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De la doma de caballos a la venta de ropa con impronta autóctona

CÓRDOBA.- Carla Lorenzo tiene 34 años y junto a su pareja, Matías Sabate, son dueños de La Querencia Doma en Saladillo, donde doman caballos para polo. Es el espacio donde los animales hacen ...

CÓRDOBA.- Carla Lorenzo tiene 34 años y junto a su pareja, Matías Sabate, son dueños de La Querencia Doma en Saladillo, donde doman caballos para polo. Es el espacio donde los animales hacen “la primaria” y después son entrenados en otro lugar. Ella creció y se crió en el campo, cerca de los caballos, y hace unos años empezó -como hobby- a realizarse algunas prendas para uso personal. Ese fue el origen de Rancho Orejano, una marca que vende en México y Estados Unidos.

Lorenzo cuenta a LA NACION que, desde chica, siempre le gustó ir “en contra mano” de lo que es la moda: “Cada vez que tenía una reunión o una fiesta me inventaba, me hacía mis propias prendas; una pollera, una cartera, un top. En ese tiempo vivía en Entre Ríos y después nos mudamos a Buenos Aires, donde fue un poco más fácil encontrar talleres”.

Sus amigas le preguntaban dónde había comprado la ropa y empezaron a pedirle que les diseñara para ellas. “Empecé así, hasta que un día decidí darle más tiempo porque me gusta y porque estaba, desde siempre, relacionada con el campo. Vender afuera es como que un poco de la tradición argentina viaje al exterior; todo tiene la marca a fuego, con la yerra; es ir mechando la tradición con lo moderno”.

Todo el trabajo de las prendas, las carteras y los accesorios es artesanal. En stock la marca no tiene más de diez unidades de un ítem y trabaja prácticamente a pedido. Produce unas 400 unidades al año. Usa cueros, guampa, alpaca y lana cruda. “La idea que no cambio -explica- es no vender productos en serie; esa es la clave para que no se pierda la esencia. Encuadramos en lo que se llama slow fashion, respetamos el medio ambiente, más allá de que hay críticas de veganos”.

Admite que su trabajo vinculado con el polo le abrió “muchas puertas, muchos mercados”. Sus representantes en México y Estados Unidos tienen presencia en torneos y copas de polo, en especial en los disputados por equipos de mujeres. En estos meses está negociando para desembarcar también en el Reino Unido, donde hay mucho polo.

“Contemplamos todos los detalles para que cada producto sea único y especial -describe-. Con cada uno intentamos mostrarles nuestra cultura, lo que nos identifica, lo que es nuestra tradición. Buscamos piezas atemporales, que duren para siempre”.

Por ejemplo, el uso de colores fuertes comenzó por demanda externa; incorporó los tejidos de lanas naturales de oveja hilada a mano porque su mamá “tejió toda la vida; todos usábamos lo que nos hacía”. Decidió incluir esas prendas “como prueba” pero desde el comienzo fueron un “éxito”.

Lorenzo subraya que es “muy difícil” conseguir los oficios con los que trabaja, por eso está agradecida a los talleres con los que lleva tiempo desarrollando los productos. En Pilar está en el que realiza todo lo que es de cuero vacuno y en Wilde el de cuero ovino; además cuenta con plateros, sogueros, artesanos de la guampa, tejedoras e hilanderas.

“Hasta que llegan al comprador las prendas tienen un largo camino que comienza en la elección de cueros en las curtiembres hasta la dedicación y el tiempo de cada artesano, sin cuya dedicación y experiencia, no sería lo mismo”, afirma.

El nombre de la marca, Rancho Orejano, nació de cuando se mudaron de Entre Ríos a San Antonio de Areco y vivían en una casa muy grande. “Era un rancho enorme y estábamos mi pareja, yo y los perros, nadie más. De ahí surgió la idea de ‘rancho’ mientras que ‘orejano’ significa animal sin dueño, sin marca de yerra. Es un guiño al mundo de los caballos”.

Lorenzo insiste en que la yerra y la marcación es siempre un “gran acontecimiento en el campo” argentino, una fiesta que suele realizarse durante el otoño. Además de la yerra, se comparte un asado. Es toda una tradición.

Si bien las ventas afuera son durante todo el año, se hacen más fuertes en la temporada de polo que comienza en Estados Unidos cuando termina en la Argentina. “Las representantes van a los torneos más importantes y entre mate y mate difunden la marca y venden. Gracias al polo la marca se consolidó”.

Lorenzo no juega al polo; dice que solo taquea entre amigos. En cambio, sí doma caballos. “Empezamos el contacto con los animales desde cero; cuando llegan vienen casi sin haber estado relacionados con la gente -detalla-. Hay mujeres domadoras y petiseras, pero todavía somos muy pocas”.

El mejor polo del mundo se juega en el país; el Campeonato Abierto sirve para mostrar internacionalmente a jugadores y animales, es un sector que mueve millones de dólares al año y en el que marcas de prestigio están interesadas de participar. La Asociación Argentina de Polo (AAP) estima que son unas 50.000 personas las que trabajan para el sector que es netamente exportador; los jugadores están en todo el mundo, al igual que los caballos y productos relacionados con la actividad.

En el caso de la indumentaria, son varias las marcas que aprovechan el impacto del deporte y el hecho de ser una “marca argentina” para promocionarse en el exterior. A nivel local, además, se producen monturas, botas, todo lo necesario para la práctica.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/comercio-exterior/de-la-doma-de-caballos-a-la-venta-de-disenos-con-impronta-autoctona-nid20072023/

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