Liga Profesional: el bronce tampoco alcanza como escudo para los directores técnicos
La gloria pasada, los títulos, las vueltas olímpicas, los festejos y las sonrisas repentinamente se esfuman. La sombra y la pesadumbre envuelve el ambiente y la felicidad con la que se vivió un ...
La gloria pasada, los títulos, las vueltas olímpicas, los festejos y las sonrisas repentinamente se esfuman. La sombra y la pesadumbre envuelve el ambiente y la felicidad con la que se vivió un tiempo atrás no alcanza como defensa. El fútbol argentino se rige por reglas cada vez más extrañas, los ciclos son devorados con una velocidad que asusta y por esa razón la tarea de director técnico es un trabajo de riesgo.
La Liga Profesional desanda la 19na jornada y 13 de los 28 equipos que la componen ya cambiaron de entrenador. Los dos últimos, Ricardo Gareca en Vélez y Lucas Bovaglio, en Instituto, exponen de modo diferente la crítica situación: el Tigre, ídolo contemporáneo en Liniers, se marchó en medio de muestras de cariño, lo que refleja hasta dónde afecta a la persona la famosa silla eléctrica; el rafaelino devolvió después de 16 años a los cordobeses a la elite del fútbol nacional, pero el logro no alcanzó para completar un torneo en primera.
Tres meses apenas duró la segunda experiencia de Gareca en Vélez. Un arribo que generó ilusión, entusiasmo, porque bajo su mando el club ganó cuatro títulos entre 2009 y 2013, aunque el nuevo ciclo tuvo un recorrido de 12 partidos. La derrota con Belgrano, en Córdoba, el sábado pasado, fue la última función para quien ahora parece un entrenador obsoleto, cuando hasta marzo pasado su figura era codiciada y ponderada por muchos.
“Estamos hablando de un club especial para mí, en todos los aspectos. Me remonta a muchos acontecimientos de mi vida: de chiquitito, pasando por diferentes etapas de jugador y de técnico”, relató el Tigre en la conferencia de prensa de despedida. El dolor por no encauzar el rumbo lo atravesó y el apego por el club es tan grande que la campaña le afectó más allá del resultado. La presión a la que se someten los cuerpos técnicos se convirtió en algo extremadamente dañino para quienes ejercen la función.
En la charla, en la Villa Olímpica, Gareca desestimó que se haya descompensado tras el partido con Belgrano y que esa fuera la causa de la suspensión de la atención a los medios. Sí, se hizo tomar la presión, porque tenía un dolor de cabeza insoportable. Tampoco se presentó al entrenamiento de anteayer, la decisión de no continuar estaba tomada. “En general, no soy de irme de ningún lado, porque soy de respetar el contrato hasta las últimas consecuencias. Pero vimos y entendimos que éste era el mejor momento al no darse los resultados y no darse lo que realmente teníamos que dar, debido al gran sacrificio que hizo el club para poder contratarnos. Esa es la responsabilidad que asumimos y creo que Vélez está para más”, explicó el DT.
“Yo no forzaría nada que tenga que ver con resultados, porque yo siempre quiero lo mejor para Vélez y lo mejor es alejarme. Vengo de un proceso de muchos años, con otra metodología de trabajo e intentamos adecuarnos al día a día, pero no quiero hacer ningún experimento con Vélez: quiero que Vélez pueda manejarse y resolver de la mejor manera. Más allá de la insistencia de Bassedas , de lo que pueda suceder con los hinchas, es el mejor momento para que venga un entrenador que pueda encaminar la cosa”, apuntó Gareca, que devolvió a Perú a los Mundiales, tras 36 años, y que era el candidato elegido por la Federación Ecuatoriana de Fútbol para tomar las riendas, tras la partida de Gustavo Alfaro, luego de que el rafaelino no renovara, después de la Copa del Mundo de Qatar 2022.
Un paso al costado a pesar del clamor popular, porque los hinchas nunca le apuntaron al Tigre por el flojo presente. En la autoconvocatoria de simpatizantes que se realizó el domingo en la sede –obligó a la suspensión de un partido de futsal–, los jugadores y la comisión directiva que lidera el presidente Sergio Rapisarda fueron los blancos del descontento. Los aplausos, los abrazos y los pedidos de fotos de los socios en la despedida en la Villa Olímpica, el reconocimiento que se llevará el Gareca, al que el bronce no logró evitar la frustración.
“Si todo lo que tuvimos que transitar este año era para vivir esto, valió la pena”, aseguraba Bovaglio, por el ascenso a primera, el 19 de noviembre del año pasado. Una campaña memorable e histórica de Instituto, con 24 triunfos, 14 empates y seis derrotas, que se selló con el abrazo emocionado entre el presidente Juan Manuel Cavagliotto, el mánager Federico Bessone y el DT. El nuevo escenario, en cambio, se sostuvo por 19 jornadas: los números en rojo empujaron a la Gloria al anteúltimo lugar en la tabla de los Promedios, situación que provocó el corte, tras una charla entre los mismos tres actores de aquella comunión, luego de la vuelta olímpica en Alta Córdoba.
“Cuando al equipo le hacían un gol hasta el lenguaje corporal era de un equipo golpeado. La confianza la da los resultados y no los estábamos consiguiendo. Todo nos estaba costando demasiado, por eso dije que si consideraban que llegábamos hasta acá no me iba a poner a patalear”, señaló Bovaglio, que en marzo y antes del clásico con Talleres había renovado contrato hasta 2024, pero al que la gloria no le resultó eterna.
Los nombres se acumulan en la lista de despedidos y renunciantes en la Liga Profesional, el tiempo para trabajar un proyecto es cada vez menor y lo único que termina sirviendo es el resultado.