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Con solo 4 valijas. Decidió empezar una nueva vida en Alicante y apostar a una carrera que no era fácil: “Cuando emigrás se te escapan algunos detalles”

El mar siempre es inspirador. Esa costa argentina que aprende a mimetizarse con el cielo que le toca desde la lejanía, pero que se muestra marrón desnuda cuando pisás la playa. Ese horizonte cam...

El mar siempre es inspirador. Esa costa argentina que aprende a mimetizarse con el cielo que le toca desde la lejanía, pero que se muestra marrón desnuda cuando pisás la playa. Ese horizonte cambiante a plata, ocre, turquesa y noche le mostró a Gabriela Acevedo los primeros colores en su infancia marplatense. En casa estaban papá, mamá y un hermano cuando nació en 1972, además de su abuela materna, clave en su infancia. Era una pequeña inquieta creativamente, pero muy tranquila. “Tuve una niñez muy calmada y linda -relata-. Con muchos juegos sencillos y tradicionales. Me gustaba dibujar, saltar a la soga y jugar al elástico con mis amigas, juegos típicos de la época”.

Sus más antiguos recuerdos la encuentran con un lápiz en la mano yendo y viniendo sobre la hoja, esquematizando con trazos infantiles los garabatos que veía. El placer por el dibujo no pasó desapercibido por sus padres. A los 6 años, la inscribieron en una academia de dibujo y pintura. La rutina se convirtió en una constante de todos los viernes hasta los 15 años. “Ese era mi contacto con el arte -relata-. Agradezco a mi madre que siempre escuchaba mis pedidos e inquietudes y conseguía los lugares a donde ir. En esa época no era tan sencillo como ahora. Así también, por esos años fui a aprender piano al conservatorio de música, pero no pude continuar. Aunque la música es algo que me encanta y acompaña mis días junto con la pintura hasta hoy”.

Cambiar de vida con vista a España

La niña creció y se casó con Mariano, también artista plástico. El arte fue la constante que la acompañó y le permitió hacerse un nombre primero en Mar del Plata, y más tarde en Buenos Aires. Para el 2015 Gaby, como se la conoce en el mundo de las acuarelas, ya había ganado el premio Estímulo del Fondo Nacional de las artes de la Bienal de Arte. El camino duro de hacerse un nombre en su disciplina había comenzado con solidez. Pero un día se quisieron aventurar por Europa. Recalaron en Alicante, donde vive hoy el padre de Gabriela.

“Tuvimos muchas dudas, porque ambos estábamos construyendo nuestras carreras en Argentina. Estábamos integrados al circuito de arte, nos conocían en las galerías, participábamos de salones y concursos de arte contemporáneo. Además durante los últimos 20 años previos a nuestra partida tuve taller de arte para adultos y niños y la experiencia se había convertido en un éxito. Había tomado un rumbo muy interesante desde la experimentación artística”.

Las charlas entre Mariano y Gaby fueron largas. Evaluaron mudarse a Buenos Aires, entre otras cosas. Pero finalmente se decidieron a hacer una experiencia en Europa. “Nos fuimos apenas con 4 valijas”, recuerda. Una vez que la experiencia meditada tomó curso, se decidieron por recalar en España, específicamente en Alicante.

-¿Por qué allí?

- Porque vive mi padre y además es una ciudad cómoda, tranquila, bien comunicada. Alicante tiene mar, buen clima, llegan muchos turistas y eso hace que puedas tener intercambios interesantes, algo que resultaba tentador para el proyecto de vida que buscábamos. Además, con esa oferta apta para viajeros, tenés la posibilidad de vender obras a gente de todo el mundo. No es un sitio que tenga en particular una gran oferta cultural a nivel artes visuales a pesar de contar con dos museos importantes, algunas salas de exposiciones estatales y una galería que se dedica al arte conceptual. Pero es una ciudad que está muy cerca de los polos culturales con mayor movimiento. La combinación de tener familia y estos atributos en el mismo sitio nos tentó.

-¿Cuáles fueron los desafíos de la adaptación?

