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Pasó 4 años con fiebre y sin diagnóstico hasta que se hizo cargo de su vida y todo cobró sentido: “Para los médicos, mi cuerpo era Disney”

Había encontrado un cierto equilibrio entre los dos mundos que regían su vida en ese momento. Por un lado, estaba empleado en la empresa de gastronomía de su hermano mayor -especializada en cate...

Había encontrado un cierto equilibrio entre los dos mundos que regían su vida en ese momento. Por un lado, estaba empleado en la empresa de gastronomía de su hermano mayor -especializada en catering de eventos y con la concesión de los restaurantes de tres clubes diferentes, dos de rugby y uno de golf-. Por otro lado, era su vida social la que le permitía lograr un balance con el que se sentía bastante conforme. Con un espíritu alegre y cercano a los amigos, disfrutaba de las salidas en grupos, los programas para pasarla bien y distenderse o incluso para recibir gente en la casa de un barrio cerrado de la localidad de Tigre que entonces compartía con uno de sus primos.

Sin embargo, Tomas Ekmekdjian (35) no era feliz. “Estaba en un lugar donde no quería estar, en un trabajo que no quería hacer, que no disfrutaba, me quitaba todas mis libertades, me sentía muy atado. Además, trabajaba con mi mamá y con mi hermano mayor, con todo lo que eso implica”. Y pronto esa incomodidad se haría presente de una forma que jamás había imaginado.

Todo comenzó en noviembre 2017 con una fiebre persistente que no le daba descanso. Durante un mes, Tomás pudo continuar con su vida, hasta que a fin de año todo se salió de control. “Me costaba comer, tenía muchos dolores en la panza y había bajado mucho de peso. Además, convivía con inflamación, constipación, sarpullidos y hongos. Fue entonces cuando una de las tantas médicas que me había visto decidió internarme”.

Sentía dolor en el entrecejo y aunque tenía todo para ser exitoso y feliz algo pasaba: “Estaba estancado, sin ganas de trabajar”

“De chico ya tenía una sensibilidad especial”

Criado en la zona norte de la provincia de Buenos Aires, Tomás pasó su infancia y adolescencia en San Isidro y alrededores. Estudió en uno de los mejores colegios privados de Buenos Aires y se caracterizó por ser un chico alegre, divertido y súper inquieto. “Mi infancia tuvo dos caras. Por un lado, fue una época muy linda, divertida, de compartir con amigos y primos, de estar todo el día atrás de una pelota, en bici o haciendo algo al aire libre. Pero, por otro lado, en esa infancia ya podía percibir algo sobre mi especial sensibilidad y cómo eso afectaba en mi cuerpo”.

De hecho, era frecuente en él tener dolores de cabeza y episodios de vómitos. “Hoy puedo darme cuenta que todo eso sucedía por cosas que estaban pasando en mi familia y que yo absorbía como una esponja. Pero, a esa edad no podía entender y no podía expresarme para poder sanar y liberar”.

Finalizada la etapa escolar, no tuvo claro cuál era el rumbo que quería seguir. Estudió derecho, comunicación, nutrición y marketing. Pero ninguna de esas carreras lograba cumplir con sus expectativas. Fue entonces que optó por sumarse a la empresa familiar. Hasta que comenzó con una serie de síntomas -entre los que la fiebre era el denominador común- y su vida se vio suspendida en la incertidumbre y el dolor.

Por indicación médica estuvo diez días internado en el Hospital Alemán. “Me hicieron todos los estudios que se pueden hacer. Buscaban lo peor. Pero nunca encontraron nada. Me dieron para tomar el primer antibiótico de muchos que luego me administrarían. Hice seis procesos de antibiótico por boca y por vena, hasta de tres meses de duración. Pero eso no hizo más que tapar el síntoma”.

“Para los médicos mi cuerpo era Disney”

Al comienzo, Tomás tuvo una notable mejoría. Le dieron el alta y a los pocos días pudo celebrar con amigos su cumpleaños número 30. Sin embargo, una semana después todo se tiñó de gris. Los síntomas reaparecieron. Y esta vez con más intensidad. La internación se convirtió nuevamente en la mejor opción para evaluar qué era lo que pasaba dentro del cuerpo de Tomás. En esa oportunidad, el lugar elegido fue el Hospital Austral. Allí, bajo la dirección de un nuevo equipo médico, los profesionales buscarían el diagnóstico.

