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Alejandro Vigil: “Es importante que uno entienda que no es Messi, sino que es un productor de vino en un contexto muy complicado”

Alejandro Vigil atraviesa con cierta dificultad el amplio salón del Sheraton Mar del Plata donde se realiza la feria de vinos Chachingo Wine Fair. Cada cinco pasos alguien le pide una selfie; pued...

Alejandro Vigil atraviesa con cierta dificultad el amplio salón del Sheraton Mar del Plata donde se realiza la feria de vinos Chachingo Wine Fair. Cada cinco pasos alguien le pide una selfie; puede ser uno de los asistentes el que quiere salir en la foto a su lado o, también, un colega de otra bodega. Vigil se detiene, sonríe a la cámara, desde su altura algo mayor que el promedio pasa un brazo por arriba de los hombros del solicitante y con su mano hace gesto de cuernitos rockero. El apodo de “el Messi del vino” le cabe a la perfección. Pero, ¿cómo surge ese vínculo casi futbolero en el mundo del vino?

“Creo que tiene que ver con que uno, a través de sus vinos, está en momentos alegres de la vida de la gente. Se comparte un vino en la mesa y es alegría, y mucha gente siente que sos parte de eso. Y en realidad lo sos de alguna forma, pero se ha personificado y es raro. Tengo que pensar si este fenómeno es algo bueno o malo para el vino”, reflexiona Vigil, indiscutible embajador de nuestra bebida nacional. Pero, también, emprendedor de tiempo completo.

A sus 50 años, este mendocino divide su tiempo entre la elaboración de vino –es jefe de viñedos, bodega y producción de Catena Zapata y creador de El Enemigo Wines–, la producción de cerveza artesanal en su cervecería Chachingo Craft Beer y sus 20 restaurantes y bares en Mendoza (a los que pronto se sumarán locales en Buenos Aires, Mar del Plata y Miami). Además, como parte de su labor institucional en la industria vitivinícola, es presidente de Wines of Argentina y vicepresidente de Bodegas de Argentina.

Podría decirse que es un jugador de toda la cancha. Pero, metáforas deportivas aparte, su comparación con Messi tiene otra explicación. Es sin dudas el enólogo con mayor reconocimiento internacional en la historia del vino argentino. De eso dan cuenta, por ejemplo, las 12 veces que obtuvo con sus vinos 100 puntos de la crítica internacional.

–¿Te acordás de tus primeros 100 puntos?

–Me acuerdo perfecto. Yo me levanto temprano, a las 4.45 o antes, y voy a ver algún viñedo; vuelvo, llevo a los chicos a la escuela y de ahí me voy a una bodega. Pero ese día tenía que ir con María, mi mujer, a hacer un trámite al centro de Mendoza. Cuando íbamos volviendo recibo un mensaje de felicitaciones de un importador de Dinamarca. ¿Felicitaciones de qué? Al rato más y más mensajes. “María, fijate qué pasa”, le digo mientras seguía manejando. “Me parece que ha pasado algo con los puntajes”, me contesta. “Te sacaste 100 puntos... No, ¡te sacaste dos 100 puntos!”. Ahí paramos la camioneta al costado de la ruta. Me largué a llorar como un chico y me fui a un alambrado. Después vino María y lloramos un ratito abrazados.

Volvimos a casa y ya había gente en el restaurante . Serví unos platos, no dijimos nada y todo siguió. Fue un instante. Yo nunca dije que quería 100 puntos. Pero entendía que era entrar a un club muy minúsculo del mundo. Y cuando llegó fue increíble.

–¿Qué te dijeron a vos esos 100 puntos?

–Los 100 puntos me han reafirmado que los lugares son más importantes que las personas. Vos fíjate: son 12 los vinos con los que saqué 100 puntos y todos son del mismo viñedo, Adrianna Vineyard, en Gualtallary. Algo pasa ahí. Y creo que va a seguir pasando y va a ir creciendo. Ya hay otros productores que han sacado 100 puntos en la misma zona. Es algo que sirve para seguir desarrollando la imagen del vino argentino, pero eso no lo podés hacer solo. Necesitás que muchos productores sigan elevando la calidad. A mí, en lo personal, no me varió nada. Sí me da mayor curiosidad entender por qué todavía en otros lugares, como El Cepillo, por ejemplo, no tenemos 100 puntos. Me gustaría entender qué falta y qué sobra para llegar a lo que nos está sucediendo hoy en Adrianna.

