Generales Escuchar artículo

La desinformación siempre son los otros

Un clásico de las campañas políticas es que el perdedor atribuya su fracaso a la manipulación de los votantes. La desinformación es el argumento preferido por gente tan pagada de sí misma que...

Un clásico de las campañas políticas es que el perdedor atribuya su fracaso a la manipulación de los votantes. La desinformación es el argumento preferido por gente tan pagada de sí misma que no admite un resultado desfavorable. La esposa de Sergio Massa cierra la campaña con una denuncia de “conspiración” de unos ciudadanos contra el candidato en base a información falsa.

Para la funcionaria unos comentarios en redes sociales afectaron la reputación del candidato, más que su desempeño como ministro de economía, o la millonaria campaña publicitaria que tuvo desde el Gobierno. La maniobra de dos funcionarios de poder contra ciudadanos es abusiva por lo asimétrica y contraria a la libertad de opinión que debe primar en elecciones. Pero además está fundada en las falacias propias de la posverdad.

La funcionaria presenta como prueba algunos mensajes y el juzgado se apuró a incautar los dispositivos de los acusados. Pero la existencia de un mensaje no es en sí evidencia de su impacto ni del peso relativo que tuvieron en la campaña. De tener evidencias de que han torcido el resultado electoral, más que en un juzgado debería presentar el caso a la ciencia que aún no ha encontrado evidencias de que la desinformación tenga consecuencias.

Desde 2016, cuando cobraron fuerza los términos desinformación y fake news, científicos de todo el mundo estudian los bulos de toda la vida en el contexto digital. Hasta la fecha, los estudios confirman que la desinformación es marginal en toda nuestra actividad digital y que generalmente se concentra en enclaves hiperpolitizados. Es decir, fuera de lo normal.

Desde 2016, cuando cobraron fuerza los términos desinformación y fake news, científicos de todo el mundo estudian los bulos de toda la vida en el contexto digital. Hasta la fecha, los estudios confirman que la desinformación es marginal en toda nuestra actividad digital y que generalmente se concentra en enclaves hiperpolitizados. Es decir, fuera de lo normal

La mala información, al final del día, es un porcentaje ínfimo de la actividad digital. Los investigadores Altay, Acerbi y Mercier revisaron los estudios sobre este punto, en donde la desinformación no superaba el 5% del total de información que recibe una persona. En los Estados Unidos, la desinformación es el 0,7% al 6% de las noticias en línea y el 0,15% de la dieta mediática general. En Francia, es 4% de la dieta de noticias en línea y el 0,16 % de su tiempo total de conexión. En Alemania la desinformación es 1% de las noticias digitales y el 0,1% en el Reino Unido.

En la Argentina nadie ha hecho un cálculo honesto. La mayoría de los estudios se parecen a la denuncia de la funcionaria. Miran con lupa un caso político, generalmente en redes poco usadas por la población en general, como Twitter. Nada dicen del peso real de esos mensajes en los consumos digitales y menos demuestran efectos concretos en el comportamiento electoral. No obstante, sus deducciones exploratorias son tomadas por concluyentes por quienes recelan del debate libre.

Un estudio de Harvard Kennedy School Misinformation Review revisó 8469 artículos científicos sobre desinformación entre 2016 y 2022, de los cuales 555 incluían estudios de exposición a información errónea. Solo el 1% se ocupó de los efectos de la desinformación en el comportamiento y apenas uno (0,13%) evaluó el comportamiento en el mundo real.

Los investigadores concluyen que “ningún estudio de esta revisión evaluó el comportamiento en el mundo real al que remite la información errónea, como la adopción de vacunas o el comportamiento electoral”. Décadas de investigaciones coinciden en que hace falta algo más que información para cambiar actitudes de manera significativa. De hecho, el cambio de actitud no siempre es suficiente para inducir un cambio de comportamiento.

Una herencia que deja el populismo es la sospecha generalizada, clima social que se conoce como posverdad. Aunque la denuncia de los poderosos se base en falacias igual conlleva un recorte a la libertad de expresión. La maniobra judicial alcanza para señalar con quién es mejor no meterse.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/la-desinformacion-siempre-son-los-otros-nid10122023/

Comentarios
Volver arriba