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Llegó la hora: ¡argentinos, a votar!

Actitudes deplorables como el escrache de grupúsculos militantes en el Teatro Colón contra el candidato presidencial Javier Milei deben ser repudiados. Igualmente grave habría sido que el destin...

Actitudes deplorables como el escrache de grupúsculos militantes en el Teatro Colón contra el candidato presidencial Javier Milei deben ser repudiados. Igualmente grave habría sido que el destinatario de esa violenta manifestación hubiese sido Sergio Massa.

Un conocido productor –que no debió ironizar sobre un episodio tan antidemocrático– al menos permite comprobar en el video que subió a sus redes sociales que la amplia mayoría de la concurrencia no participó de ese grosero griterío. El gesto de un señor en la platea pasándose la mano por su frente en señal de preocupación sintetiza el ánimo con que muchos argentinos entraremos hoy al cuarto oscuro.

Esta noche, cuando nos vayamos a dormir, se habrán despejado todas las incógnitas y ya sabremos con certeza quién es el nuevo presidente electo de los argentinos, si Massa o Milei.

Cuando eso suceda, deberá operarse en el elegido, para bien de todos, una milagrosa transformación. El representante de tan solo una facción partidaria será, en apenas 21 días, el presidente de TODOS los argentinos. Y ese día celebraremos 40 años de continuidad democrática.

Gran parte de los aciertos que pueda tener el próximo período presidencial dependerá de que quien hoy salga victorioso de las urnas internalice y sienta ese llamado de la historia y actúe en consecuencia, dejando atrás consignas sectarias para elevarse por encima de los distintos intereses sectoriales, aunque sabiéndolos contemplar y armonizar, con el fin de obrar de la mejor manera y alcanzar así el tan ansiado bien común.

Si, en cambio, se empecina en seguir aferrado dogmáticamente a sus principios iniciales, si no actúa con sabiduría y moderación, buscando los imprescindibles consensos, lo espera un camino oscuro lleno de peligros y cornisas por las que puede despeñarse (y con él, todos nosotros).

Entender y representar también a quienes no lo votaron será clave para salir adelante. Fundamental será que más allá del tono sosegado, al que han logrado adecuarse en las últimas semanas, cuando uno de los dos, Massa o Milei, se convierta en pocas horas en presidente electo, sepa mantener esa calma y no se exponga a episodios de irritación que como candidatos ambos han tenido en algunos cruces con periodistas y movileros. Nada los obliga a responder algo siempre ante cualquier micrófono al paso. Hasta Raúl Alfonsín inclusive, la investidura presidencial era preservada con más cuidado y el primer mandatario solo hablaba por cadena nacional o en actos puntuales, con mensajes meditados. Desde la presidencia de Carlos Menem en adelante, el jefe del Estado pasó a ser una figura demasiado expuesta, lo que la frivoliza y la somete a polémicas gratuitas. O, peor, la convierte en un bochornoso punching ball que acelera su desgaste y degradación (como sucedió con Fernando De la Rúa y Alberto Fernández).

En los últimos tramos de la campaña volvió a agitarse el tema de si tienen que existir los medios públicos o no. Massa ha ratificado su razón de ser en manos del Estado; del lado de Milei consideran que hay que privatizarlos. En países desarrollados, conviven con los privados, en una complementariedad muy útil, con equidistancia y credibilidad. Lamentablemente no se puede decir lo mismo de los medios oficiales argentinos que durante el largo período electoral que acaba de quedar atrás tomaron ostensible partido por el candidato oficialista. Medios públicos, con la camiseta puesta del gobierno de turno, es un gastadero de plata para nada. Ídem, con el manejo de la pauta oficial –Milei dijo que de ganar él la suprimirá–, ya que no puede seguir siendo usada para premiar o castigar a comunicadores o empresas de medios, según el color y el voltaje de sus opiniones.

A Milei no se le pueden imputar errores en funciones ejecutivas ya que es virgen en la materia; pero debe aún despejar la incógnita de si sabrá dominar sus arranques volcánicos a la hora de tomar decisiones concretas.

Más allá de muy puntuales salidas destempladas con movileros y periodistas, Massa no ha querellado a comunicadores en su ya larga carrera política. En cambio, Milei en apenas dos años como dirigente llevó a la Justicia a aquellos que lo rotularon de nazi.

En el corto periodo en que Massa fue jefe de gabinete durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner, sin embargo, apadrinó la aparición de 6,7,8, una suerte de magazine panfletario diario destinado a denostar a la oposición y al periodismo crítico. Ese estilo terminó permeando primero en C5N y otras señales que tomaron como propia la bandera kirchnerista, hasta que esa misma modalidad generó réplicas contrarias de similar tenor en medios y en redes sociales enfrentados con la ideología que ha gobernado 16 de los últimos 20 años.

Milei, por su parte, deberá cuidarse si es electo, y controlar a sus huestes, de no entrar en provocaciones inútiles con temas estridentes que abran nuevos conflictos. Está en minoría legislativa absoluta, no cuenta con gobernadores propios y deberá sosegarse si quiere avanzar en una agenda seria de reformas para sumar los votos de Juntos por el Cambio.

Massa viene hablando de un gobierno de unidad nacional y que convocará a opositores para cargos claves. Si también intenta avanzar en reformas ambiciosas, habrá que ver hasta dónde le responderán los legisladores no tan propios, ya que sus listas fueron armadas por el kirchnerismo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/llego-la-hora-argentinos-a-votar-nid19112023/

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