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En el país ya hay más de 200 mil personas que viven del aprovechamiento de los residuos

Rodolfo tiene 50 años y era remisero. Hace un año, las cuentas no le cerraban y largó el auto para trabajar en una cooperativa de cartoneros.Hace tres meses, Adrián, que cumplió 33, ren...

Rodolfo tiene 50 años y era remisero. Hace un año, las cuentas no le cerraban y largó el auto para trabajar en una cooperativa de cartoneros.

Hace tres meses, Adrián, que cumplió 33, renunció como repositor de una cadena de supermercados reconocida porque le rinde más vivir del cartón, hierro y chapa que junta en la calle.

Maira tiene 25 y vivía al día con lo que le pagaban por limpiar una carpintería. Pero en septiembre del año pasado ganó estabilidad al sumarse como clasificadora de cartones en un galpón que compra y vende materiales reciclables.

Matías tiene 14, abandonó el secundario y de lunes a lunes sale con un amigo a juntar cartones. Dice que así puede ayudar a su familia con las cuentas de la casa.

La cantidad de personas que vive de la recuperación de residuos volvió a crecer en todo el país. La Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR) estima que en los primeros cinco meses del año se sumaron por lo menos 35 mil cartoneros: ya hablan de 205 mil en todo el país, un 20% más que en diciembre de 2022.

Las historias de Rodolfo, Adrián, Maira y Matías dejan en claro que las razones por las que cada vez más personas se vuelcan a esta actividad son diversas. Para muchos de los que se suman desde una empresa o cooperativa, puede implicar un progreso. Para una gran porción de los que lo hacen desde la informalidad, puede exponer la urgencia de asegurarse algo para comer.

“La cantidad de cartoneros crece abruptamente. Pasa en las ciudades y también en los pueblos chicos. Y no hay límites de edad”, describe Jonatan Castillo, referente nacional de la FACCyR y presidente de Mundo Reciclado, que nuclea a 49 cooperativas de recicladores de todo el país, y sigue: “Hay gente que se sumó porque se le acabó una changa, hay quienes lo piensan como un complemento de Rappi. Y también hay jubilados que empujan varias horas un changuito de supermercado repleto de cartones. Eso sí te parte el alma”.

“Ayudamos a nuestros papás a pagar la comida”

A las cinco de la tarde de un viernes, el galpón de la calle Juan Bautista Alberdi al 200, en San Fernando, ya atendió a casi 50 cartoneros que llegaron para vender lo que juntaron en la calle. Frente a la báscula espera Adrián, que trajo en un carro tirado por un caballo todo lo que juntó desde el lunes. Más atrás, segundos en la fila para pesar los materiales que recolectaron, están Benja y Dante, que apenas tienen 12 y 10 años.

“Yo volví a cartonear hace tres meses”, explica Adrián, que tiene 33 años, vive en el barrio Almirante Brown, en Tigre, está casado y tiene tres hijos, de 14, 11 y 1 año. “Hasta marzo trabajé de repositor en un supermercado de Tigre, pero renuncié. No tenía franco, eran ocho horas diarias y me pagaban 95 mil pesos. No me alcanzaba la guita”, dice y asegura que juntando cartones, hierro y otros materiales de la calle y de comercios que le reservan esos materiales junta 200 mil por mes. Araña el valor de la canasta básica alimentaria para no ser pobre ($217.916 para una familia de dos adultos y dos chicos) y supera la de la indigencia, que está ubicada en $99.053, según los últimos datos del Indec.

Frente a la báscula, escrito con tiza, está a la vista lo que el “galponero” les paga por el kilo de cada material: $32 el cartón, $34 el hierro, $30 la chapa y $12 el vidrio.

