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Boca le devolvió pinchada la pelota a Juan Román Riquelme poco antes de la elección de diciembre

La decepción de Boca es proporcional a la expectativa y la ansiedad que transmitía por ganar la Copa Libertadores después de 16 años. Se había acostumbrado a levantarla en la primera década d...

La decepción de Boca es proporcional a la expectativa y la ansiedad que transmitía por ganar la Copa Libertadores después de 16 años. Se había acostumbrado a levantarla en la primera década de este siglo: tras la conquista del año 2000, lo hizo en tres ocasiones. Se le creó una adicción que con el paso del tiempo derivó en una abstinencia que se agravó en el Maracaná.

Por eso la decepción es profunda y será duradera, seguramente con consecuencias para el cuerpo técnico, que más que representar un proyecto futbolístico a largo plazo ató su suerte a la taquicardia de las eliminatorias por penales. Un día a día que tuvo su noche amarga en Río de Janeiro y lo deja muy debilitado para el mañana.

Sin la intuición ni las manos salvadoras de “Chiquito” Romero, que siempre estuvieron acompañadas por la fiabilidad de los ejecutantes, el plan de juego para la final se quedó muy corto. Fue incompleto, inferior al de un Fluminense camaleónico, tan atrevido en algunos momentos como cohibido en otros, pero siempre de una riqueza técnica superior a la de Boca, como quedó mostrado en los dos goles, con combinaciones relampagueantes y definiciones certeras.

Lo más destacado de Fluminense 2 vs. Boca 1

Después de darle mil vueltas a la formación en nombres y sistemas durante su gestión, Jorge Almirón había encontrado el molde y los intérpretes en el momento justo, en la recta final de la Copa Libertadores, esa gran obsesión. Pero en el día D, varias prestaciones estuvieron por debajo de lo que requería la cita. Nicolás Figal, un defensor central al que no le quema la pelota, le erró a la cancha en cuatro ocasiones en el primer tiempo. Edinson Cavani no fue el delantero de la exitosa trayectoria en Europa. Su mente estaba puesta en la final, porque en el día previo había dicho que, salvo la Copa América ganada por Uruguay, canjeaba todo el palmarés de su carrera por esta Copa Libertadores, la que lo motivó para hacer las valijas y regresar a Sudamérica. Pero no estuvo lúcido ni le respondieron las piernas. Más de una vez resolvió a contramano de lo que pedía la acción. Salió reemplazado, desencantado consigo, y con los isquiotibiales agarrotados.

Los mediocampistas dieron en la segunda etapa el paso al frente que habían contenido en la primera. En esta Libertadores, Boca fue más reactivo que propositivo, especialmente como visitante, condición que asumió en esta final a estadio único. Sorprendió la sustitución de Valentín Barco, que si bien tenía menos incidencia que la habitual en el desarrollo, por su recorrido en los últimos meses se hacía acreedor de cierta paciencia por parte del director técnico. Frank Fabra se hizo expulsar con la inconsciencia y la irresponsabilidad que ya mostró otra vez, autoboicotea su innegable capacidad futbolística y perjudicó ostensiblemente a sus compañeros.

Fluminense terminó ganando desde el banco, con un golazo de John Kennedy, que habría sido titular de haber estado en su mejor condición física. Boca no encontró revulsivos en los suplentes. A Darío Benedetto y Luca Langoni se les notó la falta de ritmo, la convalecencia tras salir de sendas lesiones. Boca terminó poniendo sus fichas en el dramático final en los pies de Vicente Taborda, un jugador secundario del plantel, que hasta hace unos meses estaba en préstamo en Platense. Todos sus centros y pelotas al área se quedaron cortos, fueron de sencillo despeje para un Fluminense que se había atrincherado en su área, llamativamente renunciando a hacer lo que mejor sabe: controlar la pelota. Que Luis Advíncula haya sido el goleador de la campaña xeneize, con cuatro tantos, expone claramente el escaso aporte de los delanteros.

El partido tuvo la carga emocional que desprendía un equipo que quería conquistar la Libertadores por primera vez en su historia y otro que se desvivía por equiparar el récord de siete trofeos de Independiente.

Boca podía y estaba en condiciones de ser campeón, pero haber pasado tres series por penales, sin ganar encuentros en los 90 minutos, no lo convertía en el gran merecedor de la gloria. Iba por la cornisa y se topó con un rival que mueve la pelota y hace patinar al rival. El riesgo estaba y el equipo argentino lo pagó.

Juan Román Riquelme concluirá su primer ciclo de gobierno sin la Copa Libertadores que tanto valoró en su época de jugador. Él, que tanto entiende del sentimiento bostero, más que cualquier otro presidente de escritorio, tendrá que reparar la amargura de la multitud que viajó y la de la que se quedó. Su equipo le devolvió una pelota pinchada para que se juegue la reelección dentro de poco menos de un mes.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/boca-le-devolvio-pinchada-la-pelota-a-juan-roman-riquelme-para-jugarse-la-reeleccion-nid05112023/

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