Todos los seres humanos, a lo largo de la vida, experimentamos ciertos factores estresantes. Se trata de estímulos que, en su mayoría, provienen del exterior y nos generan una gran ansiedad.

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Entonces, aparecen los interrogantes sin respuesta: “¿Cómo voy a lidiar con esto?”; “¿Qué va a suceder ahora con esto otro?”. Esta ansiedad que se dispara la solemos cargar en el cuerpo, lo cual nos puede conducir a acciones tales como beber o comer en demasía, entre otras cosas.

Es decir, se produce una sobrecarga de ese factor ansioso de preocupación y de angustia. Y, a muchas de las personas que experimentan esto a diario, también les sucede lo opuesto. ¿Qué significa esto? Que cargan con demasiada “ansiedad positiva”, manifestada en forma de alegría desbordante, celebración, hiperactividad, etc., cuando las cosas marchan bien.

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Para no ser devorados por la ansiedad, negativa o positiva, necesitamos nivelar nuestro mundo emocional. Nos referimos a regular nuestras emociones: no celebrar por demás lo bueno que nos ocurre, pero tampoco angustiarnos por demás frente a lo malo que nos toca atravesar.

Cuando uno es capaz de permitirse estar mal y pararse en la actitud de: “¿Qué puedo hacer frente a esto?”, logra administrar mejor los factores estresantes. Y, de igual manera, ocurre cuando nos permitimos aplaudir y festejar si nos va bien, para luego “dar vuelta la página” y seguir adelante con el nuevo proyecto que tengamos por delante.

Así, conseguiremos estar un poco más regulados, evitando caer en la ansiedad que hasta podría afectar nuestra salud.