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Adoptó a una chica de 17. Era adoptada, quería ser madre y no le importaba “eso de la panza”: “Si hubiera llegado antes también nos hubiéramos elegido”

Desde que era pequeña Martina había pasado por diferentes hogares con la esperanza de que en algún momento alguien pudiera adoptarla para tener una nueva oportunidad de ser parte de una familia,...

Desde que era pequeña Martina había pasado por diferentes hogares con la esperanza de que en algún momento alguien pudiera adoptarla para tener una nueva oportunidad de ser parte de una familia, aunque tampoco, aclara, se trataba de un sueño que la desvelaba.

Sin embargo, hace unos años se presentó una posibilidad que la terminó desilusionando por completo. “Me había adoptado una maestra de mi colegio y la pasé muy mal cuando me devolvió. Ella me había prometido el mundo y me llevó al hogar mintiéndome porque en verdad no estaba capacitada para manejar una situación de este tipo”, confiesa Martina, que reconoce que fue muy traumático sobrellevar ese duelo.

La adopción como plan A

María Belén siempre quiso ser mamá, pero no soñaba con “eso de la panza”. Como ella es adoptada, explica, tenía una mirada de la maternidad sin que sea excluyente estar embarazada. De hecho, cuenta que en la adolescencia se fue incrementando el deseo de ser madre, pero no pensaba tanto en tener un novio, casarse y formar una familia. Solo le seducía la idea de criar.

“Tuve parejas, pero la mayoría veían la adopción como un plan B, pero para mí siempre ese había sido el plan A. Por esa razón se terminaban las relaciones”, dice María Belén.

“La sociedad entiende que los chicos que están en estado de adaptabilidad no salen de una fábrica”

En el 2017, luego de terminar una relación, María Belén comenzó a investigar sobre la adopción y dice que se encontró con una ley teóricamente mucho más completa, “pero una sociedad que no entendía que los chicos que están en estado de adaptabilidad no salen de una fábrica”, afirma. Y añade: “También con muchas personas que planteaban que no era necesaria tanta evaluación de los aspirantes a adoptar y yo pensaba que estábamos hablando de personas, no es que para que no estén en instituciones hay que entregarlos como paquete, son seres humanos”.

Desde los 12 años Martina, que actualmente tiene 17, se encontraba viviendo en el Hogar María del Rosario de San Nicolás, que forma parte de una Asociación Civil que trabaja en una niñez y adolescencia sin violencia, abandono y desamparo que se dedica a brindar la posibilidad a niños y adolescentes víctimas de maltrato infantil, de desarrollarse con miras a su completa reinserción social con un proyecto propio, eficaz, real, concreto y viable de ser puesto en marcha de acuerdo a sus posibilidades, ya sea por la reinserción en su familia o procurando una vida independiente.

“Somos un hogar que le permite a hermanos de diferente edad poder crecer bajo un mismo techo no ser separados una vez que los sacan de sus casas enviando a los más chicos a hogares de niños y a los más grandes a hogares de adolescentes. Nuestros chicos son derivados del estado una vez que se toman medidas extraordinarias porque en sus casas sus derechos son vulnerados y trabajamos para que puedan egresar ya sea regresando con sus familias, siendo adoptados o pudiendo hacer una vida independiente, con herramientas para que puedan valerse por sí mismos, en el caso de las mayores de 18 años”, explica Priscila Garritano, Directora del Hogar María del Rosario de San Nicolás.

¿La decisión más difícil?

Al finalizar el 2020 María Belén decidió que iba a adoptar un niño más grande cuya edad podía oscilar entre los 9 y los 14. “Pero me preguntaba si tendría las herramientas para ser mamá de un varón que me conozca entrando a su adolescencia. Me daba miedo no tener suficientes respuestas para acompañar, guiar y ahijar a un varón en una edad tan compleja. Tenía todo para subir los documentos a la plataforma y decidí ver las convocatorias públicas. Ahí mi corazón conectó con una chica más grande y emprendí un camino largo de evaluaciones, cambios y decisiones, pero siempre tuve la certeza de que si se concretaba, sería para siempre”.

María Belén cuenta que a la hora de tomar esta decisión tuvo algo de miedo, temores que se fueron disipando a medida que iba atravesando las evaluaciones y se encontraba con su diario de viaje replanteando qué cosas podían pasar. En ese proceso, la ayudaron mucho la terapia, sus amigos y sus oraciones.

