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La supervivencia del empate hegemónico

Impedida de competir por su autopercepción derrotista, Cristina Kirchner mantiene sus condiciones de influencer que alinea a un tercio del país con sus opiniones.El último de sus logros f...

Impedida de competir por su autopercepción derrotista, Cristina Kirchner mantiene sus condiciones de influencer que alinea a un tercio del país con sus opiniones.

El último de sus logros fue subir el precio de Javier Milei hasta instalar entre su gente la idea de que ya no hay dos grandes coaliciones, sino tres. Es también una forma de inquietar a sus verdaderos adversarios, los precandidatos de Juntos por el Cambio, atribuyendo el crecimiento que venía registrando en los sondeos el anarcolibertario a la declinación opositora.

La vicepresidenta reclama una vez más el manejo monopólico de la lapicera para armar la oferta electoral

Detrás de esa lectura se esconde un reconocimiento más importante: le está diciendo al peronismo que puede quedar tercero, ajeno a la pelea por la presidencia, que se resolvería en el ballottage. Sería el peor resultado electoral de su historia.

Es un mensaje de Cristina a un peronismo que ha vuelto a disgregarse, ante el cual agita el fantasma del descenso. No se trata solo de perder una elección presidencial, circunstancia por la que el peronismo ya pasó tres veces en los últimos 40 años. La vicepresidenta reclama una vez más el manejo monopólico de la lapicera para armar la oferta electoral. Es lo que consiguió en 2019, cuando puso con el dedo a Alberto Fernández y a ella misma, con los resultados conocidos: el triunfo electoral, sí, pero el fracaso del gobierno, un empeoramiento de los indicadores económicos y sociales, la fragmentación del oficialismo y ahora la posibilidad de un cambio de mando.

Descontadas las maniobras que Cristina hace y seguirá haciendo para retener el control de la coalición oficialista y evitar su eventual retirada del poder, subyace una realidad menos cambiante, aun cuando el voto a Milei lo consolide como un tercer actor con chances.

La Argentina política corre el enorme riesgo de mantener, por otros cuatro años, el invalidante empate hegemónico entre las dos grandes fracciones que se han alternado en el poder en los últimos años. El crecimiento de la oposición republicana impidió, durante la última presidencia de Cristina Kirchner, el avasallamiento de las instituciones. A su vez, el peronismo en el Congreso y una oposición visceral expuesta en violentas manifestaciones por parte del kirchnerismo hicieron imposible cualquier acuerdo duradero durante la gestión de Mauricio Macri.

Milei es atractivo por su violencia y capta a quienes creen que los problemas se resuelven eliminando al objeto que lo padece

El fenómeno del empate hegemónico, estudiado por cientistas políticos y aplicado también a otros momentos del pasado argentino, tiene en su última versión un condimento aún más dramático: los problemas crecen y estallan en inflaciones desbordadas y empobrecimientos recurrentes ante la completa inoperancia de quienes gobiernan y se oponen en forma rotativa.

El agigantamiento de la división hasta hacer imposible la más elemental conversación entre las partes es un muro que impide buscar soluciones aun en cuestiones en las que las ideas no se interponen. Milei apareció para proponer eliminar el sistema político no por la vía de una conciliación, sino bajo la forma de su completa destrucción. El libertario es atractivo por su violencia y capta a quienes creen que los problemas se resuelven eliminando al objeto que lo padece. Gana votos por cómo lo dice más que por lo que dice, en una escalada que puede agotarse en una gran catarsis en las elecciones primarias solo si las dos grandes alianzas mejoran en forma significativa su oferta a los votantes.

Todavía quedan por resolver las graves peleas internas que ponen en duda el triunfo de Juntos por el Cambio y complican la retirada ordenada que esperan lograr las distintas variantes del peronismo. Y es aún difícil establecer quiénes surgirán de las elecciones primarias del 13 de agosto para competir en las generales del 22 de octubre.

Sobrado de candidatos sin registros previos que permitan pensar que está en condiciones de retener el poder, el laberinto peronista no es mejor

Sin embargo, ya se pueden estimar escenarios posibles según las condiciones económicas en las que se encuentre la Argentina. Si se desestima una crisis en medio de la campaña, pero se asume que el Gobierno no tendrá condiciones para bajar la inflación, podemos presumir que Milei captará el voto de una legión de enojados que en las elecciones primarias mermará en mayor medida a Juntos por el Cambio, pero que también dañará al peronismo.

Con Patricia Bullrich en ascenso sobre Horacio Rodríguez Larreta cuando aún falta mucho por recorrer, queda también por ver cómo ambos candidatos cierran antes del 24 de junio con al menos una fracción cada uno del radicalismo para completar sus fórmulas.

Sobrado de candidatos sin registros previos que permitan pensar que está en condiciones de retener el poder, el laberinto peronista no es mejor. Más allá del sombrío augurio de los tres tercios de Cristina, el peronismo conservará un poder de fuego para nada desdeñable. Aunque fracase, su gran apuesta será concentrar su poder manteniendo la provincia de Buenos Aires. En el Congreso será como mínimo una fuerte segunda fuerza en Diputados y hasta podría seguir al frente en el número de bancas en el Senado, cuyo control ejerce desde 1983.

A la inversa, aun si fuera derrotado, Juntos por el Cambio también mantendrá un número muy parecido al del peronismo en ambas cámaras. El batacazo de Milei, si se concreta, implicaría que el próximo sea el presidente con menos cantidad de bancas propias en el Congreso en la historia argentina.

Más que un empate hegemónico, sería un trío de mutuas impugnaciones. En todos los casos, el próximo presidente quedaría obligado a negociar y buscar consensos en medio de una cruel realidad, que le dará pocos meses para encauzar la economía.

Rodríguez Larreta convirtió su eje de campaña en la construcción de esos consensos y desde entonces la ventaja que tenía empezó a desdibujarse. Una sociedad enojada impone candidatos vociferantes que prometen dureza. Bullrich encaja mejor en ese clima.

Justo cuando la lógica indica que los candidatos deben empezar a sumar votos, los argentinos piensan en dividir en muchas partes sus preferencias. Algo está mal y no funciona.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/la-supervivencia-del-empate-hegemonico-nid26052023/

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