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Fuimos elegidos para darnos cuenta

Hay un silencio de distancias y de orillas esta noche. Júpiter se ha movido suavemente del este al cenit, colgado de la eclíptica invisible por los hilos de Kepler y de Newton. Hace una o dos sem...

Hay un silencio de distancias y de orillas esta noche. Júpiter se ha movido suavemente del este al cenit, colgado de la eclíptica invisible por los hilos de Kepler y de Newton. Hace una o dos semanas –ya no recuerdo– estaba en conjunción con la Luna. Ahora ya no. Solo la noche, el planeta brillante, y este raro momento de paz que ni siquiera tiene la ambición de inspirar ideas. Es una de esas pausas en las que podrías alcanzar la transparencia existencial del satori sin siquiera proponértelo.

Hay una superposición de sutilezas. No es solo el silencio, la noche y ese Júpiter lejano y sin embargo brillante. Es también el perfume fértil y voluptuoso de la primavera –que será de nuevo un poco fría, aunque más benéfica que los dos años anteriores– y de las primeras gardenias que cosecho, luego de mucho ensayo y error; es también el delicado devenir del agua contra el muelle, que está quieto y sin embargo no parece quieto; es el murmullo distante de esto que llamamos planeta, y que casi nadie ha visto así, como vemos a Júpiter, salvo en fotos. Estoy de pie en el jardín –el campito, como lo llamo, por mi impericia para el paisajismo–, y allá abajo late un universo de seres que parecen insignificantes, pero sin los cuales la vida en la Tierra sería imposible. A la escala de un grillo o de una bacteria, mi humanidad es en este momento una larga parábola que conecta todo lo que existe con la consciencia de la divinidad.

Me pregunto, cuando vuelvo a entrar en la casa, si estamos honrando la sutileza insondable del mundo, del alma humana, de nuestra naturaleza y de la naturaleza que nos dio origen y que en muchos casos hemos decidido repudiar. Por todas partes me encuentro con el mismo lamento: no hay tiempo. Pienso: no hay sutilezas sin tiempo.

Comí ayer con un amigo. Silencié el celular, lo di vuelta, me olvidé de sus reclamos espasmódicos y no miré el reloj. Fuimos dos poetas conversando durante un par de horas, sin la prisa que atropella, sin la ansiedad que marchita. También ayer, al salir, me pregunté cuánto daño nos estamos haciendo al no concedernos más esta herencia ateniense del diálogo sosegado, imaginativo, honesto. Entonces decidí ir más allá.

Nos convencimos de que alcanza con aprender a disfrutar de los pequeños placeres, y eso nos condujo a la idea malsana de que existen cosas simples. Existen cosas pequeñas, pero nada, ni lo más pequeño, es simple. Lo diré de otro modo: nada es tan simple como para no merecer una segunda mirada. Advertir y tomar en consideración las sutilezas es el gesto del espíritu que nos separa del resto de la Creación. Por el motivo que sea, hemos sido elegidos para esto, para darnos cuenta.

A pesar de mis maquinaciones, mis dos perras han optado por acostarse a dormir a mi alrededor, como la guardia pretoriana de uno que comete el pecado de reflexionar. Les envidio la facilidad para conciliar el sueño, relevadas del laberinto de las preocupaciones; las reales y las otras, las que fabrica la imaginación, más abundantes y persistentes.

Vuelvo al tiempo. Es cierto que, a medida que pasan los años, los años parecen durar menos. Pero lo que hicimos con nuestro tiempo es otra cosa. Lo evisceramos. Intentamos separar las horas y encontrar de qué están hechos los minutos. Y ahora nos encontramos con las manos llenas de segundos sin sentido, extraviados en un devenir deconstruido.

Hemos transformado el tiempo en vapor.

No sabemos ya esperar. Con desenfado le pusimos una etiqueta al mal. Dijimos que era la búsqueda de la satisfacción inmediata, y con eso creímos ponerle un bozal al Cerbero, que según Hesíodo tenía cincuenta cabezas y para Píndaro, cien. Nos hemos olvidado de la tranquilidad y de la memoria, y por lo tanto de los ritos y la trascendencia. Apenas sabemos reír, por falta de tiempo.

Me refiero a reírnos juntos; y sin eso, estamos perdidos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/fuimos-elegidos-para-darnos-cuenta-nid13122023/

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