María Belén y Martina: una obra del destino

“El 14 de febrero del 2022 me citaron a una audiencia y me explicaron que los chicos son escuchados. Entonces, si yo seguía con la idea de adoptarla a Martina se lo iban a preguntar primero a ella y más adelante me darían la respuesta. Dos semanas después me llamaron para informarme que ella había dicho que sí. Estaba en la calle con poca batería y empecé a llorar de emoción”.

María Belén dice que sabía poco de Martina, aunque le habían informado que había tenido una infancia compleja y que había pasado por varias instituciones. “No me decían muchas cosas, pero yo me imaginaba su infancia y me preguntaba qué hubiera pasado si yo llegaba antes. La cuestión básica de preparar una merienda o su desayuno o no haber estado en su primer día de clases, pero me gusta pensar que voy a estar el resto de los días”.

“No te pierdas”

La primera vez que María Belén y Martina estuvieron cara a cara fue un viernes de marzo en una cafetería donde había profesionales del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA). María Belén sintió que estaba dando un examen ante la cantidad de preguntas que le hacía Martina, pero lo más emotivo fue el abrazo que se dieron al despedirse y el “no te pierdas” que su futura hija le había dicho haciendo referencia a que había llegado unos minutos más tarde al encuentro. Pero, para María Belén esas palabras habían significado algo así como “no desaparezcas”.

Por el lado de Martina, las expectativas eran mucho menores a raíz de esa desilusión que había sufrido tiempo atrás. “La conocí hace como un año y medio por el proceso de adopción y la convocatoria, pero estaba muy nerviosa. Al principio, nos veíamos dos veces a la semana y después los fines de semana. Eso fue complicado porque yo no quería pasar tiempo con ella, no me salía, fue muy de a poco”, confiesa Martina.

Tiempos de vinculación

Al principio, salían a caminar o a merendar y una vez María Belén la llevó a Martina a una peluquería. Hasta que una tarde accedió a conocer su casa.

“Nos gustaba cocinar, ir al cine, merendar, ir a la plaza. Siempre hubo miedos, pero también la certeza de vivir el sueño. Las discusiones me dejaban pensando, yo sabía que no me iba a mover de mi decisión. ¿pero ella? ¿estaba segura? Me daba miedo que ella dijera al final ´no´ porque en mi corazón ya había gestado un amor maternal para ella”.

Después de un año de vinculación y con dos meses de convivencia sostenida, en abril de 2023 el juzgado la otorgó a María Belén la guarda de Martina. Ahora, solo resta la sentencia definitiva.

“Somos una familia”

“Hace unas semanas nos informaron que debería salir en estos días. Es una formalidad, pero es importante. Si bien el vínculo ya existe y está cerca de su mayoría de edad, el hecho de la sentencia definitiva simbólicamente es que somos una familia. Ante la ley y ante las instituciones”, se alegra María Belén.

“El día que me mudé a su casa le dije ´vamos a ser familia´ y ella se puso muy contenta, creo que no se lo esperaba”, se ríe Martina.

María Belén dice que su hija es brillante, inteligente y muy independiente. “Es reflexiva y tiene mucho registro del otro. En algunas cosas somos más parecidas de lo que me imaginaba. Tiene mucho de buscar la justicia, de molestarse cuando alguien le hace mal a otra persona que quiere. Tiene un corazón enorme y, sobre todo, elige el diálogo siempre. En el colegio le va mejor de lo que ella cree. Tuvo muchos cambios y, sin embargo, le puso toda la voluntad pata sacar adelante las materias que le cuestan”.

María Belén, está convencida que hay un antes y un después en su vida tras la adopción de Martina, sobre todo en las prioridades. “Maternar, ahijar te cambia la cabeza y el corazón. Ya no es solo vivir por mí y por los que me quieren, sino vivir sabiendo que tenés la responsabilidad de ser observada y que todo repercute directamente en la familia”. Y finaliza: “Siempre digo que yo elijo todos los días ser su mamá, me tocó llegar en su adolescencia pero sé que si hubiera llegado antes también nos hubiéramos elegido porque finalmente este era el destino: que seamos familia todos los días”.

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Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/adopto-a-una-chica-de-17-era-adoptada-queria-ser-madre-y-no-le-importaba-eso-de-la-panza-si-hubiera-nid14112023/

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