Milei y el mundo, una relación dominada por contradicciones
La certeza llegó: Javier Milei arrasó. Ahora vienen los interrogantes, muchos, de hecho. ¿Cuál Javier Milei es el que gobernará? ¿El primer Milei, el que se impuso en las PASO, más radicaliz...
La certeza llegó: Javier Milei arrasó. Ahora vienen los interrogantes, muchos, de hecho. ¿Cuál Javier Milei es el que gobernará? ¿El primer Milei, el que se impuso en las PASO, más radicalizado? ¿El Milei que se moderó para ganar en el ballotage? ¿O el Milei que sus referentes matizan aún más?
Esas preguntas no solo viajan por la Argentina; también circulan intensamente entre los vecinos y socios del país en la región y el resto del mundo. Empresarios, analistas, diplomáticos, funcionarios de otras naciones fluctúan entre la intriga y la inquietud ante un presidente electo que poco habló del mundo y, al hacerlo, usó definiciones a veces tan ideologizadas que hoy parecen impracticables.
“En la cuestión comercial, considero que el Mercosur ha fallado brutalmente y no logró pasar de una unión aduanera imperfecta. Yo voy a estar alineado con Estados Unidos, Israel y el mundo libre. No quiero saber nada con los comunistas. Eso no quiere decir que, como privados, no puedan comerciar con China o Brasil. Pero yo no voy a estar aliado a ellos”, dijo Milei, ante empresarios la semana pasada en el Cicyp.
El entonces candidato libertario no reveló nada nuevo: tiene aversión al comunismo y, por lo tanto, al gobierno de China; desconfía de Brasil y de su presidente, Lula da Silva, y solo se asociará diplomáticamente con naciones capitalistas, es decir fundamentalmente Occidente. Un postulante en campaña tiene toda la libertad de manifestar y hacer lo que quiera.
El próximo presidente de la Argentina, en cambio, tendrá bastante más restricciones, más que cualquier mandatario latinoamericano que haya asumido en los últimos años. La desolación de la economía argentina es la primera y más tangible. Hay otra, menos palpable en la vida diaria de los argentinos pero igual de condicionante: la falta de confianza y de credibilidad del país en el mundo, un fenómeno con el que no colaboran los interrogantes de Milei.
Consciente de eso, anoche Milei le envió una certeza al resto del mundo. “Los compromisos se cumplen”, dijo, en su discurso de victoria.
Pero necesitará más que una promesa para que el mundo, al que tanto necesita la Argentina, confíe en él. Sus referentes lo saben; por eso, cada vez que pueden salpimentan las declaraciones más dogmáticas de Milei con un poco de pragmatismo.
“China es uno de nuestros socios más importantes; lo fue por mucho tiempo y ojalá lo siga siendo por mucho tiempo”, dijo, hace unas semanas en el Wilson Center, la diputada electa Diana Mondino, referente de política exterior de Milei.
China y Brasil son los mayores socios comerciales de una Argentina sedienta hasta la agonía de divisas. No parece buena idea poner en duda esas relaciones, ni menos aún ignorar los detalles de cómo se articula la política comercial entre naciones, aun cuando sea entre empresas.
Mondino suele edulcorar otras definiciones del presidente electo determinantes en cualquier política exterior, como el cambio climático, del cual Milei descree.
“Más allá de si hay o no cambio climático antropomórfico, la Argentina puede ser una gran solución con sus pasturas”, dijo Mondino.
El problema de matizar tanto las palabras del presidente electo es a quién le creen los vecinos, socios u adversarios: a la referente o al presidente electo.
Las disociaciones antes de empezar un mandato pueden debilitar de entrada a un presidente en sus relaciones con el mundo. Y más si ese jefe de Estado no tiene muy en claro quiénes van a ser sus aliados globales. Israel de seguro lo será, según lo anticipó varias veces Milei. En plena guerra contra Hamas, el gobierno de Benjamin Netanyahu lo necesita y no le dirá que no.
EncrucijadaPero el presidente electo argentino también insiste en que sus alianzas serán solo con “el mundo libre”, a lo que Mondino suele añadir “los representantes de las democracias liberales”.
Y allí empieza otro de los desafíos de política exterior de Milei: no quedar rehén de sus contradicciones. El líder del “mundo libre” y abanderado de las democracias liberales hoy es Joe Biden, presidente de Estados Unidos.
Según Milei, Biden es “un socialista moderado”, aunque socialista al fin. No es comunista, pero tampoco todo lo capitalista que le gustaría a Milei para justificar una alianza sólida.
Milei, un confeso admirador de Donald Trump, puede buscar aun así un acercamiento con Biden; después de todo lo necesitará para renegociar la deuda con el FMI. La Casa Blanca no le hará ningún desplante público; lleno de problemas geopolíticos, el gobierno norteamericano no necesita nuevas disputas públicas. Pero, en privado, será una distancia diferente.
Entonces ¿dónde encontrará Milei sus socios internacionales? En Europa, otro centro del “mundo libre”, sus posturas y gestos lo acercan, sobre todo, a la italiana Giorgia Meloni, pero lo distancian de los líderes reales de la Unión Europea, el francés Emmanuel Macron y el alemán Olaf Scholz.
En la región, dos nuevos dirigentes muestran algunas coincidencias con Milei: Daniel Noboa, en Ecuador, y Santiago Peña, en Paraguay. Pero ninguno tiene ni el peso ni la habilidad de Lula, el líder latinoamericano de mayor influencia global. ¿Le serán suficientes a Milei esas alianzas para presentarse ante un mundo que necesita con desesperación? Seguramente no. La duda es si la necesidad valdrá más que el dogmatismo.