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Hipoacusia y comunidad LGTBIQ+: dos historias de minorías ignoradas

La proximidad no siempre es garantía de visibilidad y la escucha no siempre es sinónimo de ruido. De estos temas también se habló en la edición número 14 de TEDxRíodelaPlata, el “recital d...

La proximidad no siempre es garantía de visibilidad y la escucha no siempre es sinónimo de ruido. De estos temas también se habló en la edición número 14 de TEDxRíodelaPlata, el “recital de ideas más grande del mundo” que este año juntó a más de 10.000 personas en el escenario del Movistar Arena.

En el campo de la educación inclusiva para aquellos que están pero no son vistos, Manu Mireles puede dar cátedra. Percibido como persona no binaria, a lo largo de su vida y a través de sus batallas, entendió que para hacer un cambio sustantivo en la sociedad había que empezar por la célula básica en donde se cultivan tanto la inteligencia racional como la emocional.

Por eso, bajo la premisa de ver a la educación como una aliada, en 2011 fundó “La Mocha Celis”, el primer bachillerato travesti trans no binario del mundo, una institución abierta a todas las personas, que busca dar protagonismo a un colectivo históricamente ignorado y atacado.

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“La Mocha Celis es un refugio en donde es legítimo ser quienes somos, un hogar para celebrarnos y potenciarnos en comunidad. Para pensar colectivamente en una forma diferente de vincularnos, que garantice el ejercicio de nuestros derechos y no reproduzca un sistema de valores en el que hay cuerpos y vidas que no valen”, manifestó Mireles. “Es un espacio para soñar y concretar sueños”.

La mujer explicó que el programa cuenta con programas de empleo y formación profesional, además de un área de atención en salud, una biblioteca popular y una escuela de activismos. “Tenemos egresados que dejaron la calle y hoy estudian en la universidad y trabajan”.

Mireles explica que uno de los objetivos de la institución es repensar el marco normativo, el sistema de justicia y las políticas públicas y que, con ese fin, articulan su trabajo con organismos de cooperación internacional como, por ejemplo, las Naciones Unidas. “Queremos construir una sociedad más justa e igualitaria que profundice la democracia”, señaló.

“Quiero que la educación sea una oportunidad de responder con ternura a la violencia, un lugar en el que las personas trans podamos pintar árboles de todos los colores, donde podamos respirar profundo y no se nos cierre la garganta”, finalizó. “La Mocha Celis es una carta de amor a nuestra comunidad para darnos lo que más necesitamos: esperanza”.

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Más allá del ruido: una historia de conexión interior

Desde otro lugar, Martina Angiono es otro ejemplo de habitar un mundo sin ser vista, o escuchada. “¿Alguna vez se imaginaron cómo sería no escuchar nada?”, preguntó al iniciar su charla. Ella, que nació con hipoacusia bilateral profunda, -en otras palabras: nació sorda- no tuvo que imaginárselo. “Yo sé lo que es el silencio absoluto”.

Al año y medio de haber nacido la operaron y le pusieron implantes. “Para muchos un implante es un mero aparato electrónico que se pone en la oreja y en la cabeza, que funciona como un audífono. Pero para mí es lo más parecido a un milagro. Porque al activarlo me traslado como un cohete que irrumpe en la atmósfera, a un mundo que no conocía: el de los sonidos”, dijo la adolescente.

Angiono describe al implante como un “puente que une ambos mundos: el del silencio y el de los sonidos, y que puedo usar todo el tiempo apretando un botón”.

“En mi cabeza el silencio es un bosque blanco, nevado y puro, donde en general me siento cómoda y del cual muchas veces no quiero salir. El mundo de los sonidos es una selva llena de verdes, profunda, ruidosa e intensa, en la que estoy alerta todo el tiempo y mi cabeza no para; en la que puedo escuchar música, a mis amigos y a mi familia”, amplió Angiono.

“Les confieso algo: muchas veces elijo el silencio. Me saco los implantes y me conecto con otros sentidos, y veo, huelo y siento distinto. Es una oportunidad para conversar conmigo misma sin distracciones, para ordenar mis pensamientos y disfrutar paisajes. Para frenar la película”, admitió la joven. “El silencio me invita al aquí y ahora, a resignificar las palabras y a tomar decisiones. Es como un superpoder”.

Frente a una audiencia de miles de personas sin hipoacusia, Angiono confesó preguntarse a menudo cómo es la conciencia del silencio que tienen los demás. “El silencio tiene mala fama. Cuando aparece en conversaciones puede ponernos incómodos y lo interpretamos como una alerta de que algo no tan bueno está pasando”, señaló. “Pero yo creo que si nos amigamos con ese silencio podríamos descubrir que viene a contarnos algo copado”.

“Alguien alguna vez me dijo que yo conectaba lo más alto del cielo con lo más profundo del océano, dos extremos muy alejados entre sí, casi opuestos, pero que tienen algo en común: en ambos habita el silencio”, reflexionó Angiono. “A mí me encantaría que todos se animen a disfrutar de ese cielo y de esa profundidad conmigo”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/salud/vida_sana/hipoacusia-y-comunidad-lgtbiq-dos-historias-de-minorias-ignoradas-nid15112023/

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