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Las razones que la razón no entiende

Anteayer, Rocket, nuestra nueva perrita, empezó a exhibir síntomas inquietantes. Rocket es, como los demás animalitos aquí, adoptada. No lo sabíamos en el momento, pero al hacerle su primer ch...

Anteayer, Rocket, nuestra nueva perrita, empezó a exhibir síntomas inquietantes. Rocket es, como los demás animalitos aquí, adoptada. No lo sabíamos en el momento, pero al hacerle su primer chequeo veterinario nos enteramos de que era un pastor belga malinois. Flojo de papeles, por supuesto, cosa que nos tiene enteramente sin cuidado. Eso sí, los genes de guardiana, que son característicos de esta raza, le llegaron intactos, porque mira la tele y les ladra a los perros y otros seres sospechosos que ve en la pantalla. Es un espectáculo cuando mira tele; sería el sueño de un youtuber.

Este lunes a la nochecita, a Rocket se le hinchó la boca y unos minutos después estaba restregándose contra todo y salivaba copiosamente. Su responsable inscripta se pegó el susto del año y salimos corriendo al veterinario. En realidad, no había ninguna de las señales de alarma clásicas (convulsiones, vómitos, desmayos, dificultades para respirar), y, visto su hábito de cazar cualquier cosa que se mueve, daba todo el aspecto de una picadura de araña (ya había caído el sol, así que un himenóptero era menos probable).

Por supuesto, como corresponde a toda historia decente, el veterinario más cercano (10 minutos) ya había cerrado, así que tuvimos que volar a Tigre, con Rocket quejándose un poco y su madre adoptiva a cuatro milímetros de la crisis nerviosa. Nos llevó media hora, gracias a los que conducen como si fueran los últimos humanos en la Tierra.

Resumo. Para cuando nos atendió el veterinario –muy profesional y amoroso–, a Rocket ya casi se le había pasado casi todo y, por fortuna, con un corticoide y un analgésico, al día siguiente volvió a comer y ya estaba lista para que la pique otra cosa. Esa noche, su dueña confesó que el estrés “la había dejado molida”.

Me puse a pensar entonces en el inmenso absurdo del amor. ¿Qué amamos cuando amamos? ¿Qué protegemos cuando protegemos? Como estoy muy fogueado en esto de correr al veterinario a cualquier hora, incluso con emergencias gravísimas, pude tomar un poco de distancia de la escena. A Rocket le molestaba su boca, pero, fuera de eso, su vida no corría peligro; su dueña, en cambio, estaba desesperada y la observaba todo el tiempo. Pasó una hora y media vigilando un perrito de los que hay cientos de miles abandonados o buscando un hogar, por todos lados todo el tiempo. ¿Qué tienen los fanáticos de la razón para decir sobre semejante sinsentido? En la misma semana en la que adoptamos a Rocket nos ofrecieron otra media docena de cachorros. ¿Por qué Rocket? ¿Por qué amás a tu cónyuge? Hay 8000 millones de seres humanos en este planeta. No me vengan con que elegimos. Es imposible. Ni, por favor, traigan a colación el destino. Mucho menos los astros, se los ruego.

Volví a mirar alrededor. Rocket y su tutora o encargada no eran el único par en esa situación. Había un señora con un pequinés; una nena con un gatito de días; un muchacho con un perrazo grandote y creo que ya mayor, y una chica con una gata que miraba todo con ojos atónitos. Por supuesto, había allí historias únicas, como las hay detrás de cada familia, y había vínculos. Nada nuevo, somos seres que establecemos vínculos. Y esos vínculos son abrumadores. ¿Qué explicación tiene eso?

El cansancio fue el resultado de la adrenalina y el cortisol. Nervios. Estrés. Pero creo que la razón de una reacción tan intensa solo se encuentra en que cuando amamos a otro amamos a todos. No era Rocket. Eran todos los perritos que andan por ahí a la buena de Dios. No es tu familia, son todas las familias. La visión romántica del amor confunde, porque lo equipara al odio, que se presenta como su hermano gemelo y opuesto. “Hiere al primero, y el segundo te matará”, dice el refrán. Un error imperdonable. El amor es la expresión más alta de nuestra humanidad. Es nuestra redención, nuestra razón de ser, y es también invencible. Prueben de sacar el amor del mundo. ¿Qué nos quedaría?

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/las-razones-que-la-razon-no-entiende-nid06122023/

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