Generales Escuchar artículo

¿Debate o actuación política?

Los enfrentamientos televisados entre candidatos tienen códigos propios que no se deben subestimar ni desestimar. El debate es uno de los momentos más determinantes dentro de las estrategias de l...

Los enfrentamientos televisados entre candidatos tienen códigos propios que no se deben subestimar ni desestimar. El debate es uno de los momentos más determinantes dentro de las estrategias de los candidatos, que no solo exponen sus diversos puntos de vista sobre temas de interés público, sino también de qué manera intercambian puntos de vista con sus pares. Algunos toman este escenario como un combate, otros –si lo necesitaran- como una posibilidad de establecer nuevamente una imagen positiva. Todos, con el objetivo de captar nuevos votantes, más allá de su electorado natural. Y en esto no hay muchas diferencias, sea el país que sea.

Hoy será la primera vez en que cada ciudadano argentino podrá ver en vivo el modo en el que interactúan los candidatos entre ellos y definir, si aún no se hizo, el que más lo representa. Por eso es fundamental estar atentos a todos los aspectos. Vivimos en una era visual. Un debate no se trata solo del discurso, es un conjunto de elementos que hacen a la imagen del candidato: la demostración de confianza y tranquilidad, la firmeza, la pasión, la manera cautivadora de hablar, la apariencia, los gestos y qué tanto se dejan llevar por las emociones o evitan las incongruencias, que suenan como una voz de alerta para el observador.

Suele ocurrir que algunos postulantes subestiman el debate, enfocándose únicamente en la presentación de un eventual plan de gobierno, lo que termina marcando la diferencia entre quien realmente se preparó en cómo comunicar de manera auténtica y quién no lo creyó necesario.

Un claro ejemplo de esto, que aunque conocido siempre conviene recordar, fue el primer debate presidencial televisado en 1960, en el cual Kennedy y Nixon expusieron sus ideas ante una audiencia de 70 millones de personas. El día anterior al debate, Kennedy se había reunido con el productor para conocer el diseño del set, la colocación de las cámaras y la altura del atril. Por el contrario, ni Nixon, recién salido del hospital después de una dolorosa lesión, ni su equipo aprovecharon la oportunidad. El mismo día de la transmisión, Kennedy decidió llegar al estudio horas antes para prepararse y comprobar las condiciones, la iluminación y controlar la temperatura del estudio para evitar la transpiración, que bien sabemos que puede asociarse con el nerviosismo y el estrés, algo que puede dar una indicio de que uno no está manejando el debate si no que el debate lo está manejando a uno.

Otro punto que suele ser clave (quizás lo es más en algunos países que en otros) es la elección del vestuario: puede transmitir prolijidad, autoridad, seguridad, seriedad, cercanía (el abc de la política) o descuidos e informalidad que se asocien a la falta de preparación y de seriedad para representar a toda una nación. De todas formas, dado que esto es una mera cuestión de gustos y modas, es importante que lo que se utilice se encuentre alineado con el cargo que se aspira a ocupar y qué mensaje visual se desea comunicar.

Para esa ocasión, Kennedy en su clásico traje azul con corbata, transmitió en sus modos seguridad, firmeza y carisma natural, contestándole a su competencia pero también mirando a las cámaras, a su audiencia. Nixon, por el contrario, con un traje gris que se confundía con el color de fondo del set y una apariencia dejada y notablemente nerviosa por su poca preparación para un debate público, resultó ser el final de su aspiración a la Casa Blanca en 1960. La historia dice que los estadounidenses que sintonizaron la radio creían que los dos candidatos estaban igualados, pero tendían a pensar que Nixon había ganado los debates. Sin embargo, esos 70 millones que vieron el comportamiento de los candidatos en la televisión veían a Kennedy como el claro vencedor.

Más recientemente, Hillary Clinton, la primera mujer candidata a la presidencia de los Estados Unidos, buscó a lo largo de los debates la forma de destacarse de su oponente, comunicando respetuosamente y logrando que su estilo represente el poder de la feminidad a través de la sastrería femenina en colores fuertes, sin caer en la imitación del uniforme y estilo masculino en la política.

En nuestro país, la expectativa por los debates presidenciales de este año aumentó considerablemente tras los realizados entre los postulantes a la vicepresidencia y la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que generaron una reacción mayoritariamente negativa y decepcionante. Hubo falta de respeto entre los adversarios, superposición de voces, abundancia de modos y gestos vergonzosos. En cuanto a la vestimenta, la intención de mostrarse un poco más informal puede interpretarse de otra manera: que un candidato le resta importancia al evento.

En el debate de vicepresidentes, se percibieron dos contrastes principales. Villarruel, que ha logrado demostrar a lo largo de la campaña una imagen de firmeza y un estilo de autoridad diferenciándose del resto, sorprendió con un estilo informal, que no buscó sobresalir, contrariamente a lo que venía proyectando, y un lenguaje corporal más ameno que su estilo tradicional. Petri, que se caracterizó por su presencia y postura respetuosa, en un escenario de tanto disturbio verbal se encontró ante un desafío mayor para poder encontrar el equilibrio entre comunicar fervientemente y al mismo tiempo mantener la serenidad.

Los estudios muestran que la apariencia en la política importa más de lo que nos gustaría admitir, y es ingenuo suponer que no hay que dedicarle tiempo, cuando la realidad es que los políticos modernos dependen tanto del contenido que desean comunicar como de una acertada estrategia de imagen. El mensaje no será correctamente recibido si no existe una coherencia entre lo que se dice y lo que se desea retratar.

¿Cuántas veces vimos candidatos que crearon una imagen ficticia basada en estudios sobre las preferencias del electorado, solo para ganar votantes? Esta estrategia, utilizada usualmente, es difícil de sostener en el largo plazo, porque genera decepción y desconfianza.

En definitiva, en los debates veremos cómo cada candidato a través de su imagen enviarán señales intencionadas e involuntarias. Por supuesto que cuanto más conciencia se tenga de que la imagen política es una herramienta poderosa que puede afectar las percepciones más control se podrá tener de aquélla. Por esto mismo, no se trata de un simple debate, sino de una actuación política.

Especialista en Protocolo, Diplomacia Internacional e imagen pública

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/debate-o-actuacion-politica-nid01102023/

Comentarios
Volver arriba