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La Generación X no quiere ser invisible

Ni tan jóvenes ni tan viejos. Generación “sándwich”, desdibujada frente al brillo de los dos grupos etarios que la enmarcan: por un lado, los Baby Boomers, que fueron jóvenes a mediados del...

Ni tan jóvenes ni tan viejos. Generación “sándwich”, desdibujada frente al brillo de los dos grupos etarios que la enmarcan: por un lado, los Baby Boomers, que fueron jóvenes a mediados del siglo XX y aún portan la mística del hippismo, la épica setentista, la euforia yuppie; por el otro, los millennials, nativos del mundo digital, bellos, mimados y feroces a la hora de criticar las torpezas de quienes los antecedieron. Entre unos y otros, los que hoy rondan los 50 y alguna vez también creyeron ser cool: corría el año 1991 y el escritor canadiense Douglas Coupland publicó la novela Generación X, sobre un grupo de veinteañeros que vivía al sur de California. Muy poco después vendría la película basada en ese libro, dirigida por un joven Ben Stiller y protagonizada por Winona Ryder y Ethan Hawke. Eran los 90, todavía gustaban ciertos raros peinados nuevos, el punk dejaba su huella y a los chicos que amaban el grunge de Nirvana o Pearl Jam apenas les preocupaba la madurez que los esperaba a la vuelta de la esquina.

La novela de Coupland bautizó a una generación que hoy se descubre habitante de un territorio tan gris como paradójicamente requerido: los de 40 y 50 son los que hoy por hoy deben ocuparse tanto de cuidar a sus mayores (la extensión de la expectativa de vida hace que personas de cada vez más edad deban cuidar a padres o madres mucho mayores) como de acompañar, incluso financieramente, a más de un díscolo millennial. Pero se sabe: nada menos sexi que aquello que tiene que ver con los cuidados.

La Generación X, dicen el filósofo Tomás Balmaceda y la periodista Miriam De Paoli, es “la generación que menos interés despierta”. Aún más –y aunque quizás suene excesivo–: aseguran que quienes tienen entre 45 y 65 años integran un sector social “históricamente silenciado” y más bien ignorado por un universo cultural y económico que solo tiene ojos para los contemporáneos del boom informático.

El covid fue el virus que nos terminó de hacer digitales, nos vimos obligados a incorporar el zoom y cantidad de otros recursos. Tenemos una resiliencia y una adaptabilidad que los más jóvenes no tuvieron que atravesar. ¿Por qué nadie está hablando de lo mucho que podemos hacer y lo mucho que podemos traer a la mesa para discutir y generar valor?

Tomás Balmaceda

De Paoli y Balmaceda se tomaron tan en serio la cuestión que escribieron un libro, Generación invisible (Galerna), donde se proponen desmontar algunos mitos y problematizar algunas cuestiones.

Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos de generaciones? “Nosotros que nos creemos tan deconstruidos hablamos de generaciones y repetimos sesgos –comenta De Paoli–. Cuando en realidad el concepto ‘generación’ nos sirve para tener una idea, registrar en qué marco histórico creció una persona. El resto son mochilas personales”.

A grandes rasgos, puede decirse que, más que compartir una fecha de nacimiento, lo que define la pertenencia a una generación es haber compartido determinados fenómenos o procesos históricos. La idea de generación, cuya mayor utilidad tiene que ver con el análisis sociológico, sirve para clasificar a grandes rasgos procesos que suelen implicar entre 14 y 20 años.

De este modo, en lo que va del siglo XX a la actualidad, se pueden trazar los rasgos de cinco generaciones: la Generación “silenciosa” o de preguerra, nacida antes de la Segunda Guerra Mundial; los Baby Boomers, nacidos entre 1945 y 1965; la Generación X, nacida entre 1966 y 1979; los Millennials, nacidos entre 1980 y 1996 (hoy, la población más numerosa del planeta) y los centennials o Generación Z, nacidos entre 1996 y 2000.

Versátiles

Más allá de categorías sociológicas, De Paoli y Balmaceda tienen un sistema rápido como para que cualquiera registre con qué generación se identifica. Sobre todo, ponen el acento en ciertos consumos culturales. ¿Infancia y adolescencia vividas entre libros de papel, blocs de nota, cuadernos y lápices? ¿Comunicaciones mediadas por carta, teléfono de línea, fax… pero también beeper, SMS y WhatsApp? ¿Videoclub y DVD? ¿Mensajes personalizados en un contestador automático? ¿Tiempo de espera hasta que una foto es revelada? El listado sigue, pero cualquiera que sepa para qué servían y cómo se utilizaban cada uno de los términos y elementos mencionados (y, sobre todo, los vincule a recuerdos personales), seguramente sea un X.

Después de publicar Cultura de la influencia íbamos a charlas con Juan, el otro autor, que es el más joven de nosotros tres. A Tomás y Juan les hacían las preguntas más high, y a mí las de la teoría... Yo me iba dando cuenta de que la gente, sin querer, pensaba: ‘¿qué pinta esa mujer de 50 acá?

Miriam De Paoli

Justamente, en ese recorrido –un impresionante tránsito entre cambios tecnológicos veloces e imparables– Balmaceda y De Paoli ven uno de los méritos de los X que nadie, ni los mismos integrantes de esa generación, parece valorar.

