
La historia de Guadalupe Sorzana, entre el amor por el campo y una receta con impronta propia
Ella es una productora artesanal de quesos ubicada en las afueras de Zapala, Neuquén. Comenzó con un pequeño tambo y hoy cuenta con 40 vacas que le proveen la leche para elaborar sus quesos.
En las afueras de Zapala, donde el viento se cuela entre los cerros y el invierno se hace sentir sin pedir permiso, Guadalupe Sorzana le pone el cuerpo, el alma y el corazón a su emprendimiento ganadero. Desde su campo ubicado detrás del Ejército, no solo cría vacas: también moldea una historia de coraje, raíces y quesos únicos que ya tienen fanáticos en toda la zona.
Todo comenzó en 2016, cuando decidió dar un giro profundo en su vida: dejó Arrecifes, subió a dos de sus tres hijos al auto, y emprendió el regreso a la tierra que la vio crecer. “No tenía nada que perder, y como siempre, me esperaban mis viejos: Juan Carlos y Alicia. El campo, el mismo donde alguna vez ellos también repartieron leche, me abrazó otra vez”, comentó en una entrevista en el diario La Nación.
En 2018 retomó la actividad lechera y con ella nació su pasión por hacer quesos a partir de leche cruda. Inspirada en las artesanas del queso de cordillera, Guadalupe fue un paso más allá: creó un producto con su impronta. “Tiene nuestro sello, características que lo hacen distinto. Muchos clientes se vuelven fanáticos… y eso es lo más lindo: saber que el sabor llega, emociona y se comparte”, se sinceró en diálogo con “Otra Mañana”.
Hoy, en pleno invierno y con apenas 22 vacas en ordeñe de las 40 que tiene, la producción se hace cuesta arriba. “El frío las castiga, baja mucho la leche, pero ellas siguen firmes, tratando de mantener su estabilidad corporal”, cuenta. Y con la misma templanza, el equipo de trabajo que la acompaña se levanta a diario, sin importar el clima. “Esto se hace con amor o no se hace. Yo amo lo que hago, porque es mío, porque todos los chicos le ponen predisposición”.
El tambo tiene historia. En los años 70, su padre y su tío construyeron uno con todo el sistema de pasteurización, pero por trabas burocráticas de bromatología, debieron cerrarlo pese a que estaba impecable. Hoy, Guadalupe sigue esa huella, aunque en una versión más cercana, más directa: venta por boca en boca, sin intermediarios, con la calidez de lo hecho en casa.
“No lo hemos bautizado aún… muchos nos dicen que el queso necesita un nombre”, se ríe. Pero quizás eso no sea lo importante. Lo que importa es el sabor que se transmite, el encuentro, la historia que guarda cada horma.
Para quienes quieran acercarse o consultar sobre los productos, la manera más sencilla es contactarse al teléfono (2942) - 573497. También hay un pequeño puesto de venta sobre la ruta, donde el campo abraza al viajero y el queso lo invita a quedarse un ratito más.