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Dejó Rosario y se instaló en Canadá; vive en una casa de película y eligió un trabajo con un detalle singular: “Si entra Messi, nadie lo reconoce”

- Si no venís conmigo a Canadá me quedo otros seis meses en Rosario, le dijo esa tarde convencido de lo que sentía por ella.Por ese entonces, Brenda trabajaba en la Caja de Previsión Soc...

- Si no venís conmigo a Canadá me quedo otros seis meses en Rosario, le dijo esa tarde convencido de lo que sentía por ella.

Por ese entonces, Brenda trabajaba en la Caja de Previsión Social de los Agentes Civiles del Estado en el área administrativa en la sede de Rosario, provincia de Santa Fe. Ante semejante propuesta, sintió que todo lo que había planeado para su vida se escurría como agua entre sus manos. Estaba en shock y emocionada por la posibilidad del cambio.

No perdió tiempo. Habló con la abogada del lugar donde trabajaba. Tenía la confianza necesaria para ser completamente honesta. Supo a través de ella que la ley le permitía pedir hasta tres años sin goce de haberes. “Mi familia cercana es muy chiquita. Mi mamá falleció hace mucho tiempo, no tengo la mejor relación con mi papá y solo me vinculaba con un hermano. No me quedaban muchas ataduras sentimentales más allá de un montón de amigos con los que podía mantener el contacto. Por supuesto, aproveché la oportunidad sin pensarlo demasiado”.

“Esperaba a las 17.30 para ser feliz”, tenía una exitosa carrera como abogada pero su sensibilidad la llevó a dar un vuelco inesperado

“La ventaja era que no podíamos pelear”

Lo había conocido una noche de verano en un bar de la ciudad de Rosario. Había quedado impactada por su apariencia: con 1,92 de altura, rubio y de ojos azules, el canadiense simpático que la miraba con atención desde el otro lado del salón, hablaba unas pocas palabras en español y su acento resultaba simplemente gracioso. Sin embargo, y aunque ella no sabía absolutamente nada de inglés, se las ingeniaron para comunicarse y poder bailar algunos temas.

“Esa noche solo bailamos porque era imposible hablar. Yo no sabía nada de inglés y la música estaba muy fuerte. Pero, una de mis amigas que es profesora de inglés ,nos ayudó un poco y llegamos a intercambiar nombres para después poder buscarnos por Facebook. Randy había llegado ese mismo día a Rosario y todavía no tenía un chip local para su teléfono, así que era todo más complicado”, recuerda entre risas Brenda.

Al principio fue muy difícil poder entablar una conversación. Usaban las pocas palabras que sabían, recurrían a Google Translate y muchas señas. “Teníamos dolor de cabeza al finalizar una charla, de verdad. Por ejemplo, si yo quería decir color negro pero solo sabia decir blanco, le decía: white opposite y él adivinaba. Pero la ventaja de no hablar el mismo idioma era que no podíamos pelear”.

Sin embargo, la conexión fue inmediata. Randy había llegado a Rosario por trabajo y alquilado un departamento por cinco meses. Por su parte, Brenda también vivía sola en un departamento alquilado. Y después de salir por tres meses, decidieron que podían intentar una convivencia. Hasta que llegó el momento en que él tuvo que volver a Canadá. Su antiguo jefe le había ofrecido un empleo en la industria del petróleo con un sueldo imposible de rechazar.

“Sentí que había entrado en un cuento mágico”

Brenda jamás imaginó el paraíso que estaba a punto de descubrir. “Cuando llegué, sentí que había entrado en un cuento: todo verde, lleno de pinos, plantas y flores, el césped era una alfombra, la casa de película, el granero una belleza, había caballos y ciervos de fondo, ardillas que saltaban a lo lejos y a la tardecita aparecía una zorra con sus crías. Yo me sentía Blancanieves”.

Brenda había llegado a Canadá con visa de turista, de modo que no podía trabajar. De todos modos no quiso quedarse quieta y se abrió camino cortando pasto, haciendo jardinería, pintando y limpiando casas de amigos de la familia de Randy. Buscó la forma de mantenerse ocupada.

Después de un año de convivencia con Randy, todo marchaba sobre ruedas. Brenda solicitó la visa de trabajo y residencia al mismo tiempo. Volvió a Rosario, vendió todas sus pertenencias, dejó el departamento donde había vivido y se instaló definitivamente en Canadá.

A su regreso, la pareja compró una granja de 40 hectáreas en Alberta, al oeste de Canadá, con una casa vieja que remodelaron los dos solos y siguiendo ideas de Pinterest. Allí tienen espacio suficiente para convivir con vacas, ovejas, gallinas, gatos y un perro, además de ardillas, las preferidas de Brenda. “A los dos nos gusta esta vida, y nos encanta cultivar nuestra propia comida. Por eso tenemos una huerta enorme con verduras y frutas. Cuando es hora de cocinar, vamos a la huerta, juntamos lo que queremos y lo comemos orgánico y fresco”.

“Me contrataron porque les gustó mi actitud”

Mientras, y ya con su visa de trabajo en mano, Brenda se propuso buscar un empleo formal. “No sabía a qué dedicarme, encontré un aviso de trabajo en un consultorio odontológico: buscaban una técnica en esterilización. No necesitaba experiencia. Mandé el CV, me llamaron, tuve una entrevista extraña porque yo casi no hablaba pero entendía el inglés. Y me contrataron porque les gustó mi actitud. Aprendí mirando: mi tarea era preparar los instrumentos que el dentista iba a usar, después retirarlos de la oficina y esterilizarlos. Como aprendía rápido me fueron dando más tareas. Me encantó ese nuevo mundo organizado y súper limpio porque así soy yo”.

