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En plena crisis, la lógica política de jugar a todo o nada

Votaremos en apenas nueve días en medio de una crisis muy aguda: una situación de emergencia que se asemeja en parte a la elección de 1989 por la corrida cambiaria y el caos inflacionario. Si ll...

Votaremos en apenas nueve días en medio de una crisis muy aguda: una situación de emergencia que se asemeja en parte a la elección de 1989 por la corrida cambiaria y el caos inflacionario. Si llegara a haber segunda vuelta, probablemente las cosas se compliquen todavía más: para bien o para mal, definir la sucesión presidencial reduciría los gigantescos umbrales de incertidumbre que se registran en la actualidad. También en aquella oportunidad, importantes referentes de la oposición apostaron a que estallara el caos antes de que asumiera Carlos Menem, pero al menos en el gobierno trataban de evitar el peor escenario. Hoy, el oficialismo alimenta la crisis, desde antes –pero fundamentalmente después– de las PASO. ¿A quién beneficiaría un episodio hiperinflacionario inminente?

Lo que en principio podrían considerarse decisiones racionales desde la perspectiva de una candidatura o de un eventual gobierno constituyen una suerte de tormenta perfecta para el conjunto de la sociedad. Sergio Massa impulsó una serie de políticas orientadas a compensar los efectos de la devaluación del 14 de agosto pasado y, de ese modo, supuestamente mejorar sus chances de cara a las elecciones del próximo 22 de octubre. O por lo menos, no perder competitividad dado su doble papel de ministro de Economía y candidato presidencial. Esto implicó un estímulo adicional al consumo, ya que combinó la reducción de algunos impuestos con un aumento del gasto. “No me vayan a comprar dólares”, imploró en su momento. La realidad se encargó de demostrar que la sociedad (el mercado), como era previsible, ignoró olímpicamente a quien en la práctica quedó como el único sostén de lo que alguna vez fue un triunvirato integrado por CFK y el desaparecido en la inacción Alberto Fernández. Lo que el equipo económico diseñó para reforzar las pretensiones electorales del ministro terminó convertido en un bumerán que parecería favorecer a sus adversarios, en un contexto ya desfavorable: en las PASO, el peronismo perforó su piso histórico en cuanto a caudal de votantes, por debajo de las que habían sido sus performances más pobres (2009, 2013, 2017 y 2021).

En eso de lograr el objetivo exactamente contrario al buscado Massa es un muy digno heredero de sus (¿ex?) socios. La teoría de los juegos sugiere que el costo de tomar medidas extremas frente a un escenario de casi segura derrota es nulo. Si Massa suponía que la devaluación le restaba posibilidades en la carrera electoral, en principio no tenía nada que perder. Jugó a fondo. Pero la voracidad inflacionaria que se encargó de profundizar podría determinar su destino no solo en estos comicios, sino incluso más allá.

Por supuesto, Javier Milei contribuyó, de manera determinante, a espolear la corrida. Primero, afirmando que cuanto más alto el tipo de cambio, más sencillo resultaría dolarizar. Al margen de que nunca explicó la lógica de semejante afirmación, su aporte al salto devaluatorio de los últimos días fue aún más contundente cuando recomendó no renovar los plazos fijos y definió a la moneda nacional como un excremento. Tal vez Milei no termina de comprender que ya no es más un panelista de TV o un personaje excéntrico en busca de protagonismo: es un candidato a presidente. El más votado en las PASO. El peso, la influencia y las eventuales consecuencias de sus dichos son ahora diferentes y debería comportarse de acuerdo con los mismos criterios de responsabilidad y sentido común que reclama (y no obtiene) por parte del oficialismo. Agregó así una dosis muy significativa de combustible a una llamarada inflacionaria que, en lo que va del mes, devoró casi un quinto del ingreso de los ciudadanos de este castigado país.

Descartada la inocencia, predominan dos interpretaciones de los motivos por los cuales el candidato libertario ha procedido de este modo. Para algunos, se trata de una evidencia incontrastable de que, en el fondo, prefiere no ganar estas elecciones, sino hacer un papel muy decoroso y esperar el desgaste que inevitablemente sufrirá el infortunado vencedor. “Que le explote a otro y lo vengan a buscar como el salvador que muchos de sus seguidores (y él mismo) creen que es”, explica uno de sus primeros acólitos. ¿Para qué quemarse ahora, si todo será más sencillo (mejor dicho, un poco menos complicado) luego?

La segunda interpretación apunta precisamente a lo anterior: que estalle todo lo antes posible. La volatilidad cambiaria previa a las primarias explica parcialmente la excelente performance de Milei y el hecho de que fuera tan sorpresiva: ningún sondeo pudo capturar un reacomodamiento de preferencias electorales en los últimos días antes de las PASO. Milei tiene todo el derecho a pensar que en lo que falta para la primera vuelta podría pasar lo mismo. Es decir, la volatilidad cambiaria, en el mejor de los casos, lo catapultaría a la presidencia. Complementariamente, el líder de La Libertad Avanza –que llegaría eventualmente con muy poca fuerza en el Congreso y a nivel territorial– necesitaría asumir justo después del naufragio. “Las hiperinflaciones son experiencias terribles, de enorme intensidad, pero relativamente cortas”, explica un prestigioso economista que firmó la carta contraria a la dolarización y que provocó una reacción muy agresiva del diputado y candidato libertario. “Prefiere que el ajuste lo haga el mercado, licuando salarios del sector público, jubilaciones, otros gastos y sobre todo las famosas Leliq”, agrega.

Todo esto sucede cuando la imagen del líder libertario podría estar comenzando a sufrir algún desgaste, incluyendo a quienes la votaron en agosto. Esto surge del análisis preliminar de un sondeo realizado por D’Alessio-IROL/Berensztein luego del segundo debate presidencial del domingo pasado. ¿Puede que el piso de votos de las dos coaliciones “tradicionales”, UP y JxC, esté más consolidado, mientras el de LLA fuera sujeto a revisión en la medida en que los votantes conocen más a sus candidatos y detectan elementos tanto en su personalidad como en sus propuestas que despiertan dudas o cuestionamientos? Esta hipótesis sobrevuela los respectivos comités de campaña y explicaría algunas de las acciones de comunicación que veremos en los días que restan para los comicios.

Más aún, en este “jugar a todo o nada”, con apuestas cada vez más riesgosas, podría estar generándose en un segmento del electorado un sentimiento de temor por la dinámica de la crisis económica y por la enorme incertidumbre política. Mientras la bronca, la frustración y la ira eran los sentimientos que caracterizaban a buena parte de los votantes antes de las PASO, podría estar dándose una mutación hacia emociones como el miedo, el desasosiego y hasta el pánico sobre el futuro cercano. “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, afirmó una joven abuela en un grupo de foco llevado a cabo el miércoles pasado. La experiencia para gobernar puede resultar crucial: de acuerdo con el estudio mencionado, solo el 4% considera que Milei la tiene (ahí predomina Massa seguido por Bullrich y Schiaretti). Y lo más inquietante para las chances del libertario: un eventual triunfo de Bullrich genera tranquilidad en el electorado, incluyendo el de UP. Si hubiese segunda vuelta entre ellos, este sesgo podría definir la competencia.

La suerte aún no está echada. El resultado de los comicios presidenciales está aún por definirse. Cualquiera de los tres contendientes principales podría resultar ganador. Mucha gente decidirá en los últimos días, en las últimas horas, incluso camino al cuarto oscuro.ß

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/en-plena-crisis-la-logica-politica-de-jugar-a-todo-o-nada-nid13102023/

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