No es común que una señora de 96 años esté en la plenitud de sus facultades y en condiciones de conducir un programa de televisión y es mucho más raro aún que un canal (o dos) se interesen por ella y deseen contratarla. Suceden ambas cosas.

Pero lo que resulta insólito, es que, habiendo voluntad de las partes, algo o alguien termine trabando esa posibilidad o la demore hasta el infinito.

El sábado último se cumplieron 55 años del debut de Almorzando con Mirtha Legrand. Durante la pandemia, los programas diurnos y nocturnos de la diva quedaron en manos de su nieta para no exponerla al Covid. Más que razonable. Pero una vez pasado el peligro, cada regreso fue más tortuoso y breve.

Ya transcurrieron cinco meses de 2023 y a la decana de la TV argentina se la ve mortificada y sin aire, en contra de su voluntad. Un año electoral como este le agregaría un plus de atractivo a un programa como el suyo. Pero las semanas pasan sin que se sepa nada.

A su manera, ella sigue conduciendo, en sus cenas y meriendas semanales con amigos. Y es muy aplaudida en restaurantes y teatros a los que concurre. Paradójicamente, su audiencia televisiva se está quedando sin Mirtha Legrand.

Y nadie se hace cargo.