Más estudios, más investigación. “Entre otras cosas, me sacaron la vesícula y me hicieron biopsia de hígado. Mismo cuento, sin resultados que nos dieran alguna pista. Me mandaron a casa a tomar antibiótico. Pero esta vez ya no era por boca sino por vena, tenía un catéter y venía un médico a suministrarme la dosis todos los días. Para los médicos mi cuerpo era Disney. ¿Qué mejor que llegara un caso extraño como el mío? Para ellos era todo un desafío: yo puedo, yo lo voy a curar, pensaban. Ni hablar del ego que tienen los médicos. Todos con sus teorías basadas en estadísticas, en números, todo es prueba y error. Las personas somos todas diferentes y después somos nosotros, no los médicos los que tenemos que convivir con esas pruebas y esos errores. No estoy en contra de los médicos, ni de la medicina tradicional, pero es una realidad que la viví en carne propia. ¿Te sentís mal? Tomate esto o tomate lo otro es lo que dicta la norma social, en vez de parar y escuchar qué es lo que tu interior te está queriendo decir”.

Luego de ese proceso, Tomás se sintió acorralado. Tener que aceptar que no sabía lo que le pasaba, lo aterrorizaba. Había tenido que aprender a convivir con la fiebre y a comer lo que su cuerpo le permitía. Cambió infinidad de veces de alimentación. Trabajaba en lo horarios que podía y que la fiebre lo dejaba. “Más de una vez me dijeron: pero vos ya te acostumbraste a tener fiebre ¿no? ¡Jamás te vas acostumbrar a sentirte mal!”.

“Yo decido cómo vivir y cómo morir”

Ese fue el momento en el que, a pesar de las indicaciones de los médicos y de sus padres, decidió seguir el propio camino. “Dije ¡basta! Es mi vida, es mi cuerpo, yo decido cómo vivir y cómo morir. Siempre fui una persona que le dio mucho valor a todo lo alternativo, con lo cual me enfoqué en mi camino de sanación y mi vida cambió por completo. Me convertí en una persona muy espiritual y empecé a estudiar, leer, ver videos y probar en mi propio cuerpo todo lo que estaba a mi alcance para poder sanar. Cuando pude entender que necesitaba ver la vida de otra manera, observarme, escucharme, respetarme, cuidarme y poner mis propios límites, todo cobró nuevo sentido”.

Coherente con su nuevo propósito, hacia fines de 2020 dejó la empresa familiar y decidió tomarse un tiempo para él. “No quería trabajar por trabajar, ganar plata para pagar las cuentas y nada más”. En febrero de 2021 se instaló en un pueblo de mil habitantes en el sur de Chile para disfrutar de la naturaleza, la playa y su tan querido mar que tantas lindas sensaciones le había brindado desde que era pequeño. “Mi pasión es el surf. En Chile disfruté mucho de ese deporte. Aproveché la estadía de un año y medio para seguir profundizando en mi camino interior. Todo lo que había vivido no era en vano”.

Se formó en diferentes disciplinas. Meditación, yoga, biodecodificación, astrología evolutiva, terapia colónica, medicina china (acupuntura), regresiones a vidas pasadas, tarot y homeopatía fueron algunas de las que conoció y aprendió. Actualmente Tomás está trabajando en el rubro de la construcción en Punta del Este, Uruguay. También se encuentra en pleno desarrollo del proyecto propio que tiene que ver con acompañar y asistir a las personas que están viviendo sus diferentes procesos. “Es una invitación para dejar de mirar para afuera, dejar de echarle la culpa a mamá, a papá, a nuestro jefe/jefa, socio/socia, amigo/amiga, y hacernos cargo de nosotros mismos, entendiendo que todo el poder está adentro nuestro. Allí mismo tenemos las herramientas que necesitamos para poder sanar y conectar con nuestro interior”.

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Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/paso-4-anos-con-fiebre-y-sin-diagnostico-hasta-que-opto-por-hacerse-cargo-de-su-vida-y-todo-cobro-nid08062023/

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