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Videla Dorna. La bodega patagónica y centenaria que resurgió de un matrimonio de viudos

“El río se modificó. Hace cincuenta años no era como ahora. En los años 70 llegaron las represas y se volvió más controlado”, comenta Carlos –Carloto– Videla Dorna mientras abre la tr...

“El río se modificó. Hace cincuenta años no era como ahora. En los años 70 llegaron las represas y se volvió más controlado”, comenta Carlos –Carloto– Videla Dorna mientras abre la tranquera de La Esmeralda, la chacra que es sede de la Bodega Videla Dorna en Luis Beltrán, Río Negro. Hasta acá llegamos después de atravesar un brazo de río Negro que hoy tiene terraplén, pero que hasta hace cinco años se cruzaba en balsa… Como muchas de las chacras de este valle que doma la paciencia. Porque estamos en el Valle Medio de la provincia, al norte de nuestro Sur. Una zona que desde principios del siglo pasado se riega por canales artificiales que nacen del río más caudaloso de la Patagonia.

“El ingeniero Benigno Gutiérrez Acha compró esta isla y una isla vecina en 1916. En un principio se dedicó a la alfalfa, como tantos otros, pero también montó un emprendimiento vitivinícola. Las botellas se trasladaban gracias al ferrocarril y mucho se vendía a Bahía Blanca, que era el epicentro comercial de este sector de la Patagonia. En ese entonces, el Valle Medio tenía 25 bodegas. Hoy quedamos solo dos”, cuenta Carloto sobre el antiguo propietario de esta chacra –“nunca finca; eso es en Mendoza”–. Señala, además, que Gutiérrez Acha trabajó el vino hasta 1953. Y agrega: “Tuvo un único hijo, Alfredo, con su primera mujer, y cuando enviudó se casó con mi abuela, Julia Guido, que también era viuda y a quien conocía hace muchos años”. Así explica cómo su familia llegó hasta acá.

Cuenta que su padre, Carlos Daniel Videla Dorna, era marino mercante y estaba casado con Victoria Landajo, que era instrumentadora quirúrgica. Vivían en Buenos Aires hasta que, en 1957, Carlos Daniel decidió venir a probar suerte al campo de la familia política de su madre en Luis Beltrán. “Primero vino él y cuatro años después mi madre, conmigo y mis cuatro hermanos. Por eso crecimos acá y nos educamos en el colegio de la Obra Don Bosco, de los curas salesianos”, comenta Carloto, que el más chico de los cinco hermanos y el único que todavía vive en esta zona del valle. Lo precedieron Martín, Juan, Ignacio (que murió en un accidente y era socio de Carloto en la bodega) y Victoria (también murió, de cáncer, hace 17 años).

“Cuando mi padre llegó, la bodega estaba cerrada. La reflotó con esfuerzo. Siguió adelante hasta 1981, cuando el vino dejó de ser rentable. Entonces abandonamos las plantas, que quedaron secas y descuidadas. Todo era monte. En 1990 no quedaba ni una, todas habían sido arrancadas y nos dedicábamos a la ganadería, el maíz y tomate”, relata Carloto y convida un vino sin etiqueta para que adivinemos la variedad. ¿Cómo volvieron a hacer vino? “Con esfuerzo, una vez más. Siempre quisimos reabrir la bodega. En 2006 empezaron con el proyecto, pero recién en 2010 lo logramos. Si bien teníamos algo de estructura, fue como arrancar de cero. Tuvimos que plantar las viñas, comprar máquinas, bombas y tanques”, cuenta sobre esta bodega chica y muy pintoresca, que recibe visitantes. Mientras charla, nos agasaja secundado por Julián Tassi, un enólogo mendocino que lo asesora esta temporada. Además, todo el año trabaja con otro enólogo, Mario Lascano. Y, entre jamón crudo y aceitunas, nos invita a probar un riesling que sí tiene etiqueta y que homenajea a Calfulén, un personaje inolvidable para los Videla Dorna, hombre de raíces mapuches que vivió con ellos en La Esmeralda.

Cuando está casi listo el asado que prepara en la chimenea del comedor –súper telúrico y campero–, Carloto convida otra copa de un pinot noir altamente ponderable. Hacen además malbec, merlot, cabernet sauvignon, torrontés y riesling. Producen un total 40.000 litros anuales. Y, más allá de los números, en el vino que compartimos descifro algo más del embrujo de este valle. “Aquí crecí, me forjé y aprendí todo de la vida. No es un lugar fácil para vivir de forma permanente. Hay que tener perseverancia y pensar proyectos a largo plazo. Estos lugares te agarran y no te dejan ir”, desliza Carloto, que es campechano y generoso.

Datos útiles

Bodega Videla Dorna. Carloto Videla Dorna recibe visitantes para pasar el día en la bodega, coordina degustaciones y también hace venta directa en el establecimiento y por web. Además, próximamente recibirá huéspedes. Visitar la chacra y escuchar al anfitrión permite entender el éxito de esta pequeña bodega que está siempre en ascenso. La Esmeralda, Luis Beltrán. T: +54 9 (11) 6903-3242. IG: @bodegavideladorna

Hotel Andes. En el centro de la ciudad, “su casa en Choele Choel” es el lema que cumple con creces este hotel muy bien atendido por la familia Nebbia. Tiene habitaciones de distintas categorías, muy buen desayuno e instalaciones renovadas. Cuenta con estacionamiento. Avellaneda 1066. T: +54 9 (298) 435-6937. IG: @hotelandeschoelechoel

Turismo Choele Choel. Damiana Rochetti está a cargo de la oficina de turismo que recibe consultas en la terminal de ómnibus de la localidad. Av. Kennedy y Madreselva. T: +54 9 (298) 467-0077.

Profesor Tomás Hughes. Es un conocedor exhaustivo del nacimiento de Luis Beltrán y de los pueblos que integran el Valle Medio. Guía salidas a la bocatoma, para demostrar cómo funciona el sistema de riego. T: +54 9 (2984) 56-3078.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/videla-dorna-la-bodega-patagonica-y-centenaria-que-resurgio-de-un-matrimonio-de-viudos-nid03072023/

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