¿Quién tiró los cajones? Un road trip patagónico tras las huellas de la contaminación en el mar argentino
RAWSON, Chubut.- Una decena de barcos pesqueros pintados de naranja reciben la carga de cajones que les arrojan desde el playón del puerto. Los estibadores acumulan hasta diez cajones y los revole...
RAWSON, Chubut.- Una decena de barcos pesqueros pintados de naranja reciben la carga de cajones que les arrojan desde el playón del puerto. Los estibadores acumulan hasta diez cajones y los revolean a cubierta. No hay sutilezas en sus movimientos. El frío -es una noche helada de fines de junio- y el tiempo apremian. Como el puerto de esta ciudad no tiene suficiente profundidad, deben cargar y descargar antes de que baje la marea. El ruido del plástico estrellándose es ensordecedor. Muchos de los cajones, que se apilan entre la bodega y el techo de la cabina del barco, se rompen. Ya no servirán para la pesca del día.
A 400 kilómetros de allí, una playa desierta -paraíso de elefantes marinos y ballenas- está repleta de esos mismos cajones rotos, deshechos contaminantes de la industria pesquera.
Las imágenes de esa y otras playas de Chubut de difícil acceso, pero de un enorme valor ambiental, llenas de basura plástica ya son famosas. Se hicieron virales luego de que las difundiera, entre otros, Yago Lange, un deportista olímpico de vela devenido en militante ambiental. Esas publicaciones en redes sociales se convirtieron en un dolor de cabeza para el gobierno provincial, que tuvo que explicar porque algunas de las costas de Península Valdés, una de las zonas más afectadas, espacio de cría y reproducción para la ballena franca austral y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, se habían convertido en un juntadero de plástico viejo.
Nadie duda de que esos cajones se caen, o los tiran, los buques pesqueros en alta mar. La pregunta es por qué ocurre y cómo podría evitarse. LA NACION recorrió junto a Yago Lange 1000 km entre Comodoro Rivadavia, Camarones, Rawson y Puerto Madryn tratando de entender el problema. Visitamos el puerto pesquero y las áreas naturales protegidas. También navegamos entre las olas y los lobos marinos de la Bahía de Camarones y por el Golfo Nuevo en una tarde de mar plácido, rodeados de ballenas y delfines que se acercaban, curiosos, a nuestra lancha. Hablamos con funcionarios provinciales, empresarios pesqueros, capitanes, estibadores del puerto, activistas ambientales y científicos. El resultado es el documental ¿Quién arruinó el mar argentino? Un road trip patagónico tras las huellas de la contaminación, que presentamos hoy.
“El mar cumple una función esencial para nuestra supervivencia. El 50% del oxígeno proviene del mar”, dice Diana Friedrich, una naturalista que coordina el proyecto Patagonia Azul para la Fundación Rewilding. La iniciativa trabaja en la restauración del litoral marino en la costa de Chubut e impulsa actividades económicas de turismo en reemplazo de la economía extractiva. Friedrich y Rewilding son aliados de Lange en la cruzada para limpiar las playas de cajones.
Friedrich se crió lejos del mar, pero aún recuerda la fascinación por la naturaleza que sentía de chica en los viajes familiares y cómo su padre le decía que no se llevara piedras de la playa. Era una manera de enseñarle el respeto por la naturaleza. Luego de estudiar una tecnicatura en Conservación de la Naturaleza en Sudáfrica, llegó al pueblo de Camarones, desde donde se encarga de impulsar la Reserva de Biosfera Patagonia Azul, que tiene 3,1 millones de hectáreas, la mayoría de ellas en el mar. Con reservas en Corrientes, Chaco y Santa Cruz, Rewilding ya tiene experiencia en parques naturales terrestres. Este de Chubut es el primero marítimo. Y buscan extenderlo. “Ahora es pequeño, cubre solo la costa, tiene que crecer a las zonas de migración y alimentación de las especies”, afirma Friedrich.
“Como humanos amenazamos al mar de muchas maneras”, agrega. El plástico descartado por la industria pesquera en el mar es una de esas amenazas. La otra, considera, es la pesca de arrastre, el sistema más difundido en la industria. Consiste en una red que barre el lecho del mar y levanta todo lo que encuentra a su paso, sin discriminar entre las especies deseadas y las otras, que terminan volviendo al mar muertas. Los ambientalistas calculan que el 30% de lo que pescan con esta técnica es desecho y se arroja por la borda. La industria dice que la cifra es mucho menor.
Lucas Beltramino es biólogo y trabaja con Friedrich en el proyecto Patagonia Azul como coordinador de Conservación. Oriundo de Rosario, la atracción por la naturaleza salvaje del Delta del Paraná lo llevó a su actual actividad en la costa chubutense. Es el encargado de manejar el gomón cuando el mar se pone bravo, algo usual en esta zona. “Además de una evidente contaminación visual, el plástico representa un peligro para las especies por el posible enmallamiento o en los casos en que lo consumen como alimento”, dice.
“El peor lugar para encontrar plástico es en el estómago de un animal muerto, algo que ha ocurrido”, advierte Marcos Ricciardi, biólogo y conservacionista, mientras timonea su gomón por el Golfo Nuevo, el santuario de ballenas que rodea Puerto Madryn. Ricciardi conoce y ama cada vericueto de la accidentada geografía de este lugar. La recorre en lancha con sus hijos y alienta a otros niños a que se acerquen al agua como impulsor de una escuela de vela.
El plástico -”la especie nueva” que los humanos incorporamos al mar, según Ricciardi- es muy nocivo, pero la naturaleza encuentra la manera de procesar los cambios y adaptarse. Un ejemplo de esto, explica el biólogo, son las ballenas franco australes. Víctimas de la cacería comercial durante décadas, hasta hace no mucho era una especie en peligro de extinción. En la zona del Golfo Nuevo se veían pocos ejemplares. La prohibición de la caza y otras medidas de protección permitieron su supervivencia y hoy la población está sana y recupera sus antiguos espacios naturales.
“Hay mucha rotura”, admite Gustavo González, empresario pesquero y presidente de la Cámara de Flota Amarilla de Chubut. Habla de los cajones y su maniobra de carga en los barcos. Dice que la falta de infraestructura en el puerto de Rawson es la causa del problema y que una ley de trazabilidad para identificar a la empresa detrás de cada cajón no funcionaría porque el material se mezcla en el puerto. Sobre el descarte de especies de la pesca de arrastre, sostiene que es mínimo porque los barcos llevan observadores a bordo y clausuran la zona si supera el porcentaje autorizado.
Lo mismo afirma Gabriel Aguilar, secretario de Pesca de Chubut. Según sus cifras, en la provincia se manipulan unos 80.000 cajones por día de pesca. “Algunos terminan en el agua”, reconoce. Sin embargo, asegura que las fotos que se viralizaron “son de cajones viejos”. El gobierno de Chubut realiza limpiezas periódicas de las zonas contaminadas, pero ellos mismos admiten que, mientras los cajones sigan cayendo al mar, estas acciones no resultan más que parches. No atienden el problema de fondo.