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El abuelo Jorge. Inventó 300 cuentos “de buenas noches” para acercarse a su nieto durante la pandemia y ahora llega a las librerías

Jorge Bustamante (80) y su nieto Ramón (10) tienen una relación entrañable. “Es muy cariñoso y perceptivo. Hace poco jugamos al ajedrez y él me aconsejaba: ‘Abuelo, en ajedrez tenés que p...

Jorge Bustamante (80) y su nieto Ramón (10) tienen una relación entrañable. “Es muy cariñoso y perceptivo. Hace poco jugamos al ajedrez y él me aconsejaba: ‘Abuelo, en ajedrez tenés que pensar más allá; no solo en la movida que vas a hacer, sino en el efecto que vas a generar con esa movida’. Yo me quedé con la boca abierta. Además de ser alegre y cálido, es un chico inteligentísimo. Para mí, es un placer compartir con él”, dice Jorge.

En los primeros meses de la cuarentena, entre marzo y mayo del 2020, el vínculo entre ambos se vio obstaculizado por las medidas de distanciamiento. A pesar de que vivieran a pocas cuadras de distancia, tuvieron que dejar de verse. Sin embargo, ambos encontraron un truco parta mantener, y además fortalecer, el amor que tanto los unía.

“Yo estaba solo en Buenos Aires, en mi casa de Palermo, mientras que Ramón estaba aislado en Palermo Viejo con sus padres, su hermano chiquito y su hermano bebé, que todavía estaba en camino. Me acuerdo que era 24 de marzo de 2020. Esa tarde, me llegó un audio de WhatsApp de Ramón, en el que me pedía: ‘Abu, ¿me contás un cuento para dormir?’. Así empieza esta historia...”, describe Jorge.

-¿Con qué relato decidió empezar?

-Bueno, el primero que le conté fue Los viajes de Gulliver. Más o menos, lo formateé, para contarlo a mi modo y que no fuera tan largo.

-¿Cómo reaccionaba Ramón?

-Le encantaban y estaba ansioso por oír más. Incluso si me atrasaba por alguna razón, me preguntaba cuándo le iba a mandar el próximo. Hice 300 cuentos: aproximadamente, uno por noche durante 300 días.

-¿Siempre solía basarse en clásicos o inventaba relatos propios?

-Después empecé con cuentos inventados. Variadísimos. Había cuentos que involucraban al caballo de Troya y a personajes como Ulises, Aquiles, a figuras mitológicas como Minotauros... Pero nunca dejé los clásicos, como el Pato Donald, personajes de ese estilo. Yo siempre tuve mucho afán por la lectura y por todo tipo de literatura. Mi mamá era profesora de letras.

-Respecto a los clásicos, además de “formatearlos” para contarlos en pocos minutos, ¿les modificaba otras partes o se mantenía fidedigno a la historia original?

-Los reversionaba un poco, en el sentido de que no los estaba leyendo..., los presentaba a mi manera, aunque creo que no los cambié mucho. Sí exalté, por ejemplo, las cosas que a los chicos les podían interesar más, mientras que también les quité fragmentos medio crueles. Estamos hablando de casos como el de Caperucita Roja, que tiene algunos detalles duros. O Hansel y Gretel, con la bruja en el horno... A veces también les inventaba distintos finales, y le decía a Ramón que eligiera el que más le gustaba. Por ejemplo con el cuento de la cigarra y la hormiga, donde antiguamente se condenaba a la cigarra porque se la pasaba cantando. Yo le propuse una nueva opción de final: que las hormigas le dijeran a la cigarra “cobremos a la gorra”. La cigarra cantaba, el público pagaba y con esas monedas, la cigarra le compraba comida a las hormigas. Y Ramón elegía esa opción.

Sigue Jorge: “Lo más gracioso es que los cuentos empezaron a expandirse. Compañeros míos del colegio, tipos de mi edad, me pedían los audios para sus nietos. A ellos también les encantaban, entonces me reclamaban, en chiste: ‘¿Qué pasa hoy que no llegó el audio?’. Tuve mucho feedback y me empezaron a mandar mensajitos con audios de los chicos contándome que les encantaban, haciéndome pedidos customizados. Una chica, por ejemplo, me pidió un cuento de un koala, entonces lo inventé y se lo envié. El asunto terminó viralizándose... Un día, mi hija me dijo que vio una publicación en Instagram de un chiquito escuchando uno de mis cuentos. Le habían llegado los audios de parte de otra persona. Y así fue que, mientras se los mandaba a Ramón, había otras decenas de niños que escuchaban las historias”.

