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La mente que sueña fabrica mundos

Supongo que a todos les pasa lo mismo, así que no me voy a poner en gurú metafísico; además la metafísica, en mi mundo, es el nombre que le pusieron a los libros de Aristóteles que venían a ...

Supongo que a todos les pasa lo mismo, así que no me voy a poner en gurú metafísico; además la metafísica, en mi mundo, es el nombre que le pusieron a los libros de Aristóteles que venían a continuación (metá) de los relacionados con la física.

Como sea, más tarde o más temprano descubrimos que uno de los momentos en los que más ideas se nos ocurren es inmediatamente después de despertarnos. Para cuando bajaste a desayunar ya es tarde. Hablo del preciso instante en que la consciencia, desorientada, recobra el mando; y no dura mucho más de dos o tres segundos. ¿Cinco? Algo así. Lleva incluso algún tiempo descubrir que en esa interfase entre el sueño y la vigilia hay un ecosistema, como el que habita en las riberas de los ríos y lagunas, que ya no pertenece al mundo onírico y que todavía no incumbe del todo a esa realidad a la que, tras un vasto acuerdo entre partes, hemos decidido confiarle nuestros trabajos y nuestros días.

Por lo menos la mitad de las pequeñas e inocentes revelaciones cotidianas se me ocurren en esos pocos segundos del despertar. Conviene estar atento y tener a mano un anotador. Es un estado efímero.

Y es asimismo un pasaje tan extravagante como inevitable. Vamos a despertarnos, nos guste o no. Incluso si nada nos reclama, un domingo lluvioso o el primer día del año, de todos modos, inexorablemente, nos despertaremos. Es una de las cartas marcadas con las que juega esto que llamamos realidad. No podemos probar que la realidad sea real, pero sabemos de su tenaz impertinencia. Se parece, el despertar, al confuso regreso de unas vacaciones exóticas. Debemos quitarnos los ropajes insólitos que hace un momento vestíamos en escenarios foráneos y deslizarnos una vez más en nosotros mismos. ¿Somos los mismos después de soñar?

No lo creo. Pero no quiero distraerme. Uno de estos días, cuando el carnaval vistoso y ciclópeo de mis sueños se desvaneció y regresé aquí, donde escribo las cosas que sueño, se me ocurrió algo: a lo mejor todo ese lujo visual y esos largos viajes sin sentido no son sino la mente intentando imitar la realidad. Puede que los mundos oníricos sean surrealistas y disparatados, pero son. Los atravesamos cada noche. La ciencia tiene un número de teorías sobre su función. Es asunto fascinante, pero lo que me pregunto es por qué no soñamos con un poco más de recato, con menos escenografía abigarrada, con actores menos tirados de los pelos. Habrá, como dice parte de la psicología, expresiones de deseos y mensajes cifrados. No me cabe duda. Los sueños son un camino hacia nuestro laberinto interior, y por lo tanto un salto al vacío. ¿Pero es necesario tanto boato y detalle? Comparada con algunos de nuestros sueños, la más cara de las pochocleras de Hollywood parece un humilde ejercicio de taller de cine.

¿Por qué? La respuesta con la que choqué una de estas mañanas, nada más despertarme, fue que cuando nos dormimos y la mente pierde contacto con una realidad a la que aferrarse, la fabrica. Se fabrica un mundo. Liberada de sus ataduras la mente de los humanos sueña que es la mente de Dios. Nadie nunca, que se sepa, llegó hasta los confines del mundo de los sueños y dijo “OK, acá termina el universo fabricado por la mente dormida”. Lo mismo pasa con el cosmos. No sabemos dónde termina. Ni sabemos muy bien qué es.

Por supuesto, si están pensando en Calderón, viene a cuento. Sería, esta idea, su antítesis, y el sueño, una jactanciosa imitación de la vida, a veces desvergonzada, a veces procaz, angustiante, provocativa o aterradora. Pero en ocasiones la mente que construye mundos puede incluso vislumbrar el futuro. Tenemos entonces, como los tenía a menudo mi madre, sueños premonitorios. Abrí los ojos, aturdido por tal ocurrencia, y recordé el ambicioso experimento de Dunne, que Borges recomendaba. Después de todo, pensé, perplejo, quizá no sea una fabricación. Quizá sea una intervención.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/la-mente-que-suena-fabrica-mundos-nid22112023/

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