Pasaron tres años. La vida parecía sencilla y agradable. Brenda y Randy tenían un buen pasar económico y sintieron que había llegado el momento de agrandar la familia. Nació Zahra. Brenda tomó 18 meses de licencia por maternidad y luego renunció a su empleo en el consultorio para quedarse en casa y criar a su hija. “Estamos embobados, ahora tiene seis años. Ella habla 90% inglés pero entiende todo en español. Está en una edad que es muy graciosa, espontánea e inocente”.

La maternidad no fue fácil. Aunque la familia de Randy siempre recibió a Brenda con los brazos abiertos, la realidad es que las hermanas de él trabajan y sus padres, que están jubilados, viven los seis meses de invierno en Nicaragua. De modo que Brenda estuvo sola durante gran parte del año. “Veía las fotos de mis amigas con sus hijos y me daban ganas de estar ahí para que mi hija pudiera jugar con ellos. Ahora que mi hija está más grande me encanta verla crecer en la granja rodeada de animales, haciendo la huerta, jugando con libertad”.

A fin de junio, la pequeña niña termina su ciclo lectivo y comienza sus vacaciones de verano. Asiste a una escuela pública que sigue el mismo curriculum que el resto de las escuelas de la provincia pero con base en agronomía: tiene clases dentro del salón y fuera de ella. Tienen vacas, ovejas, chivos, gallinas, patos y huerta. Cada grado tiene distintas actividades, obligaciones y responsabilidades con respecto a los animales. Tambien hacen excursiones a distintas granjas de la zona y asisten a charlas educativas con veterinarios y agrónomos. “Ella está feliz de ir a la escuela y nosotros también. Nada más lindo que aprender haciendo o, como dicen acá, hands-on”.

“Messi puede entrar a arreglarse una carie y nadie lo va a reconocer”

El año pasado Brenda decidió que era tiempo de volver a trabajar. Quería tener una carrera y optó por tomar el curso de asistente dental registrada. “Acá los dentistas no trabajan solos, cada profesional cuenta con dos asistentes como mínimo. Hay mucha salida laboral y, como ya tenía una base, me animé. No fue fácil estudiar en un segundo idioma y además con una hija tan chiquita. Pero lo hice. Me gradué con el promedio más alto. Mis profesoras y compañeras me felicitaron porque sabían el gran esfuerzo que estaba haciendo. Hice mi práctica y me contrataron en la misma oficina”. Mientras, su marido continúa trabajando con compañías petroleras.

Este año a Brenda finalmente le otorgaron la ciudadanía canadiense. Para ello, tuvo que estudiar historia, geografía, economía y conocimiento general de Canada. Además, rendir un examen de 30 minutos y, por supuesto, demostrar su nivel de inglés.

“Sigo siendo asistente dental registrada, me encanta mi trabajo. Con tres años de experiencia, ya hago todo con los ojos cerrados. Por suerte trabajo en una oficina con un ambiente laboral genial, todos nos hicimos muy amigos, casi somos familia, familia por elección. Lo mejor es la diversidad: mi jefe y dentista es chino; mis compañeras son de Fiji, Irán, Pakistán y de Canadá, y yo, la latina. ¡Somos un gran equipo! Nos encanta compartir comida y recetas. Lo único negativo es que no saben nada de fútbol: “Messi puede entrar al consultorio a arreglarse una carie y nadie lo va a reconocer”.

“Los paisajes son soñados”

Se definen como una familia activa. Randy y Brenda tienen sus respectivos trabajos y en el tiempo libre cuidan de los arbustos, cortan el césped, extraen yuyos y se ocupan de los animales en la casa. En verano los días son largos, oscurece a las 22.30 y eso les permite aprovechar la jornada. Salen a caminar hasta el lago que queda a cinco minutos de la casa, visitan a los animales, familiares y amigos. Todos los veranos acampan en la montaña.

“Los lugares son soñados y lo más lindo es poder ver osos con sus crías al costado de la ruta. También hay alces, ovejas salvajes, todo tipo de ardillas, es genial”. En invierno los días son cortos, pero el clima en Alberta es seco, entonces el frío no se siente tanto. Juegan con la nieve, salen a pesar en cuatriciclo y a caminar por lagos congelados. También es cuando Brenda destina tiempo a la cocina, para hacer tortas y postres.

“Somos la versión barata de Lopilato y Bublé”

Casi por casualidad, el joven matrimonio descubrió las bondades de las plantas de haskap, una súper fruta que tiene altos contenidos de antioxidantes. Su sabor a arándanos y frambuesas es único. Entusiasmados llegaron a comprar y plantar tres mil plantas.

Tuvieron que esperar cuatro años para que la plantas dieran frutos y poder ofrecerlas al público. Durante el verano de 2020 abrieron el U-Pick por primera vez sin saber qué esperar porque la fruta, originaria de Rusia y Japón, es casi desconocida en Canadá.

Brenda promocionó la apertura de la huerta en Facebook y a la gente le encantó la idea de probar algo nuevo. El primer fin de semana que abrieron, se acercaron a conocer y comprar más de 300 personas. “Nosotros le damos al cliente los baldes con manija y le asignamos un área para juntar las frutas (tenemos alrededor de 20 variedades de frutas). Cuando termina de juntar, pesamos las frutas y pagan por kilo. Ahora nos estamos preparando para la temporada que empezará a principios de julio. El año pasado abrimos seis fines de semana hasta que las frutas se agotaron, vinieron aproximadamente 1800 personas. Esta es nuestra historia, yo la llamo la versión barata de Luisana Lopilato y Michael Bublé”.

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Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/sin-escalas-de-rosario-canada-cambie-tacos-nid2564255/

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