–¿Cómo te llevás con que te llamen el “Messi de vino” y el tema de las selfies?

–Lo tomo con muchísimo cariño y agradecido. Creo que lo importante es poner en escena al vino por encima de los personajes reales que hay detrás de cada vino, que son miles y son personas increíbles. Pero también es importante que uno entienda que no es Messi, sino que es un productor de vino en un contexto macro y micro muy complicado. Y que cualquier cosa que nos lleve a nombrar el vino es buena. Es raro en lo personal, pero si suma a la causa está bien.

–¿Cómo describirías ese contexto complicado?

–La pospandemia nos ha traído a la gente queriendo tomar menos alcohol, dado la gran cantidad que tomaron durante un año y medio. Hoy hay toda una cultura de bajar el alcohol, y eso nos ha impactado y fuerte a nivel internacional. A eso se suma una coyuntura para el vino argentino muy complicada, con un dólar híperatrasado, donde nuestra base de exportaciones se vio fuertemente afectada. No nos dan los costos, básicamente.

–¿Por qué crees que la pandemia tuvo tanto impacto en nuestros hábitos?

–Porque nos demostró que la nueva forma de vida no nos permite estar consumiendo bebidas alcohólicas todos los días. Nuestra velocidad, nuestra vorágine, nuestra necesidad de estar despiertos más horas porque tenemos más trabajo... A eso se suma un discurso a nivel global, que creo que tenemos que empezar a mirar con cierto recelo, que dice que el cannabis es bueno para la salud y el vino es malo. Es además un discurso que pone al cannabis y al vino en un lugar de recreación. Por eso es importante hacer entender que nosotros no somos recreación, somos una cultura. Somos una forma de mirar la mesa en la que el vino y el pan eran parte de nuestro alimento diario.

A eso hay que volver: a sacar al vino del lugar de la recreación y a ponerlo en el lugar de una cultura. Porque además, como dice el Código Alimentario Argentino, el vino es alimento. Pero pasa que ya no se lo piensa como alimentación. Perdimos esa parte de la cultura que es en la que tenemos que volver a enfocarnos.

–El consumo de vino per cápita viene cayendo desde hace décadas en la Argentina. ¿Crees que la sofisticación del discurso del vino –esa idea de hay que saber para disfrutarlo– es parte del problema?

–Lo he pensado mucho, porque es una pregunta recurrente, y con el tiempo he ido descubriendo que no. Lo que nos ha frenado es el no poder acceder al vino. Tengo muchos amigos que tienen acceso y no hablan ni de si el vino tiene aroma a clavo de olor ni de la zona de donde viene. Es “me gusta” y “no me gusta”. Y listo. Creo que nuestro problema es mayor: es económico. No hay acceso al vino. No hay acceso a casi nada hoy en la Argentina. Esa es la realidad. Podemos seguís haciendo el trabajo fino y seguir haciendo crecer la imagen del vino argentino, pero si no logramos que la macro funcione es muy difícil.

–¿Por qué te metiste tan de lleno en la gastronomía?

–De nuevo, vuelvo a lo que decía. Creo que el vino es parte fundamental de una comida. Yo no identifico la comida sin el vino y el vino sin la comida, porque para mí es un todo. Meterme en gastronomía me pareció que era una muy buena forma de amalgamar las dos cosas. Después, bueno, se me volvió bastante exitoso todo y ha ido creciendo. Pero la idea principal es que en la mesa haya vino. Y creo que funcionó.

–¿Cuánta gente trabaja hoy en tus proyectos?

–Unas 750 personas. La fábrica de cerveza también ha crecido mucho. Empezó como un hobby con mi hermano y otro socio, al que luego se incorporaron todos mis amigos de la infancia, y ha ido avanzando. Y me ha dado mucho orgullo porque me he sentido muy acogido por el mundo de la cerveza. Pensé que me iban a golpear porque vengo del vino, pero creo que el mundo del vino me golpeó más porque me fui al mundo de la cerveza.

–Bueno, son dos industrias que se disputan al mismo consumidor...

–Son las grandes corporaciones las que están en esa discusión, y la cerveza artesanal va por otro camino. Yo no veo a la cerveza como competencia, sino como un complemento del vino. Porque, por otro lado, ¡no estás todo el día tomando vino! Y además la cerveza artesanal tiene un valor agregado, que son las personas que la hacen.

