Conmoción en un barrio “tomado por la droga”: en lo que va del año registraron dos suicidios y 14 intentos entre adolescentes y jóvenes
–Pero Valen, tenés que ser fuerte.–¡Claro! Para vos es fácil decirlo porque no soñás.–¿Qué soñás?–Que estoy pipeando.Valentín tenía 12 años cuando em...
–Pero Valen, tenés que ser fuerte.
–¡Claro! Para vos es fácil decirlo porque no soñás.
–¿Qué soñás?
–Que estoy pipeando.
Valentín tenía 12 años cuando empezó a fumar crack. Un año antes ya consumía marihuana y cocaína a escondidas de Karina, su mamá, y del resto de su familia. Iba a la escuela, jugaba con sus amigos y llevaba la típica vida de un adolescente. Estaba en séptimo grado cuando arrancó a pipear, como le dicen en Santiago del Estero, a consumir crack. Fue tan brusco el efecto en su vida, que al poco tiempo, las apariencias se hicieron insostenibles y el adolescente cambió la escuela por las “malas juntas” y la calle.
Al principio, vendía sus cosas para hacerse de dinero y poder consumir: su ropa, sus zapatillas, la bicicleta, el celular. Una bolsita de crack vale, hoy, 500 pesos, pero dura apenas dos pitadas. Y quien consume quiere enseguida más y más.
“Alguna vez me explicó que, cuando puede dormir, sueña que consume. Es un sueño tan patente que, al despertar, el adicto piensa que fue real y busca seguir consumiendo”, explica la Karina, que vive con Valentín y con Ricky, su otro hijo, que tiene 28 años y una discapacidad severa. Comparten una casa en el barrio La Isla, ubicado en La Banda, Santiago del Estero. “El barrio está completamente tomado por la droga, pero nadie hace nada”, denuncia.
Cuando ya no le quedaron cosas propias por vender, Valentín siguió con objetos de la casa que se llevaba a escondidas, como un alargue o la pava eléctrica. Hasta que llegó a amenazar a Karina y a Ricky con un cuchillo. “Ando con el monedero en el corpiño, por temor a que me robe”, dice Karina avergonzada.
Riesgo de suicidio: dónde recurrir en busca de ayuda
“Que mate, lo maten o se mate”Desde hace un año, la vida de este chico de 14 años oscila entre internaciones y recaídas cada vez más profundas, en las que empezó a delinquir. Valentín tiene cuatro causas judiciales por robo: tres a comercios y una por arrebatarle el celular a una nena un año menor que él y lastimarla en el forcejeo.
Karina es peluquera y emprendedora, tiene 54 años y jura que no ha dejado puerta sin golpear para pedir ayuda por su hijo. Desde hospitales y centros de salud hasta oficinas de Justicia de su provincia. “A veces no sé si están esperando que mate a alguien, que lo maten o que se mate. Porque si no, no se explica tanta burocracia y falta de compromiso”, se pregunta angustiada. Hace un tiempo, la mujer descubrió también que su hijo se hace cortes en el brazo, una nueva señal de alarma de que el cuadro de su hijo empeora.
Karina cuenta que la droga es un flagelo en aumento en toda la provincia de Santiago del Estero, pero que en toda la provincia hay sólo dos hospitales de desintoxicación (uno en la Capital y otro en La Banda) y un único espacio de rehabilitación de adicciones: el Centro de Rehabilitación en Adicciones Santiago del Estero (Crease), gestionado por la Fundación Nocka Munayki, que tiene convenio con la Sedronar. “Faltan espacios. Y si el chico es menor de edad, todo se complica más”, agrega.
Esta información se condice con el Mapa interactivo de la Red Federal de la Sedronar, que registra 796 dispositivos en todo el país, entre espacios ambulatorios y centros de internación. De ese total, contabiliza 16 en Santiago del Estero, de los cuales 13 no cuentan con internación.
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Dos suicidios y 21 intentosHace pocos meses, la organización social La Poderosa, que acompaña a muchas familias devastadas por situaciones de consumo, denunció lo que se vive en Santiago del Estero con un dato alarmante: entre enero y octubre, registraron en el Barrio Bosco II, en el que viven unas 4000 personas, dos suicidios y 17 intentos de suicidio, 14 de los cuales estaban vinculados con consumos problemáticos.
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En un posteo que hicieron en Instagram, la organización cuenta la historia de Ricardo Maldonado, un joven de 18 años con problemas de consumo que había intentado quitarse la vida en ocho ocasiones, hasta que en la novena lo logró. “Ricardo estuvo internado varias veces, pero lo volvían a mandar a casa. Yo lo llevaba al hospital y él salía y no me daban la oportunidad de hacer nada. Ahora, lo único que pido es que se acabe esto, quiero que se termine, que se investigue lo que pasó. En Santiago del Estero hay mucha droga. Muchos vecinos tienen miedo y nadie denuncia porque los amenazan”, cuenta Ivana Iturri, su mamá, en ese posteo.