- Llegamos en junio de 2016 con dos maletas cada uno. Algunos pinceles, block de hojas y mi cámara de fotos. Las obras quedaron en Argentina. Desde Mar del Plata había empezado a investigar un poco el lugar y ver las galerías y lugares de arte que había en Alicante. Así también como gente del ambiente. Pero una cosa son las redes sociales y la distancia y otra muy diferente es estar en el sitio. Cuando llegamos había cerrado una de las pocas galerías de arte contemporáneo con algo de relevancia. Además, teníamos planeada una muestra conjunta en una sala de exposiciones estatal y justo por cambios en el gobierno se dio de baja la agenda cultural. Mientras tanto yo daba talleres online para mis alumnas que estaban en Argentina. Cuando emigrás se te escapan algunos detalles como por ejemplo el tiempo de adaptación y los trámites administrativos. Te olvidas que tenés que volver a construir tu capital social porque no te conocen y eso para mi fue raro.

-¿Y cómo sobrevivieron? Por que imagino que no alcanzaba con el ingreso de los talleres online…

- Claramente no. Debimos crear nuestras propias ideas en Alicante. Desarrollamos el concepto de una galería móvil de venta de arte contemporáneo en pequeño formato. Con este proyecto pudimos conseguir un espacio público aprobado por el ayuntamiento y eso nos permitió comenzar a vivir del arte, sumando a esta idea la venta online de arte y la oferta de talleres. Pero no fue repentino. Nos llevó varios meses. No fue fácil comenzar porque más allá de un proyecto interesante u original, es común que cuando lo planteás, uno se olvida que debe adaptarse a las nuevas costumbres y considerar los tiempos administrativos del sitio donde estás. Esto se suma a todos los trámites que se deben realizar cuando te mudás al extranjero. Por suerte, en nuestro caso, desde Argentina la familia estuvo disponible para dichos trámites.

-¿Cómo te acompañó el arte en ese tiempo?

- No fue sencillo, porque venía de pintar una serie que me trajo muchas satisfacciones en premios y reconocimiento. En el año 2015 me habían otorgado el premio Estímulo del Fondo Nacional de las artes de la Bienal de Arte contemporáneo. Esa serie llamada Latitud 38°01′06″ estaba muy vinculada a Mar del Plata y en Alicante no podía seguir desarrollándola. Pero como había traído mi cámara de fotos comencé a explorar la ciudad para ver que me contaba a través de las imágenes. Ese es mi modo de trabajo o conexión con el entorno que me rodea. La geometría me iba marcando el camino, pero la luz y el colorido de esta zona me llevaron a pintar abstracciones con mucho color diferentes a las que pintaba en Argentina. Comenzar a pintar una nueva serie para poder lograr hacer evolucionar mi pintura en un entorno nuevo fue un desafío. Al poco tiempo logré que empezaran a identificarme con esta nueva obra. Mucho collage y bastante abstracción.

-¿Cómo fue la pandemia en el arte siendo emigrante?

- Difícil. La creatividad requiere mucho de vos y fueron tiempos de mucha zozobra e incertidumbre. Después de la pandemia estuve un año sin pintar. El sector del arte sufrió bastante en esos momentos por España. Me costó reconectarme nuevamente. Pero tiempo después retomé la pintura geométrica con un estilo más suelto y también comencé una serie que se llama “Santuario” que surgió porque había pintado otra saga pop de Frida Kahlo, y una clienta me pidió si no le pintaba unas vírgenes. Hacía mucho tiempo que quería pintar figuración y fue la excusa perfecta para retomar aquella idea. Hoy tengo obra en una galería de arte de Dinamarca. Participé de una muestra colectiva en Madrid en una galería de arte contemporáneo. También hay un proyecto expositivo en Islandia. Uno de los puntos interesantes de Europa es que hay muchas opciones cerca, aún fuera de España.

-¿Cómo es tu dinámica cotidiana?

- Tengo una rutina de pintura diaria. Por lo general comienzo por la mañana con música y meditación. En mi estudio hay una luz natural genial y por eso elijo esa hora. Suelo pintar durante muchas horas, intercalando con los quehaceres domésticos. También salgo a caminar un poco para desconectar y vuelvo al estudio a pintar.

Hoy su arte oscila entre tamaño pequeño y también gigante. Se entrelaza en tramas con una combinación de medios como la pintura acrílica y collage con diferentes papeles sobre lienzo. Las formas y contornos se entrelazan entre sí, creando una estructura orgánica y fluida que evocan una sensación de movimiento y dinamismo con una paleta cromática que juega entre colores cálidos y fríos. Uno sobre otro, pierden sus límites. Como si Gaby quisiera lograr una simbiosis de aquella costa marrón que se cree azul, como en Alicante.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/con-solo-4-valijas-decidio-empezar-una-nueva-vida-en-alicante-y-apostar-a-una-carrera-que-no-era-nid20102023/

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