesta en el bosque nació la novela que fue finalista del prestigioso premio Man Booker International . Ariana divide sus días en el país europeo entre pueblos bucólicos y París, donde percibe los cambios sociales. “Hay una situación explosiva –reconoce–, las escuelas están en alerta. Los barrios populares están atentos. Cuando voy a buscar a mi hijo al jardín tengo que esperar afuera. Con la celadora, la cuidadora, nos miramos, nos reímos, entre comillas, como si eso fuera a evitar que entre un terrorista. A las élites esto no les importa. Pueden ser de izquierda, de derecha. Me refiero a los políticos, los diplomáticos, la gente que vive en barrios privados, donde vivía Messi, Wanda Nara… Van a escuelas privadas, seguras, no tienen contacto con el pueblo, pero el resto de la gente, la de clase media, la de los barrios populares, la de los antiguos obreros, están alerta.

–¿Pensaste en volver a instalarte en la Argentina?

–No es la mitad de vida, pero hace 17 años que estoy aquí. Es mucho de mi vida. Uno ve todos los defectos, estás obligado a ver el lado oscuro de todo, no es que yo me sienta francesa, ni esté integrada acá. El padre de uno de mis hijos es francés. No me podría ir, por ahora no me doy la posibilidad de pensarlo. Esto está muy relacionado con mis novelas… Hay un círculo entre lo literario y lo biográfico.

–Yendo a lo literario...

–El año que viene, en abril, por lo menos en España, quizá en julio en la Argentina y en el resto de América Latina, Anagrama va a editar Perder el juicio, una novela en la que una vez más, lamentablemente, me someto a mí misma a indagar aspectos que tienen que ver con la maternidad. Pero es un ejercicio, mirar desde lugares diferentes. Trato de obligarme a ver todas las caras.

–La “trilogía” traspasó los libros, llegó al teatro y tendrá su adaptación en cine de la mano de Martin Scorsese.

Scorsese compró los derechos junto con Jennifer Lawrence y otra productora. Están escribiendo el guion, es lo último que sé. Hace 27 días que mi agente habló con los productores de la película. Están terminando de pulir el guion. Dicen que la van a filmar el año que viene, los tiempos del cine son muertos, son tiempos muy largos, por eso yo hui del cine hay que tener mucha paciencia. Firmamos el contrato en la pandemia… Después, la huelga.

–Me llama la atención que digas que “huiste” del cine.

–Cuando estás en los sets de filmación hay que aguantar los famosos tiempos muertos, donde no estás ni en la vida, ni filmando, ni en la película. Hay un espacio, un limbo… Para mi ansiedad son mejores los tiempos de la escritura.

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No iba a matarlos. Dejé caer el cuchillo. Fui a colgar la ropa como si nada. Abroché bien las medias de mi bebé y mi hombre. Los calzoncillos y las camisas. Me miré como una campechana ignorante que cuelga ropa y se seca las manos en la falda antes de entrar en la cocina, escribió Ariana en la primera página de Matate, amor, la novela que en 2018 subió al escenario dirigida por Marilú Marini y protagonizada por Érica Rivas .

–Este año, la obra desembarcó en Europa, en España y Alemania con excelente repercusión.

–Lo de Érica me tiene muy conmovida, por muchísimas razones. Todo es romántico en el encuentro con ella, con la obra, con Marilú. Es un proyecto que se armó de manera muy artesanal, pasando por distintos estados y sufrimientos. Lleva la obra a teatros grandes, chicos, y es interesante, porque es una obra muy política, pero que no cae en ninguna demagogia, el texto no cae en la demagogia, ella tampoco. No hace guiños demagógicos para ganarse el público y la obra no hace concesiones.

–Precoz, que dirige Lorena Vega, con Valeria Lois y Tomás Wicz también generó un boca en boca increíble .

–Antes de escribir se sufre, mientras se escribe se sufre, después de escribir se sufre. El único momento que no sufro es cuando voy a ver las obras de teatro, siento que hay una misión cumplida por lo menos, cuando uno siente que la versión está lograda. Como si la novela se completara en el teatro. Ahora estoy en la etapa de un sufrimiento grande, porque cada vez que estoy por entregar una novela tengo la sensación de que es una mierda, pero no desde una postura masoquista. Es como si no pudiera ver si logré captar, si manifesté lo esencial. Y después cuando se cristaliza en la lectura y en la obra de teatro digo, bueno existe algo, hay algo que me tranquiliza.

–¿Y con la película?

–Ya me parece un milagro, de esos milagros de la vida, que uno no espera, más de alguien escéptica como yo y sin embargo ahí está ese pequeño milagro. Compraron las tres novelas, que no entran en los cánones de ningún discurso aceptable, que son difíciles de digerir.

–La literatura escapa a las categorías y en tiempos oscuros, de crisis, de censuras, de negacionismo aparecen obras que buscan una reacción.

–Sí, pienso en Orwell, en 1984, Rebelión en la granja; en Huxley y su “mundo feliz”, en La naranja mecánica . En los momentos más sombríos, aparecen grandes obras –reconoce la coautora del ensayo Desertar (Mardulce) escrito junto con Mikael Gomez Guthart–. Siempre se da esa paradoja, que no es una paradoja… en las artes pasa. Sinfonías, las grandes óperas están engendradas de los momentos más abyectos y más oscuros. El otro día hablé con mi editor de Israel, que es un argentino que vive allá y me dijo: “¿Sabés dónde están tus libros? En un depósito de los kibutz que fueron atacados y que ahora son campos militares”. Ahí estaban los libros junto con la comida. La imagen no puede ser más simbólica.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/ariana-harwicz-la-escritora-argentina-elegida-por-martin-scorsese-lo-politicamente-correcto-me-nid18112023/

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