Generales Escuchar artículo

Cayó el muro que impedía la hegemonía peronista

Hubo un tiempo en el que los grandes diarios guardaban en sus archivos las necrológicas de personalidades importantes que deseaban que esos textos se publicaran en un futuro lo más lejano posible...

Hubo un tiempo en el que los grandes diarios guardaban en sus archivos las necrológicas de personalidades importantes que deseaban que esos textos se publicaran en un futuro lo más lejano posible. Rara vez alguien importante moría sin que ya estuviera escrito el resumen de su vida. Cada cierto tiempo, era de rigor actualizar esas líneas, algunas tipeadas en hojas que se habían vuelto amarillentas.

Es bien posible que la primera versión de la necro del ya centenario Henry Kissinger haya sido escrita en The New York Times unos cincuenta años atrás por un periodista que ya no está en este mundo.

Podría asegurarse, sin embargo, que entre nosotros ni el más previsor de los editores debió haber ordenado antes de este ciclo electoral la necro de Juntos por el Cambio, extinguido en forma abrupta pero explicable en la noche del 22 de octubre de este año. La confirmación de la desaparición de Cambiemos –su nombre original– ocurrió horas después del triunfo parcial de Sergio Massa, cuando Mauricio Macri, el líder fundador de la última coalición opositora, se convirtió en el jefe de campaña del libertario Javier Milei.

La Argentina carece hasta nuevo aviso de un bloque sólido que impida las violaciones a los principios elementales de la república que intentó en numerosas oportunidades el kirchnerismo

La candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, no se había todavía recuperado del efecto de quedar tercera cuando fue invitada a la casa del expresidente. Esa reunión de la que Macri fue anfitrión se llama ahora el Pacto de Acassuso, como una desproporcionada alusión al Pacto de Olivos, aquel acuerdo de 1993 entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín para la reforma Constitución y la reelección del presidente peronista.

El quiebre de la alianza opositora tiene varios padres y una única consecuencia: la Argentina carece hasta nuevo aviso de un bloque sólido que impida las violaciones a los principios elementales de la república que intentó en numerosas oportunidades el kirchnerismo. La asignación de responsabilidades por la fractura opositora es ahora una oportunidad para consolidar la división. Macri concentra los ataques y los deriva al radicalismo y a un sector de su propio partido, el PRO.

En la única y excluyente razón de ser Cambiemos anidó también su pecado original: fue siempre una fuerza unida por el espanto al kirchnerismo antes que por un proyecto de poder superador

Quienes acusan a Macri tienen razón en destacar el notorio desapego que mostró hacia el rumbo de Juntos por el Cambio, la manera en la que boicoteó a sus dos precandidatos presidenciales y, en simultáneo, la validación que siempre le dio a la aparición de Milei, a la derecha de la derecha del escenario.

Antes que una descalificación hacia sus levantiscos subordinados, hay en Macri un arrepentimiento de su propio estilo de presidente gradualista. El expresidente tiene tanto derecho de cambiar sus posiciones y adherir a las formas libertarias como sus antiguos socios de resistirse a esa mutación.

Nadie es inocente ni puede alegar en su favor su propia torpeza. Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich desafiaron la jefatura de Macri y presumieron el poder que no tenían, aun cuando el triunfo sobre el kirchnerismo en las elecciones de medio término les anticipara un cambio de manos del poder presidencial.

Massa, si es presidente, tendrá la oportunidad de una hegemonía como la que Cristina nunca terminó de consumar

Tampoco el radicalismo en sus distintas versiones puede sorprenderse del intento de ser llevado como convidado de piedra a apoyar a un dirigente que hizo de los insultos a sus extintos líderes una forma llamativa para presentar su universo de buenos y malos.

Los jefes del radicalismo se acostumbraron a no construir dirigentes nacionales que aspiren a ser presidentes. De hecho, fueron como furgones de cola de las dos listas que armó el PRO con un catastrófico resultado que confirmó que Juntos por el Cambio ya era un matrimonio roto.

Lanzarse culpas cruzadas es un juego ocioso que oculta la responsabilidad colectiva de haber destruido una trabajosa construcción de la que, paradojas si las hay, en sus comienzos también participó Sergio Massa.

A las fuerzas no peronistas les llevó una década lograr frenar al kirchnerismo, excepción hecha del efímero efecto electoral que tuvo el conflicto con el campo de 2008.

Recién 10 años después del nacimiento del kirchnerismo, el “vamos por todo” desatado por Cristina Kirchner fue frenado por la acción sincronizada de opositores que luego formarían Juntos por el Cambio antes de las elecciones de 2015.

Si para algo sirvió Juntos por el Cambio fue para recoger y reunir a las fuerzas republicanas para frenar la toma de los tribunales, la eliminación de la libertad de expresión, el intento de reelección indefinida de Cristina Kirchner y la adhesión fanática al chavismo y al castrismo.

En su única y excluyente razón de ser anidó, también, su pecado original: fue siempre una fuerza unida por el espanto al kirchnerismo antes que por un proyecto de poder superador. Macri fracasó en su gobierno, no supo aprovechar las oportunidades que tuvo para hacer las reformas que había prometido, se frenó cuando podía hacerlas y terminó devolviéndole el poder a un delfín de la misma Cristina Kirchner.

Massa, con posibilidades de heredar el gobierno que hoy monopoliza, si llegara a consumar su triunfo encontraría frente a sí una oposición diezmada, derrotada, en parte dispuesta a enfrentarlo, en parte ofreciéndose para sumarse a sus filas. Es decir, Massa tendría la oportunidad de una hegemonía como la que Cristina nunca terminó de consumar. Es un regalo que viene de la autodestrucción de Juntos por el Cambio.

Un triunfo de Milei, matemática y políticamente posible aun a pesar de las precariedades que está mostrando en su aproximación al poder, habilitaría un juego impredecible que reabriría las puertas del poder al macrismo, pero dejaría en un limbo a sus viejos socios del mismo PRO y a los ahora incómodos radicales.

La historia continúa detrás del resumen de las vidas de quienes decidieron irse de ese mundo.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/ideas/cayo-el-muro-que-impedia-la-hegemonia-peronista-nid03112023/

Comentarios
Volver arriba