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La selección argentina vive en estado de gracia: venció a Paraguay con la simpleza y la pureza de permitirse jugar a la pelota en la escena más profesional

Demoledor. Nada de números; se trata de formas y de convicción. La selección argentina domina sin contemplaciones. Golpea con tanta vehemencia que reduce el resultado a una anécdota, porque a P...

Demoledor. Nada de números; se trata de formas y de convicción. La selección argentina domina sin contemplaciones. Golpea con tanta vehemencia que reduce el resultado a una anécdota, porque a Paraguay lo aplastó más allá del 1-0. Se apropió de todo, con la autoridad del campeón del mundo. Fue dueño de la pelota, de los lujos, del protagonismo y hasta de la historia, porque desde hacía 11 años no vencía a este rival por eliminatorias (y 50 por esa competencia jugando en Buenos Aires). Se propone a cada paso consolidar su estatus y no se detiene: apenas perdió un partido de sus últimos 50. La descripción más perfecta de lo que este equipo genera se traduce en los aplausos de la gente; no en los gritos, sino en esos aplausos que en el desenlace expresaron respeto y admiración.

Si hay que pensar en un ejemplo claro de la evolución deportiva, hace falta mirar a la corona conseguida en Qatar, que no hizo más que multiplicar su talento, potenciar su intelecto, consolidar los rendimientos individuales e irradiar seguridad. Despeja las equis con una facilidad que impacta. Si debía mostrar que también sin Lionel Messi es un equipo de altísimo nivel, envió la primera señal en la victoria sobre Bolivia (3-0) en La Paz. Y ahora, en la cita con Paraguay, cuando la cuestión podía suponer un problema de otra categoría, resolvió con tanta facilidad que gente que llegó al Monumental con el objetivo de ver en acción al capitán y se derritió cuando lo anunciaron en los altoparlantes, recién se acordó de que el 10 estaba en el banco de los suplentes cuando terminaba el primer acto del show que brindó el campeón del mundo en su tercera cita de las eliminatorias rumbo al Mundial de 2026.

Nada es casual en este equipo. Se estudia cada movimiento, se evalúa cada potencialidad, se selecciona cada pieza con cuidado porque lo que se pretende de este grupo de futbolistas es que luzca voraz en cada centímetro de la cancha. Y cuando Lionel Scaloni pronunció antes de este juego que la selección debía ser un “plantel con hambre”, sus muchachos respondieron con momentos de mucho fútbol y lucieron insaciables. Porque no sólo tienen un deseo irrefrenable por recuperar la pelota, sino que además cuando la poseen jamás detienen su búsqueda; con sus formas van y van sin moverse ni un ápice de su convicción.

Todo tiene sentido en lo que produce este equipo. Su estado de gracia es tan potente que consigue lo que se propone y ofrece lo que desde fuera se espera. Porque impone condiciones, y lo hace con una distinción que eleva su condición de potencia en el universo del fútbol. Con el ADN de este deporte, con la simpleza y la pureza de permitirse jugar a la pelota en la escena más profesional. Por eso, cuando este equipo se expresa, sólo hay que escucharlo, sin emitir sonido.

Bien vale ver cómo logró ponerse en ventaja. Con un gol que dibujó el staff técnico de Walter Samuel, Roberto Ayala, Pablo Aimar y Matías Manna; que eligió el DT, y que los futbolista ejecutaron aplicadamente. Rodrigo De Paul supo exactamente dónde debía ubicar el balón para encontrar una grieta en el rival, Cuti Romero cumplió con la “cortina” asignada para liberar a un compañero y Nicolás Otamendi cumplió la indicación de ir hacia el sector donde podía encontrar una ventaja y finalizó la jugada de laboratorio con un derechazo de volea. Una resolución que mostró que este equipo es hoy el que mejor comprende el juego en el mundo. Simplemente, todos deben confiar en la propuesta.

Lo que genera la selección argentina excede un resultado deportivo. El espectáculo que montó en el Monumental ante Paraguay estuvo muy por encima del 1-0. Porque sacó de la escena a su adversario con tanta naturalidad y tanta solidez que nadie pareció lamentarse por la cantidad de situaciones que no logró finalizar el local. No sólo porque ofensivamente tiene un abanico de recursos que abruma y encanta, sino también porque atrás parece tan seguro que luce inexpugnable. Tanto que Emiliano Martínez cumplió 622 minutos sin recibir goles, la serie más larga en la historia del seleccionado (el antecedente era de 1998: Germán Burgos tenía 608 minutos).

Suma y suma sin detenerse la selección. Deja atrás registros, como uno de Scaloni: el santafesino volvió a superar en el tablero a otro entrenador argentino, en este caso Daniel Garnero, y la cuenta ya da 13 victorias y 4 empates ante sus compatriotas colegas. El DT no quiere pensar en eso, porque lo único que lo interesa es que nadie se relaje. Por eso recién sobre el final del partido se lo vio aplaudir a sus muchachos, cuando no dejaban de hacer circular la pelota y la gente gritaba “ole” y “ole”, como en casi toda la noche. El hombre de Pujato no quiere confundir el objetivo, que es ganar y ganar. No dejar de hacerlo. Por eso también administró la carga de Messi: necesita de su capitán en la cancha y fuera de ella. Hacer equilibrio en esta historia es otra muestra magnífica del material del cual está hecho este plantel.

No importan los nombres, porque todos saben qué hacer, todos colaboran para ofrecer la mejor versión. Alexis Mac Allister, Julián Álvarez, Cuti Romero, Dibu Martínez, Messi... La selección argentina deja claro a cada paso que se trata de un equipo, con todo lo que eso implica en el mundo del deporte.

Compacto de Argentina 1 vs. Paraguay 0

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/la-seleccion-argentina-vive-en-estado-de-gracia-vencio-a-paraguay-con-la-simpleza-y-la-pureza-de-nid12102023/

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