Consultada por LA NACION, la mujer dice que, en un abrir y cerrar de ojos, la buena vida que tenía se convirtió en pesadilla por culpa de la droga. A principios de este año, tenía un hijo sano, que no consumía. Pero hace casi dos meses, tenía a ese mismo hijo encerrado en su casa, tratando de mantenerlo a salvo del consumo de crack. “Él lloraba y me pedía ayuda. Me decía que se quería curar, pero que necesitaba salir para drogarse. Uno de esos días, fui a la fiscalía a pedir ayuda para él. Cuando volví, lo encontré muerto. Se había ahorcado. Ya había intentado ahorcarse antes, pero esta vez no llegué a tiempo para salvarlo”, dice con voz angustiada.
Ivana está en pareja, tiene una nena y un varón más chicos que Ricardo y se le iluminan los ojos cuando habla de su hijo mayor. Cuenta que no trabajaba pero colaboraba mucho en la casa. Que le gustaba el fútbol y la música. “Este año había empezado a consumir cocaína por experimentación. Si consumía hoy, la siguiente vez podía ser en una o dos semanas. Antes de eso, no había consumido nada. Y tres o cuatro meses antes de morir, había empezado a pipear. Y ahí se vino lo peor”, se quiebra.
Con el crack, prosigue, Ricardo perdió el control de su vida. “No podía parar de consumir y eso lo desesperaba. Así que empezó con intentos de suicidio. Cuando estaba bien, me explicaba que se quería morir porque la abstinencia era insoportable. Varias veces lo encontré ahorcado, casi muerto. Lo llevaba al hospital, lo tenían unos días, le ponían suero, y me lo devolvían. Así siempre, hasta que se suicidó”, se lamenta. Ivana acaba de comenzar terapia porque dice que no puede parar de llorar. “Me gustaría que esta muerte no sea en vano. Quiero ayudar a otros chicos y especialmente a otras mamás para que no pasen por lo que yo pasé”, explica.
Buscan atención en otras provinciasReferentes de La Poderosa sostienen que, al día de hoy, los intentos de suicidio en el mencionado barrio ascienden a 21. “En la provincia hay dos centros de internación y después está el Crease como centro de rehabilitación. El problema es que los chicos tienen que pasar varias entrevistas para ver si son aceptados. Mientras tanto, hacen tratamiento ambulatorio y ahí se terminan complicando”, expresaron.
En el caso concreto de Ricardo, el adolescente estuvo tres meses en ese proceso hasta que se suicidó. “Uno de los tantos intentos de suicidio fue un domingo y al día siguiente tenía una entrevista en el Crease a la que no fue. Cuando, al lunes siguiente, volvió, ya no lo quisieron aceptar porque había faltado la vez anterior”, agregaron desde La Poderosa
Graciela Guerra es referente de la agrupación Madres Territoriales en la provincia. Cuenta que, ante la falta de dispositivos de internación en Santiago, saben de más de 40 casos de chicos y chicas internados en otras provincias, como Córdoba, Jujuy y Buenos Aires. En muchísimos casos, gracias a la intervención de la organización. La mujer asegura que el consumo de diferentes sustancias está en aumento en su provincia y afecta especialmente a niños, niñas y adolescentes. “El crack está haciendo estragos. Mezclan cocaína con virulana y la queman. Eso los destroza. También fuman marihuana y aspiran Poxi-ran”, puntualiza.
“Los chicos en consumo se quiebran espiritualmente. Ven el dolor de sus familias y también la discriminación de la sociedad. Terminan pensando que nadie los quiere y empiezan a tener ideas suicidas”, se lamenta Graciela.
“Entran en depresión cuando no consumen”Si bien tener ideas suicidas es una problemática de salud mental multicausal, en Buenos Aires, el equipo de Toxicología del Hospital Fernández atiende cada vez con más frecuencia personas en consumo que llegan con este cuadro. “La mayor parte de la población que consume tiene una enfermedad mental asociada. Algunos estudios hablan del 80%. Es lo que se llama una patología dual: dos enfermedades que interaccionan entre sí. Por ejemplo, un cuadro depresivo, más el consumo”, explica Bruno Buonsanti, psiquiatra del equipo.
