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Cuando un empresario de EEUU la vio quedó encandilado, pero había un problema: “Estaba a punto de casarme”

El año 1998 estaba en sus últimos días. El calor sofocante de diciembre no aminoraba el paso de los trabajadores del microcentro porteño, anhelantes de terminar lo que les urgía cerrar dentro ...

El año 1998 estaba en sus últimos días. El calor sofocante de diciembre no aminoraba el paso de los trabajadores del microcentro porteño, anhelantes de terminar lo que les urgía cerrar dentro del año. La atmósfera, sin embargo, era alegre. Diciembre -el viernes del fin de año- cargaba con el cansancio, pero también con un ambiente festivo salpicado por despedidas, brindis, buenos deseos y las expectativas de las vacaciones. Al menos así lo sentía Rocío, una secretaria ejecutiva y protagonista de esta historia.

El día en que Mark apareció en su vida, su jefe tenía la agenda llena. Una mañana con llamadas importantes, un almuerzo con nuevos socios estratégicos y una reunión clave por la tarde, en la que ella debía procurar tener todos los frentes bien atendidos. “Tenemos que impresionarlos”, le dijo. Para su jefe, esto significaba una sala de reuniones inmaculada, el mejor café colombiano, los pocillos y los vasos sin ni una huella ni manchas visibles, la presentación y los documentos impresos listos, y a ella, Rocío, pendiente de ellos a cada segundo.

“Pero lo que sucedió aquella tarde en vez de cambiar la vida de mi empresa, sacudió la mía en todos los sentidos”, revela Rocío.

Un hombre estadounidense: “Me desnudaba con la mirada”

Los empresarios invitados eran oriundos de Estados Unidos y, por fortuna, Rocío dominaba bien el inglés. Quince minutos antes de que llegaran, la joven corrió al baño, arregló su cabello y su maquillaje, procuró que su vestimenta estuviera prolija y se perfumó con unas gotas de Halloween, un perfume que había descubierto hacía poco y que la tenía encantada.

El efecto hechicero, sin embargo, fue para Mark. Apenas ingresó junto a su colega a la recepción, Rocío sintió sus ojos clavados en ella. Entonces, cuando se atrevió a mirarlo para evaluarlo con mayor detenimiento, todo el perfeccionismo que venía practicando se vino abajo.

“Me subió un calor agobiante, empecé a transpirar como loca, tartamudeé en inglés y me puse roja como un tomate”, relata Rocío, entre risas. “Mark me desnudaba con la mirada y me puse muy nerviosa. Era un hombre alto, por entonces tenía 42 y era muy buen mozo”, continúa.

A Rocío le tembló la voz cuando le anunció a su jefe que habían llegado los empresarios. Trató de disimular y no levantar la mirada, pero seguía sintiendo los ojos sobre ella, al tiempo que sus palmas sudaban: “Tenía terror de que me falle el pulso y volcar el café. Aunque mi primer desafío era pararme y llevarlos a ellos hasta la sala de reuniones sin morirme de vergüenza, segura de que se me notaba mi cara enrojecida”, cuenta.

Café y un pequeño gran problema

Camino a la sala, los ojos de Mark seguían sobre ella. Rocío los sentía sin voltear a mirarlo. Llegaron sin inconvenientes (ella creía que iba a tropezar o algo así) y, acto seguido, su jefe les consultó a los invitados qué deseaban beber, mientras la joven secretaria rezaba que no fuera café.

Pero, por supuesto que querían café, y Rocío se dirigió a la máquina implorando que fuera lo único que le pidieran aquella tarde, aunque convencida de que se había enamorado de Mark a primera vista y que quería volver a verlo, aunque sea unos segundos: “Pero había un problema. Yo estaba a punto de casarme”.

Las manos le temblaron, pero, por fortuna, pudo corregir sus vuelcos alejada de las miradas. Ubicó todo en la bandeja, respiró hondo y llegó a la oficina sin contratiempos, al menos a la vista de los demás. Lo mismo sucedió con el café número dos y números tres, ambos para Mark, que le aseguró al jefe de Rocío que jamás había probado un café colombiano tan exquisito.

“Pero yo sabía que era para verme, y él se daba cuenta lo que provocaba en mí”, asegura ella.

“No quiero hablar con él, te llamé a vos”

La reunión terminó, los empresarios se fueron y Rocío respiró hondo, entre aliviada y angustiada. Aliviada por no tener aquellos ojos que la provocaban encima, angustiada por no tenerlos más. Aliviada porque aquellos hombres regresaban a su país y podría olvidarse del asunto, angustiada porque, en el fondo, sabía que el problema era otro: se iba a casar, ¿cómo podía pasarle semejante cosa? ¿Cómo podía sentir lo que sentía?

Mientras tanto, su jefe padecía de sus propios nervios. Quería cerrar el negocio con los estadounidenses y a cada rato se acercaba para ver si habían llamado. Los días pasaron, los pensamientos de Rocío seguían rumiantes, cuando el teléfono sonó. La voz de una mujer del otro lado le anunció que la comunicaba con Mark. Rocío tembló de pies a cabeza y, tras unos segundos, escuchó la voz masculina del otro lado.

“Hi, ¿Rocío?”, lo escuchó decir. Para ahorrarse los nervios, ella contestó rápidamente en inglés: “Buenos días, ya lo comunico con el Sr. Martínez”. Del otro lado, sin embargo, escuchó un “esperá” que la descolocó: “No quiero hablar con él, te llamé a vos”.

Cambio de rumbo y lección de vida: “No dejé mi compromiso por él, lo hice por mí”

Los empresarios estadounidenses jamás cerraron un trato con la empresa argentina, pero Rocío sí obtuvo el suyo. Varios años pasaron desde aquel 1998 revolucionario en su vida. Desde hace más de dos décadas vive en Estados Unidos, un tiempo largo lo hizo en Nueva York, junto a Mark, y más tarde se mudó a Dallas, tras su separación.

Lo que sucedió tras aquel llamado teléfono cambió el rumbo de su destino para siempre. Terminó su compromiso y comenzó a vivir un romance inolvidable con su empresario estadounidense. No duró “para siempre”, pero ella no se arrepiente.

“Cuando conocí a Mark, él vino a despertarme, a poner las cosas en su lugar. No dejé mi compromiso por él, lo hice por mí. Lo que me pasó con Mark solo fue el interruptor que me hizo ver que llevaba una vida que no quería, que iba hacia un camino que no anhelaba, pero que parecía inevitable”, cuenta.

“Yo quería volar y Mark me ayudó. Era una chica con muchos sueños apagados, y hacia ellos fui. Mark fue la gran historia de amor de mi vida, porque, gracias a él, me animé a ir hacia la vida que realmente quería vivir”, concluye.

Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar con todos los datos que te pedimos aquí.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/cuando-un-empresario-de-eeuu-la-vio-quedo-encandilado-pero-habia-un-problema-estaba-a-punto-de-nid28072023/

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