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Fue duro, pero dejó Argentina por un país impensado y con facilidades: “Tomar la decisión de vivir nuestra propia vida, duele”

De niña, Claudia Di Paolo adoraba escuchar las historias del nono y la nona contadas por su padres y la abuela Angelita. A través de las palabras podía imaginarlos a ellos y a los paisajes de un...

De niña, Claudia Di Paolo adoraba escuchar las historias del nono y la nona contadas por su padres y la abuela Angelita. A través de las palabras podía imaginarlos a ellos y a los paisajes de una Italia que despertaba en ella una fascinación creciente. Y junto a las historias, a sus manos llegaron objetos mágicos: una estampita, una medalla, y la cruz que su abuelo le había regalado a su abuela y que ella llevaba siempre consigo.

Entre postales imaginarias y tesoros que guardó con mucho amor, Claudia se miraba al espejo y a través del reflejo podía reconocer sus facciones en las de sus antepasados, así como sus gestos y una personalidad que delataba que la italianidad corría por su sangre.

“Y hace doce años el deseo de completar mi identidad a través de la obtención de la nacionalidad italiana comenzó a arder cada vez con más fuerza dentro mío. Sentía que una parte de mi origen no estaba completa. Siempre me decía: no me voy a morir sin la ciudadanía”, rememora Claudia.

Un destino inesperado y una interrogante con respuesta: “¿Por qué me llevó tanto tiempo tomar la decisión?”

Los años pasaron, y con ese fuego creciente, llegó el 2022 y Claudia supo que era hora de tomar una decisión: quedarse o salir finalmente a perseguir su gran sueño. Hacía tiempo ya que se había casado y tenía una vida armada, pero el deseo de ambos por dar un salto hacia lo desconocido fue más fuerte y los llevó por un rumbo desconcertante para la mayoría: vender todo y vivir en Malta.

¿Por qué Malta?, preguntaba el entorno. ¿Dónde queda?, continuaba la mayoría, incapaz de ubicar el territorio en el mapa. Había un plan: Claudia trabajaba con éxito de forma remota como coach empresarial e individual y su marido -quien renunció a su empleo- tenía la posibilidad de hacer un curso que les permitía vivir legalmente y trabajar medio tiempo. Y, mientras tanto, Claudia cruzaría al país vecino. Italia, para iniciar el tan anhelado trámite de ciudadanía.

“Todo resultó mejor de lo esperado”, revela. “Mi marido consiguió trabajo de su profesión inmediatamente y yo logré mi propósito también. El proceso fue realmente duro para mí. Pero es tan grande la satisfacción de haberlo logrado que, mirándolo a la distancia, ya no me parece tan duro”.

“Siempre me pregunté por qué me llevó tanto tiempo tomar la decisión. Encontré las respuestas gracias a mi profesión. Para mí tomar decisiones tan complejas no tiene que ver con la valentía, todos los seres humanos somos valientes, basta con vivir. El secreto está en tener una motivación suficiente, definida, intensa, planeada y libre de emociones negativas. No es cuestión de valentía. Es encontrarle valor a aquello por lo cual arriesgarse. Si se siente la necesidad de escapar de un lugar, más `te atornillás´ en él. Es cambiar el seteo mental. Enfocarse en `ir hacia... para´ en lugar de `escapar de... por´. Este pensamiento da impulso a tomar la decisión. Y nos da claridad para que no queden cosas pendientes en el lugar que dejamos”.

Afrontar la despedida y afectar la vida de los demás con las decisiones propias: “Tomar la decisión de vivir nuestra propia vida, duele”

Toda decisión conlleva pérdida, es la parte inevitable de la historia y Claudia jamás dimensionó cuánto dolería. Anunciar la novedad a su familia fue duro, sobre todo cuando tocó el turno de sus padres.

La decisión la habían tomado en noviembre del 2022, pero dejaron pasar la Navidad y el Año Nuevo para dar la noticia en los primeros días de enero, ya con pasajes en mano para partir en marzo.

“Fue un momento que nunca voy a olvidar. Siempre explico a mis clientes que negar una emoción hace que inevitablemente se anule la contraria. Y en ese momento lo viví. Puse mi mejor cara de serenidad y cordura, pero fue cuestión de doblar la esquina para sentir cómo el alma se desgarraba”, dice Claudia, conmovida.

“Y luego se concretó y llegó la despedida. Viví en carne propia lo que significa irse del país. Es una experiencia fuerte y confusa, ver toda nuestra vida desde lejos. Lo entendí así: tomar la decisión de vivir nuestra propia vida, duele. Soy consciente de que nuestras decisiones impactan en otros. Por eso creo que la experiencia de irnos es un aprendizaje para todos los que nos rodean”.

“Creo que nunca son suficientes las palabras para mitigar el dolor de la distancia. Fue y sigue siendo doloroso. La experiencia de emigrar no es solo nuestra: lo único que es nuestro es la decisión; el movimiento es para muchos”.

Malta, casi un pueblo de costumbres diferentes: “No se parece en nada a mi extensa Argentina”

Malta, aquel rincón del mundo de dimensiones pequeñas y una población estimada de 420 mil habitantes, emergió pintoresca. Envuelta en sensaciones encontradas, Claudia pudo apreciar su peculiar belleza terrosa, rodeada por el mar Mediterráneo, con aguas cristalinas y cálidas: “Da gusto nadar en ellas”.

En las costas, halló dos mares, el de agua calma en los días sin viento, y el que permite incluso surfear cuando la brisa se transforma en un pequeño vendaval. Descubrió que muy pocas playas son de arena, que la mayoría son de piedra, largas, pero angostas.