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El especialista remarca que, a la par de las patologías duales, el cruce entre consumo y suicidio a veces lo dispara la propia sustancia. “El alcohol o los opioides son depresores, actúan sobre el estado de ánimo. También hay, por el contrario, sustancias estimulantes, como la cocaína, la anfetamina y el crack. Las personas consumidoras de este segundo grupo suelen entrar en depresión cuando no consumen, porque ahí aparece el malestar que se tapaba con la sustancia”, agrega Buonsanti, que es subdirector de la carrera de especialista en Psiquiatría de la UBA, en la Unidad Docente Hospitalaria del Hospital Fernández.
“Las sustancias generan cambios neurobiológicos, pero también en el entorno, que muchas veces se aleja. Eso es un factor de riesgo, porque la persona se queda sola con el paso del tiempo. Además, el consumo va bajando el control inhibitorio. Ante una situación de estrés, alguien puede pasar rápidamente a la acción”, explica. Y agrega que, en el caso de los adolescentes, estas circunstancias pueden agudizarse. “El cerebro adolescente está en desarrollo, así que suele ser más impulsivo. Esto aumenta los riesgos”, alerta.
“Necesito que pueda quedar internado”Con cada internación de su hijo, a Karina le venían contando historias desesperantes en las que, en algún momento, entraba en juego el suicidio. Por eso, cuando Valentín comenzó a cortarse, para ella fue un punto de inflexión. “Estaba desesperada, porque lo veía cada vez peor. Si lograba apuntalarlo un poquito, volvía al barrio y se descarrilaba más. Una vez lo interné en una granja y se escapó. Lo encontré días después en situación de calle”, recuerda.
Hace unos meses, la mujer sintió que la salida para su hijo estaba fuera de su provincia. Con la ayuda de las Madres Territoriales, Valentín estuvo, primero, en una comunidad terapéutica de General Rodríguez y ahora, desde la semana pasada, en otra de Florencio Varela.
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“Lo fui a llevar muy esperanzada, pero me bajaron la fe de un hondazo. Me dijeron que, como es menor, en marzo lo tendría que sacar para que vaya a la escuela. Pero si está en consumo, no es capaz de nada. Menos de ir a la escuela. Me dicen que es por una normativa que excede a la comunidad. No entiendo cómo nadie más ve este sinsentido”, se indigna.
Ahora que el adolescente está internado, Karina concentra la energía en dos frentes. Por un lado, tratará de que las autoridades de la Provincia de Buenos Aires permitan que su hijo pueda quedarse internado el tiempo que necesite para recuperarse. Por el otro, busca un lugar para mudarse. La casa de sus sueños sólo debe cumplir con un requisito: estar alejada de La Isla, el barrio que se quedó con la niñez de Valentín.
Más información:La línea 108 opción 3 funciona todos los días, las 24 horas. También se puede acceder al servicio vía chat, a través de Boti, escribiendo cualquier palabra que remita a un consumo problemáticoEl Hospital Fernández está en Av. Cerviño 3356, CABA. Su servicio de Toxicología tiene guardia todos los días, las 24 horas. Los consultorios externos funcionan de lunes a viernes de 8 a 20 y la atención de primera vez es por demanda espontánea. Teléfonos: (011) 4808-2655 o 4801-7767.Línea 141: Es un servicio telefónico de primera escucha y asistencia inmediata de la Sedronar. Es anónimo y gratuito, funciona las 24 horas, los 365 días del año. Brinda información, atención y acompañamiento para situaciones de consumo de sustancias. Cuenta, además, con contención diferenciada para los familiares y entornos afectivos que realizan consultas.Narcóticos Anónimos: brinda atención de manera libre, gratuita y confidencial las 24 horas del día a través de su línea: 0800-333-4720. WhatsApp: 1150471626. Desde su página web se puede asistir a una reunión virtual.Fundación Niños sin Tóxicos: Fundartox realiza prevención, diagnóstico, asistencia e investigación vinculadas a vinculadas al consumos problemático de sustancias de sustancias psicoactivas; también brindan acompañamiento y asesoramiento a familiares. WhatsApp: 11-4404-8004.Fundación Manantiales: se dedica a la investigación y tratamiento de personas con adicciones. Por la emergencia sanitaria, ofrecen grupos gratuitos para quienes tienen problemas de adicciones y familiares de forma online. Comunicarse por WhatsaApp al 11-5582-4000 o al 11-2655-8000.Para informarte sobre más lugares donde pedir ayuda, a qué señales hay que estar alertas y cómo acompañar a un familiar, podés navegar la guía de LA NACIÓN sobre adicciones.Dónde pedir ayuda por temas de salud mentalEn las guías Hablemos de Suicidio y Hablemos de Depresión, de Fundación La Nación, podés encontrar información sobre señales de alerta, a dónde recurrir en busca de ayuda, cómo acompañar a personas en crisis y mucho más sobre problemáticas.