-¿Hubo algún cuento en particular que resultara el favorito de todos sus oyentes?

-Les encantaba uno sobre un hombre invisible, un papá al que de repente no se le veían las manos, y que para poder seguirlo y ubicarlo, sus hijos lo pintaban de color. Amaron esa historia... También había otro sobre unos chicos que viajaban a la luna y se daban cuenta de que todo era livianito allá: pateaban una pelota y se les iba a Marte (risas)...

-A la hora de inventar, ¿le gustaba elegir un género en particular?

-Siempre elementos como mágicos, como de repente una silla que te hiciera decir la verdad. O historias de viajes en el tiempo. Elementos que de alguna manera llamaran la atención de los chicos.

De Palermo a Colombia... y luego a Spotify y las librerías

Un día, Jorge recibió un mensaje de un amigo colombiano con el mismo pedido que el de sus compañeros del colegio: que escribiera cuentos para sus nietos. “Ahí tuve que hacer más modificaciones en mis relatos. Me di cuenta de que, en algunos casos, debía elegir palabras específicas, por ejemplo, ‘pastel’ en lugar de torta, o ‘tenis’ en vez de ‘zapatillas’”, dice.

-Hoy los audios están en Spotify. ¿Quién los subió y cómo?

-Bueno, yo tenía todos metidos en el teléfono, como audios de WhatsApp. 300 audios... Y Cris, mi mujer, hace dos cumpleaños, en el 2021, me dijo “¡Sorpresa, mirá lo que hice!”, y vi que había subido los cuentos a Spotify. Y además llamó a los chicos que los habían escuchado y les pidió que grabaran un mensaje de feliz cumpleaños para mí. No sé cómo lo consiguió, pero fue divino.

-¿Y cómo surgió la idea de publicar los cuentos en un libro?

-En principio yo pensé “ya están todos los cuentos, ahora vamos a convertirlos a papel”. Los tenía en audio, pero necesitaba desgrabarlos. Entonces, entré en internet y encontré muchísima gente que ofrecía ese servicio: desgrabar audios, charlas, etcétera. Y elegí a Claudia, una profesora de una escuela que vive en un pueblo, cerca de Coronel Suárez. Ella hizo 4 desgrabaciones, pensó que con eso acababa... pero después le dije que eran 300 (risas). ¡Estuvo un año tipeando! También tuvo ayuda de otra chica, Ana. Terminaron siendo más de 1000 páginas en Word, pero transcriptos tal cual.

-Aun quedaba un paso más: editar.

-De eso, al principio, me encargué yo. Me metí en un cuarto. Me pasaba días enteros.... Hasta que al terminar dije, ¿quién puede darle forma de libro a esto? Contacté a Lucas Llach, quien me recomendó que lo dividiera en 3 partes. Eran muchas páginas y a mí no me conocía nadie. Me recomendó la editorial Pam! Publicaciones, que tiene el sello editorial ‘Metrópolis Libros’. Me acerqué a ellos y acerté. Convirtieron esos textos en bruto en una belleza. El momento más hermoso fue cuando el corrector me llamó para contarme que el libro ya había sido mandado a impresión.

Jorge describe a su libro como “una lectura amable, con letras grandes e ilustraciones, que dura para toda la vida”. Cada tomo tiene aproximadamente 500 páginas. El pack, que incluye los 3 volúmenes, cuesta 50 mil pesos y puede ser adquirido a través del sitio web https://www.tiendapam.com.ar/ o en las principales librerías del país. Todas las ganancias son donadas a total beneficio de la cooperadora del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.

“Mi único lucro es el gusto de haberlo publicado”, resume Jorge, quien está acompañado en esta causa por su nieto Ramón. “Ahora ya tiene cosas de adolescente. No me pide más cuentos (risas), pero me acompañó al hospital, vio a los chicos internados. Lo llevé para que tuviera una percepción propia de por qué estamos haciendo esto, por qué estamos recaudando fondos para esos niños”, agrega.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/el-abuelo-jorge-invento-300-cuentos-de-buenas-noches-para-acercarse-a-su-nieto-durante-la-pandemia-y-nid26092023/

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