La razón que lleva a Benja y Dante a juntar cartón parece más urgente: lo hacen, aseguran, para ayudar a sus papás a comprar comida. Y “solo a la tarde, después de la escuela”. Adrián los conoce “de la calle”. Tienen, más o menos, las edades de sus hijos: “A mis chicos les dije que ellos no van a salir a cartonear conmigo. Ahora tienen que estudiar. Pero saben que lo que hago nos da de comer”.

Los últimos que llegaron al galpón con la idea de vender lo que juntaron son Matías, de 14 años, y Alexis, de 20. Son amigos. Los dos abandonaron la escuela. Matías, este año. Y Alexis hace más tiempo. Son del barrio Los Troncos, de San Fernando. “Salimos a las 7 de la mañana y hasta las cinco de la tarde no paramos. Lo hacemos por necesidad. En nuestras casas no sobra la plata”, explica Alexis y cuenta que vive con varios hermanos y su mamá.

“La mayoría de los cartoneros trabaja de manera independiente, sin ningún tipo de registro. En un día pueden juntar hasta 200 kilos de cartón. Hacen entre 3000 y 6000 pesos por día”, detalla Jonatan Castillo, que tiene 35 años y es segunda generación de cartonero: “Empecé trabajando con mi viejo en casa, jugando a separar los materiales que papá acopiaba en el fondo. Vivía en Wilde, Avellaneda, y a los 12 fui por primera vez a trabajar al basural de Villa Domínico, que ya fue erradicado”.

“Es la primera vez en mi vida que me dan un uniforme”

El Ministerio de Desarrollo Social de la Nación también da cuenta de un aumento de la cantidad de cartoneros. En su caso, del 27% entre diciembre de 2021 y fines de junio. El dato surge de los 145 mil cartoneros, carreros y recicladores anotados en el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular, un registro voluntario que ideó el Estado con el objetivo de ayudarlos a formalizar ese trabajo al promover, por ejemplo, que se inscriban en el monotributo social o hagan cursos para escalar lo que hacen.

En ese registro están anotados sobre todo los que trabajan en la recuperación de la basura de una manera organizada, principalmente en cooperativas. También quienes son alentados por movimientos sociales a buscar formalizar su trabajo de alguna manera.

Tiene 11 años y vivía de lo que encontraba en la basura, pero un joven cambió su historia

“Este mes cumplí un año en la cooperativa”, cuenta Carmen Bianco, que tiene 39 años y tres hijos, de 17, 23 y 26. El más chico está en el secundario y los dos más grandes estudian: uno, profesorado de historia y el otro, para maestro.

Carmen trabaja como clasificadora en una de las cintas que tiene la cooperativa Recicladores Unidos de Avellaneda, en el sur bonaerense. Trabaja de lunes a viernes, de 8 a 15, y dos sábados al mes. Desayuna y almuerza en la planta. Le dieron ropa de trabajo, guantes y casco. “Es la primera vez en mi vida que me dan uniforme. Cobro entre 100 mil y 110 mil pesos. La verdad es que este trabajo cambió toda mi vida para bien”, asegura.

Antes de entrar a la cooperativa, Carmen limpiaba casas de familia y trabajaba en un comedor comunitario. “No llegaba a juntar 20 mil pesos por mes. Vivíamos como podíamos y a veces nos salteábamos alguna comida”, cuenta.

En esa cooperativa de Avellaneda trabajan unas 170 personas. Entre ellos también está Rodolfo (50), que era chofer de remís, pero se sumó como recolector. Ocurre que llegan a cobrar hasta 140 mil por mes. Una parte de ese salario se cubre con el plan social Potenciar Trabajo, otra con la venta de los materiales y la restante con el plus de $10 por kilo de residuos recuperados que le paga la Municipalidad de Avellaneda.

“Cada vez que hay una crisis, hay un aumento en la cantidad de cartoneros. A veces pueden organizarse en cooperativas, pero la mayoría lo hace por su cuenta”, asegura María Castillo, una excartonera que hoy está al frente de la Dirección Nacional de Economía Popular, que depende del Ministerio de Desarrollo. Castillo empezó a cartonear justamente en una de las peores crisis de las últimas décadas: “Arranqué a fines del 2000. Era mamá de niños chicos y necesitaba ganarme la vida”.

