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Llegar al poder para seguir en el pasado

La campaña electoral no alcanzó las costas porteña y bonaerense, donde los precandidatos nadan y se chocan como cornalitos enardecidos, y los ciudadanos ya tienen un hartazgo parecido al de los ...

La campaña electoral no alcanzó las costas porteña y bonaerense, donde los precandidatos nadan y se chocan como cornalitos enardecidos, y los ciudadanos ya tienen un hartazgo parecido al de los pescadores que se pasan horas esperando media señal con la caña en mano, pispeando la quietud de la línea, sabiendo que no habrá pique ni de milagro.

Hasta los candidatos más improbables de ocupar una concejalía saben que son tiempos de usar los medios periodísticos para hacer campaña. Desde que José Octavio “Pilo” Bordón y Carlos “Chacho” Álvarez rompieron con el peronismo, allá por 1995, para intentar evitar la reelección de Carlos Menem, las candidaturas fueron más mediáticas que partidarias. Quizás la historia llegue a marcar aquella contienda como la que terminó con los partidos y se impusieron las figuras que mejor aprendieron a ser “coucheadas” por consultores de imagen y comunicación.

Elisa “Lilita” Carrió, creadora de varios partidos, o Javier “León” Milei, que hasta ahora solo es un rugiente solitario tratando de conquistar el poder, saben bien que 10 minutos en la televisión o en la radio valen más que cualquier campaña. Y cuestan menos. Su “carisma mediático” les sale gratis. Y su verborragia ocurrente genera una catarata de rebotes en cadena.

De forma alternativa, el periodismo es un aliado estratégico o un enemigo natural de los políticos. Mientras están en campaña, tanto para ser reconocidos hasta en la verdulería del barrio como para captar más votos, los políticos se sienten a gusto con los periodistas a los que luego denostarán cuando, ya sentados en algún sillón de poder, les cuenten sus defectos, les recuerden sus promesas incumplidas o les sigan con minuciosidad sus causas judiciales por las irregularidades de gestión.

Por eso, es interesante escuchar al jefe de gabinete, Agustín Rossi, soñando con su eventual debut en el sillón de Rivadavia: “Si fuese presidente, el primer día repongo la ley de medios”. De acá al 10 de diciembre hay tiempo para pedirle la confirmación sobre si aquel misil que se le perdió en una tórrida noche de enero de 2015 de un polvorín del Ejército en Arana, cuando era ministro de Defensa, es el mismo que apareció en el invierno pasado en una obra de zanjeo en Los Hornos. Después del 10 de diciembre, si la carroza no se convierte en calabaza, no se le podrá preguntar nada. Y nada es, por ejemplo, la pobreza infantil, la inflación o el narcotráfico asesino de su Santa Fe natal.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/llegar-al-poder-para-seguir-en-el-pasado-nid21052023/

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