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Macri sale de gira pero no para en la estación Longobardi

Fueron solo tres entrevistas a medios porteños (Radio Mitre, LN+ y eltrece) y dos a medios cordobeses (Cadena 3 y Canal 12). Mauricio Macri salió a militar fuerte la decisión de Patricia Bullric...

Fueron solo tres entrevistas a medios porteños (Radio Mitre, LN+ y eltrece) y dos a medios cordobeses (Cadena 3 y Canal 12). Mauricio Macri salió a militar fuerte la decisión de Patricia Bullrich de apoyar en el balotaje a Javier Milei solo en esas cinco vidrieras mediáticas, y también lo hizo públicamente en el Foro de Negocios Abeceb. El expresidente repite a quien quiera escucharlo que en la segunda vuelta no se elige, sino que se opta, y que la pregunta correcta que cada votante debe hacerse a sí mismo es: “Massa, sí, o Massa, no”.

Quedaron para mejor oportunidad una infinidad de pedidos de notas que desbordaron los celulares del vocero de Macri y del propio exmandatario. Quien procesó muy traumáticamente no haber sido atendido en esta ocasión es Marcelo Longobardi, quien no solo sacudió al fundador de Pro en repetidos editoriales y hasta lo puso en una situación incómoda a Hernán Lombardi, mientras lo entrevistaba por Radio Rivadavia, cuando contó al aire que recibía whatsapps hostiles de Macri, sino que exasperado acusó genéricamente a la televisión de preguntarle “estupideces” y rotuló de “alcahuetes” a los entrevistadores (“y no sé si alcahuetes rentados”, remató).

Nunca resulta fácil entrevistar a los presidentes una vez que dejan el poder. En los Estados Unidos se cuidan muy bien (salvo Donald Trump) de opinar de lo que hacen sus sucesores, porque saben que sus voces pesan más que las de cualquier otro dirigente. En la Argentina eso no sucede, pero los ex deciden unilateralmente cuándo hablan y cuándo callan. El caso más extremo es el de Cristina Kirchner, que prefiere expresarse a través de sus “clases magistrales” al estilo de los largos monólogos que pronunciaba en sus tiempos presidenciales por cadena nacional.

A diferencia de la actual vicepresidenta, que solo se allana a entrevistas esporádicas y con comunicadores de extrema confianza (en su incursión hace un tiempo en Duro de domar ni siquiera aceptó preguntas de los panelistas, a pesar de ser sus fans incondicionales), Macri suele irrumpir en ráfagas que incluyen a varios medios a la vez, pero en número acotado. “No soy candidato a nada”, se justifica, aunque tiene mucho que explicar sobre cómo diablos piensa ensamblar su fuerza en un eventual gobierno de Milei.

Del interior solo incluyó a Córdoba para reforzar –aún más– el masivo voto anti-Massa que ya se registró en las dos elecciones pasadas y que promete ser colosal cuando se vuelva a votar en apenas dos domingos.

Tras los comicios del 22 de octubre, Macri prefirió que Patricia Bullrich, ya eliminada de la carrera presidencial, tomara la delantera mediática para comunicar su sorpresiva decisión. Si bien siempre hubo una evidente y recíproca empatía entre Macri y Milei, los caminos se bifurcaron y desembocaron en los resultados conocidos. Al sistema argentino le hizo mucho mejor que Macri se uniera en Cambiemos a una combinación más socialdemócrata, junto a la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, aunque íntimamente su corazón estuviera más a la derecha. Por eso no es extraño que ante la irrupción de un Milei electoralmente más competitivo con posturas más ortodoxas le despertara automática simpatía y no lo disimulara demasiado.

Pero en esta ocasión fue idea de Bullrich, en la trasnoche de las elecciones del 22, cuando volvió a su casa y en soledad se puso a repasar su tesis universitaria sobre los hegemonismos políticos y sus tendencias a perpetuarse en el poder. Llegó a la conclusión de que era imprescindible tratar de impedir que Massa se afinque en la presidencia, porque podrían sobrevenir otros veinte años, como los que consumió el kirchnerismo, pero bajo el nuevo rótulo del apellido del mal llamado tigrense (nació en San Martín).

Bullrich no pudo dormir hasta las 6 de la mañana ya del lunes 23, y solo por un rato, porque tenía que poner en marcha ese operativo que cayó tan mal en los aliados radicales y que llenó de perplejidad a las “palomas” de Pro, en tanto Elisa Carrió repetía lo que había anticipado antes varias veces: “Macri siempre jugó para Milei”. Macri, en cambio, se sumó entusiasta a la cruzada de su exministra de Seguridad y puso su casa para sellar y bendecir la reconciliación entre Milei y Bullrich.

No era una idea del todo nueva para ella. Meses atrás había propiciado incorporar a Milei a Juntos por el Cambio, pero los radicales saltaron como leche hervida y el referente de LLA se mostró ofendido al afirmar que no había pedido tal cosa. No obstante, hace menos de cinco meses Milei también hizo un guiño audaz: “Si estuviera en una alianza con la señora Bullrich –afirmó–, ganamos en primera vuelta caminando”.

En efecto, es una cuestión matemática: sumados los votos que consiguieron por separado, tal vez hoy estarían electos. Pero en JxC pasó lo contrario: prefirieron restarse entre sí. Ya en marzo, Macri le había pedido a Rodríguez Larreta, en vista de sus inestables mediciones, que bajara su candidatura y acompañara a Patricia Bullrich como jefe de Gabinete, algo que sucedió después de las desgastantes PASO, que lo dejaron por el camino, y a último momento, como un gesto tardío de pegar lo que siempre había estado roto. Tuvieron el castigo de las urnas.

Todo volvió a una suerte de punto de partida, de crudo sinceramiento ideológico, pero más magullados, con una apuesta muy riesgosa y un resultado electoral incierto.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/macri-sale-de-gira-pero-no-para-en-la-estacion-longobardi-nid05112023/

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