“Los que rondamos los cincuenta tenemos la cultura del papel y a la vez desarrollamos nuestras carreras productivas en un entorno digital. Somos emigrantes digitales, pero migrantes tempranos. Sin embargo, no vemos lo atractivo que es ese mix”, dice Miriam. Y Tomás agrega: “El Covid fue el virus que nos terminó de hacer digitales, nos vimos obligados a incorporar el zoom y cantidad de otros recursos. Tenemos una resiliencia y una adaptabilidad que los más jóvenes no tuvieron que atravesar. ¿Por qué nadie está hablando de lo mucho que podemos hacer y lo mucho que podemos traer a la mesa para discutir y generar valor?”

Evidentemente, Balmaceda y De Paoli sabían de qué hablaban cuando decidieron escribir Generación invisible. Y no solo porque por fecha de nacimiento, consumos y trayectoria, ambos se sientan parte de esa generación en cuestión.

Doctor en Filosofía, Tomás es docente universitario y periodista; se lo puede escuchar a través del podcast Algo que no sabías y, entre otros libros, escribió Filosofía on demand (Galerna). Miriam es periodista, tiene experiencia en gestión de ONGs, creó No Pausa, espacio dedicado a pensar de otra manera el climaterio y la menopausia (@nopausaig) y cofundó LongData8 Latam, donde investiga el fenómeno de la longevidad. En 2022 De Paoli, Balmaceda y Juan Marenco publicaron Cultura de la influencia (Marea), un libro donde indagan en el circuito y la figura del influencer, y mucho de lo experimentado al realizar esa investigación –ligada a un territorio tan millennial– los impulsó a reflexionar sobre las circunstancias de su propia generación.

“A partir del estudio del mundo influencer nos empezamos a enfrentar con influencers digitales, pero también con audiencias donde algo que sucede es que nos dicen ‘¡no pareces de la edad que sos!’ Y es algo que puede parecer un piropo, pero en realidad es un insulto, de alguna manera minimiza nuestra biografía, porque no llegamos acá de accidente”, dice Tomás. Miriam, entre risas, rememora: “Después de publicar Cultura de la influencia íbamos a charlas con Juan, el otro autor, que es el más joven de nosotros tres. A Tomás y Juan les hacían las preguntas más high, y a mí las de la teoría... Yo me iba dando cuenta de que la gente, sin querer, pensaba: ‘¿qué pinta esa mujer de 50 acá?’”.

Más allá de que ahora la situación le cause gracia, en ese momento algo empezó a hacer ruido. “Me siento parte de una generación invisible”, le dijo Miriam a Tomás. Y no necesitaron mucho más para ponerse a trabajar en el tema.

Hay dos conceptos que llaman la atención en Generación invisible. Uno es “anfibios”. Balmaceda y De Paoli califican así a la generación que, como los seres capaces de vivir en el agua y en tierra firme, posee destrezas tanto propias del mundo letrado –desde el pensamiento crítico a la versatilidad– como del mundo digital. Ahí, dicen, hay un tesoro que pocos están poniendo realmente en valor.

El otro concepto, más llamativo, es el de “generación unicornio”. Di Paoli explica: “Con Tomás le dimos forma al concepto. El unicornio es una criatura mítica, que no existe. Lo mismo pasa con nuestra generación. Yo no puedo mirar a mi mamá para saber cómo es tener 50 años hoy. Entre otras cosas, somos la primera generación que retrasó el reloj de la maternidad. Yo tengo 53 años y una hija de 12. Cuando voy al colegio a buscarla, ser mamá de más de 50 no es la excepción, pero tampoco la regla. Vas viendo cambios en la sociedad que todavía se están procesando”.

Uno de esos cambios tiene que ver con la posición frente a la vejez. Hace unos meses se viralizó una frase de la actriz y modelo Andie MacDowell: “Quiero ser vieja. Estoy cansada de tratar de ser joven”. Por si quedaran dudas MacDowell, de 64 años, refrendó: “Estamos iniciando una etapa final de la vida, no tenemos tiempo que perder sintiendo vergüenza”.

Camino al andar

A eso, dejar de tener vergüenza por el simple hecho de, al fin y al cabo, seguir vivos, los autores de Generación invisible lo llaman “salir del clóset”. Decir abiertamente la edad, dejarse de vueltas. “Y poner un límite a eso de que los ‘50 son los nuevos 40′, sonríe De Paoli.

“Envejecer hoy es tan aterrador como apasionante. Porque no están escritas las reglas –reflexiona Balmaceda–-. Todos los días debemos escribir cuál va a ser nuestra vejez. Ir construyéndola con acciones y evitando la mala fe, sin mentirnos y sin pensar que estas discusiones se pueden patear para adelante… porque son discusiones urgentes. El camino que vamos a recorrer no lo recorrió nadie. Eso puede paralizar, pero tenemos que encontrar la manera de que sea un espacio de oportunidades: de negocio, de reinventarse, de estudiar de nuevo, de rearmar una familia. Nuestros abuelos, de los 65 a la tumba tenían el camino marcado; nosotros no, ese camino no existe, lo estamos haciendo”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/generacion-x-hartos-de-ser-invisibles-nid02072023/

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