Los secretos de Fiji y por qué llegó a este Mundial mejor preparado que en los anteriores
LE BAULE-ESCOUBLAC, Francia. Fiji es un soplo de aire fresco para el rugby. Ante tanto juego mecánico y táctico, los isleños sacuden la modorra con jugadores que siempre quieren la pelota y que ...
LE BAULE-ESCOUBLAC, Francia. Fiji es un soplo de aire fresco para el rugby. Ante tanto juego mecánico y táctico, los isleños sacuden la modorra con jugadores que siempre quieren la pelota y que siempre van para adelante, rompiendo tackles, metiéndose en las defensas contrarias y haciendo honor a su nueva marca: Flying Fijians. La pelota vuela, el rugby se vuelve un arte. El gran triunfo ante los Wallabies –quizá la más pobre versión australiana que se recuerde en una Copa del Mundo- puede considerarse un golpe de sorpresa por la historia, pero no por lo que venían protagonizando ambos seleccionados.
Fiji ya no es más aquel equipo inocentón, penalero, distraído, que no podía plasmar en el resultado las fabulosas destrezas de sus jugadores. Es poderoso, con un scrum fuerte y dominante (no así el line, que de tantas pérdidas terminó agrandando a Australia sobre el final) y con una mentalidad ganadora. Antes del Mundial venció por primera vez a Inglaterra en Twickenham y en la primera fecha aquí estuvo a punto de doblegar a Gales si no fuera por una pelota que se escapó a centímetros del ingoal y los errores arbitrales que beneficiaron a los británicos. El domingo, en Saint-Èttiene, no sólo se sacó de encima a un rival directo, sino que se encamina a ser uno de los dos que avancen a los cuartos de final en el superabierto Grupo C.
Hay razones de peso para comprender por qué Fiji llegó a este Mundial mucho mejor preparado que en los anteriores. La primera es la participación desde el año pasado con una franquicia –base del seleccionado- en el Super Rugby. Los Fijian Drua (Drua es la canoa doble fijiana que combatió en las guerras) compitieron con éxito con los equipos de Nueva Zelanda y Australia, alcanzando los cuartos de final del torneo. Esa estructura le dio el orden profesional que necesitaba el rugby de ese país. Otro motivo fue la llegada como entrenador de Simon Raiwalui, un neozelandés que jugó como segunda línea en el seleccionado fijiano y que formó parte de grandes staffs en Europa y Oceanía. Acompañó como entrenador de forwards a Gonzalo Quesada en el Stade Fracais y en el Biarritz, y a Michael Cheika en el seleccionado australiano en la Copa del Mundo de 2019.
“Sin duda está la mano de Simon en todo esto”, cuenta Quesada. Pero en el desarrollo no se puede dejar de lado el espíritu amateur de los fijianos y su fuerte historia con el rugby, dando batacazos en los Mundiales y dominando el Seven, con el cual le dieron al país sus únicas dos medallas olímpicas. Ambas de oro, en Río y en Tokio, además de Mundiales y Circuitos de la especialidad, con un hombre símbolo: Waisale Serevi, El Mago.
¿Cómo se prepararon los jugadores de Fiji físicamente para este Mundial? Nada de centros de entrenamiento, nada científico. Trepando dunas, en grupo, uno agarrado de otro. De ese ejercicio salen los gemelos más potentes del rugby. “Cualquiera que haya subido las dunas sabe que no hace falta una sola persona para terminar este tipo de entrenamiento. Se necesita mucha gente y para nosotros es bueno que tengamos compañeros para reírnos y ser felices de disfrutar esa actividad de principio a fin”, enfatizó Josua Tuisova, el centro que jugó un partidazo el domingo: fue el autor del único try, rompió 5 tackles, asestó 9 y tuvo tres pescas claves en los momentos en los que Australia se les iba encima. Su tren inferior es impactante. Sus gemelos son dos rocas.
Aquel espíritu amateur, al que también se adosa la negligencia y corrupción en la Unión de Rugby de ese país, apareció con el equipo olímpico de Seven. En el que fue a defender el oro a Tokio, los jugadores estuvieron 4 meses sin ver a sus familias y se entrenaron en un gimnasio que armaron ellos mismos en un garaje. Cuando debían regresar a su país con la medalla, los vuelos desde Tokio estaban cancelados a causa de la pandemia. ¿Cómo volvieron? En un vuelo de carga que transportaba pescado congelado.
La dirigencia fijiana no ha ayudado al crecimiento de su seleccionado. En 2020, su presidente, Francis Kean, terminó preso acusado de homofobia y de encubrir violaciones y agresiones cuando estaba a cargo del servicio penintenciario. Kean es cuñado del hombre fuerte del país, Frank Bainimarama, quien también supo presidir la Unión de Rugby. Los escándalos de corrupción también alcanzan a las uniones de los otros isleños, Samoa y Tonga, y fueron denunciadas en el documental “Oceans Apart: greed, betrayal and Pacific Rugby” (Océanos de distancia: codicia, traición y rugby en el Pacífico), estrenado por Amazon Prime Video en 2020.
Parte de esa trama está vinculada también con la última elección en World Rugby. Contra todo pronóstico, los isleños le entregaron sus votos a Bill Beaumont, quien, a cambio, modificó la regla para que pudieran incluir en este Mundial a ex All Blacks y ex Wallabies. Samoa, por ejemplo, el próximo rival de los Pumas, tiene entre sus 33 a 3 ex All Blacks y a un ex Wallabie. Quienes estuvieron cerca de esa elección, dicen que un día antes de la votación, Fiji y sus aliados quisieron votar por Pichot siempre y cuando este les cumpliera una serie de pedidos. El argentino, sabiendo que sin esos votos perdía la elección, se negó.
Los argentinos recuerdan a Fiji especialmente por haberle ganado sorpresivamente a los Pumas (28-9) en el primer Mundial, en 1987, año en el que precisamente los isleños se afiliaron a la entonces International Rugby Board (IRB). Después de vencer a los argentinos perdieron con los italianos, pero se clasificaron a los cuartos de final por diferencia de tantos. Allí, cayeron con Francia.
Pero hubo otro antecedente. En noviembre de 1980, Fiji realizó una gira por la Argentina. En el país era una rareza verlos; prácticamente nadie los conocía. Sorprendieron con su haka y con su juego abierto y veloz, pero muy rudimentario en las formaciones fijas. Los Pumas y el SIC los apabullaron en el scrum y les produjeron las tres derrotas del periplo. Pero sus tests en Ferro no pasaron desapercibidos pese a las claras victorias de los Pumas (34-22 y 38-16).
En 2007 sorprendieron a Gales dejándolo afuera de los cuartos de final. En esa instancia, en un gran espectáculo, los Springboks, luego campeones, los doblegaron por 37-20, en Marsella.
Los isleños en el rugby son como los africanos en el fútbol: amagan, tienen todo el potencial y luego, a la hora de la verdad, flaquean. En el rugby han sufrido también el saqueo de las potencias, que se llevaron a sus estrellas. El ex entrenador de Inglaterra, Clive Woodward, dijo alguna vez que los isleños “son, individualmente, los jugadores más brillantes que he visto en mi vida”. La inestabilidad en su juego también los perjudicó. Habrá que ver cómo responde Fiji ante un equipo duro y ordenado como Georgia. Pero por lo visto hasta ahora, los Flying Fijians son los que, con su voracidad por atacar, juegan –parafraseando al futbol- el rugby que le gusta a la gente.