Para Castillo, la mayoría de quienes se sumaron a la actividad en el último año son personas que perdieron el trabajo que tenían, registrado o informal. Pero destaca que también hay muchos jóvenes que terminaron la escuela y no consiguen trabajo.

La principal política pública que tiene el Ministerio de Desarrollo para este tema es el plan de Gestión Integral e Inclusiva de los Residuos Sólidos Urbanos, una estrategia de articulación con provincias y municipios para promover una gestión de los residuos que formalice el trabajo de los cartoneros. Por el momento, han logrado que 40 municipios del país incorporen este esquema.

La idea de instaurar un salario

El galpón de la calle Alberdi, en Troncos, ocupa un quinto de la manzana. El lugar abrió en septiembre del año pasado. Es de una empresa que también tiene galpones en Quilmes desde hace varios años. Walter Lento está al frente del lugar y dice que todo lo que le compran a los cartoneros se lo venden directamente a empresas que lo usan como insumos. Entre ellas está, según cuenta, Acindar, que les compra el hierro.

Walter tiene 54 años y siempre trabajó en el sector del aprovechamiento de los residuos. Uno de los cambios más grandes que se fueron dando en los últimos años, dice, es que ahora al galpón no solo vienen cartoneros que tiran de un changuito o carro. “Vienen camionetas casi cero kilómetro. Lo que antes llamábamos basura ahora tiene mucho valor. No toda la gente saca a la vereda los cartones o hierros que tiene para tirar. Los quieren vender”, describe.

La valorización de los residuos tiene varias razones. Pero la principal es que muchos de los materiales que se recuperan son útiles como insumo de las industrias. “Una papelera ya no trabaja en un 100% con papel nuevo, sino que una porción es papel reutilizado. Es decir que compra en el mercado de la recuperación de los residuos ese insumo”, explica la investigadora Romina Malagamba, doctorada en Antropología Social de la Universidad Nacional de San Martín, a cargo de la Unidad de Ciencia de Datos de Latitud R, una plataforma para la articulación de políticas orientadas al reciclaje inclusivo en América Latina.

El gran problema de esta economía circular es que los cartoneros están en la base de una cadena de valor que es rentable, explica Malagamba. “Pero en lugar de tener salarios, a los cartoneros se les paga con incentivos por lo que juntan. Están invisibilizados. Y parte de esa rentabilidad es a costa de lo poco que perciben los recicladores urbanos”, afirma.

Para Giselle Baiguera, coordinadora programática para Reciclaje Inclusivo en Argentina de Fundación Avina, sería central que la actividad de los cartoneros empiece a ser tomada como un servicio público, tal como ocurre, por ejemplo, con el sistema de recolección de residuos, que en promedio se lleva entre el 20% y el 40% de todo el presupuesto que tienen los municipios.

“Pero para que los municipios puedan pagar por el servicio de los cartoneros es necesario que haya una ley extendida del productor”, asegura Baiguera. Con una ley así, el productor pasaría a ser responsable de financiar la gestión de los residuos que genera al poner en el mercado sus productos. Entonces se les podría pagar un salario a los recicladores. En la Argentina esa ley es conocida como Ley de Envases, que en el país ya se discute en el Congreso.

Más informaciónLatitud R es una plataforma que impulsa la articulación de acciones para contribuir al desarrollo de sistemas de reciclaje que permitan formalizar y mejorar las condiciones de los recicladores de base en América Latina.La Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores representa a 1150 cooperativas que nuclean a casi 18 mil recuperadores urbanos de la Argentina.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/en-el-pais-ya-hay-mas-de-200-mil-personas-que-viven-del-aprovechamiento-de-los-residuos-de-la-nid04072023/

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