–Meterte en el mundo de la cerveza también es volver a aprender algo nuevo, ¿no?

–Mi impronta es la curiosidad. Para mí todo esto es curiosidad. Yo lo llamo “el mundo de los sabores”, que es lo que me mueve. En comida, en vino, en cerveza, en agua... Mi búsqueda es cómo lograr determinados sabores que sean confortables para mi paladar. Además, creo que en una curva de Gauss de gustos yo estoy en el punto medio de la media de cualquier grupo de personas. Y eso es una gran ventaja, porque lo que a mí me guste seguramente le va a gustar al 95% de las personas. Hay algo que me pasa habitualmente, por ejemplo, que es que cuando pruebo un plato y no me gusta, después vienen otros y me cuentan que tienen la misma sensación. Yo después lo puedo describir, porque tengo la gimnasia para describir lo que no me gusta, y decir si es demasiado ácido por ejemplo, pero el punto es que soy lo más media de la media.

–¿Vos creés que esto en parte es la clave de tu éxito?

–Creo que explicaría que el éxito es ser lo más media de la media que sea posible. Y eso también podría explicar otras cosas.

–¿Por ejemplo?

–Por qué la gente se identifica con uno. ¡Porque soy lo más común de lo más común! No hago el vino más raro del mundo ni vivo raramente. Esa identificación de la gente conmigo quizás sea una consecuencia de estar en la media.

–Volviendo a la cerveza, ¿qué te dijeron cuando comenzaste a producirla?

–Mucha gente me decía “vos estás loco”, “cómo vas a hacer esto”... Ahora muchos de esos también están haciendo cerveza. Pero es normal ese tipo de reacción. Por eso siempre digo que, si bien un proyecto lo tenés que hacer con un equipo de trabajo, la idea nunca la tenés que compartir con ningún equipo de trabajo.

–¿Por qué?

–Porque siempre van a tender a lo confortable. Si estás bien acá, ¿para qué te vas a mover? Mandela decía “todo es imposible hasta que se hace”. Siempre vos ves lo imposible, no ves la posibilidad. Por eso, cuando surge una idea, lo que tenés que hacer es armar el equipo de trabajo que la desarrolle, pero no le preguntes nunca “¿te gusta esta idea?”. ¡La van a matar! Porque las cosas que no se han hecho son siempre imposibles, hasta que se hacen.

–¿Cómo te ves en el futuro? ¿Vas a dejar de generar nuevos proyectos?

–No, va a ser siempre así, porque para mí la vida es un poco esto: es familia y terminar con la curiosidad que tengo sobre las cosas. Con lo cual el día que no tenga curiosidad, dejo de ser. Yo no creo en los grandes cambios de las personas. Creo que la gente viene siendo de una forma e intensifica algunas cosas si trabaja mucho o disminuye otras. Pero vos sos de una forma siempre. Y por otro lado, me gusta pasar mucho tiempo con mis hijos y con María. Eso me encanta. Por lo cual, cada vez que podemos estamos juntos, y generalmente son muchas horas al día. Porque no creo en el tiempo de calidad, creo en el tiempo. Tenés que estar presente, y ahí va a haber tiempo de calidad y de no calidad. Pero a mí me parece que el discurso del tiempo de calidad es para justificar no estar presente.

–En la etiqueta de tus vinos El Enemigo, hablás de la batalla contra uno mismo, ¿seguís siendo vos tu enemigo?

–Sí, sigo siendo yo mismo. Es lo que te decía de que siempre hay cosas que trabajar para disminuir cierta impronta en algunos casos, y en otros, acelerarla. Pero para eso también es importante rodearte de gente transparente, de personas que sean honestas y, sobre todo, sinceras. Esa es la única forma de caminar tranquilo, y yo la encontré en mis amigos de la infancia. Ellos me conocen y, si me desvío, me lo van a decir. Tienen suficiente confianza para decirme cualquier cosa. Es cierto que tengo muchos amigos que he hecho en los últimos 25 años, con los que me divierto y me llevo bien, pero me es más difícil creerles.

Mis amigos nunca cambiaron. Son los que tengo desde los 3 ó 4 años, esos pibes con los que jugábamos en la viña y con los que robábamos duraznos y damascos calientes a la hora de la siesta. Los más nuevos son los que conocí a los 8 años.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/sabado/alejandro-vigil-es-importante-que-uno-entienda-que-no-es-messi-sino-que-es-un-productor-de-vino-en-nid21102023/

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