“La luna tiene un brillo especial, a pesar de los reclamos de los habitantes por la alta polución que no permite ver las estrellas como antes, según dicen. De repente te parás en una esquina y para ambos lados ves el mar”, continúa.

“Malta es un país completamente diferente a lo que estoy acostumbrada. Calles y veredas angostas y la posibilidad de ir caminando a todos lados, no se parece en nada a mi extensa Argentina. El verano es intenso (45° en el día, 40° por la noche), sin embargo, no la pasé tan mal. Evidentemente el factor determinante es la humedad de Buenos Aires”.

“Los idiomas oficiales son el maltés y el inglés. Por el hecho de haber sido colonia inglesa, manejan del lado derecho y los cruces peatonales son iguales a la cultura inglesa. El maltés es una lengua que deriva del árabe y tiene influencia de lenguas como el italiano y el griego. Por lo que fonéticamente es una gran mezcla”, agrega.

“No me gusta mucho el tratamiento de la basura y el tráfico. Lo bueno es que tienen una política de reciclado de residuos: por eso es imperativo separar la basura en orgánica, reciclable, común y vidrio. Y hay días definidos y color de bolsas específicos para desecharla. Sin embargo, a pesar de esta excelente costumbre, no cuidan la limpieza de la calle, por ejemplo, no levantan las deposiciones de los perros, tiran papeles o botellas en la calle y no acostumbran a lavar las veredas. Al ser todo tan pequeño sobresale más y los olores se concentran. A principios de octubre de este año, comenzaron a aplicar multas a aquellos vecinos que saquen la basura otro día que no sea el indicado”.

“Con respecto al tránsito, manejan muy rápido y de manera un poco desatenta con el resto. Dos cosas son muy buenas: en relación a las rotondas, no entres si hay otro vehículo con prioridad porque `te llevan puesto´ (literal). Y si estás por cruzar caminando sobre una senda peatonal, frenan sin dudarlo. Si no es senda peatonal y cruzás… es bajo tu propio riesgo”, asegura. “En otro orden de las cosas, es llamativa la inmigración aquí: latinos, indios y africanos, principalmente”.

Malta y un pacto de confianza: “La sensación de que el hogar se extiende al afuera es muy tranquilizadora”

Con el correr de los meses, Claudia descubrió uno de los mayores valores de la sociedad maltesa: el pacto de confianza. Cierto día, decidió realizar su trabajo desde un bar cercano a su hogar y tuvo que ausentarse por un tiempo del espacio, dejando allí la computadora, auriculares y más. Al regresar, todo se hallaba en su lugar tal cual lo había dejado. Tras aquella experiencia, la situación se reiteró con los mismos resultados.

Fue así que con el tiempo, Claudia comenzó a recuperar hábitos perdidos en la Argentina a causa del temor, como barrer la vereda, salir a caminar de noche, usar el celular libremente en la calle: “Me da mucho gusto ser parte de ese pacto de confianza implícito, me permitió recuperar la confianza en el afuera. La sensación es mucho más gratificante de lo que puedo expresar. La sensación de que el hogar se extiende al afuera es muy tranquilizadora”.

“La calidad de vida en Malta es muy buena. y los ingresos permiten vivir cómodamente. La estabilidad económica es un factor muy importante: saber que vas a gastar siempre lo mismo en el mercado es un gran valor al momento de planear la economía del hogar”, continúa.

“Por mi parte, trabajar de forma remota me permite llevar mis actividades conmigo a todos lados. Soy coach ejecutiva, fundé mi empresa, CoachingCafe (marca registrada). Mis principales clientes son argentinos -en Argentina y en el mundo-, en sesiones individuales y equipos de empresas. Además, formo parte de Voluntiera Malta, un programa del Estado maltés cuyo objetivo es construir una gran red de personas de todos los sectores de la sociedad para ser voluntarios en eventos en las áreas de cultura, medio ambiente, cuestiones sociales, bienestar animal, deportes y otros”, explica Claudia, quien asimismo colabora con Animal Welfare Volunteer, una asociación para el cuidado de animales abandonados.

“Paulatinamente ingresé al mercado italiano, ya que al haber identidad cultural me resultó más sencillo hacerlo. Mi gran desafío es ingresar al de Malta. Al tener características sociales diferentes al público de coaching latino, estoy enfocada en entender las necesidades de esta sociedad para ofrecer el producto de coaching apropiado. Me entusiasma mucho este desafío”.

Libertad, divino tesoro: “La libertad de elegir es para mí la base de mi crecimiento personal”

Para Claudia, aún queda mucho de Malta por descubrir, un lugar en el mundo sin dudas inesperado, que le permite explorar otras cosmovisiones, pero también sumergirse en su propia identidad desde una perspectiva nueva, más amplia y libre de los condicionamientos inevitables que trae consigo nuestro lugar de nacimiento y nuestra crianza.

Con emoción recuerda a aquella niña que alguna vez fue, la que acariciaba la cruz, la estampita y la medalla de su nona, y soñaba con salir a explorar sus raíces, a fin de comprender y completar su identidad. Los años pasaron, el mundo adulto ingresó con fuerza apaciguando por un tiempo los anhelos de aquella niña, pero sin lograr extinguirlos. Hoy, con su primer sueño de obtener la ciudadanía italiana conquistado, contempla el último tramo de su vida con orgullo; decidirse y volar lejos no fue fácil, pero sacó a la luz lo único que siente que jamás se debe perder: la libertad.

“Esta experiencia me permitió ratificar en primer lugar aquello que desde siempre para mí fue un valor innegociable: la libertad”, reafirma Claudia. “La libertad de elegir es para mí la base de mi crecimiento personal”.

“Y por otro lado, esta decisión de vida me permitió reforzar la confianza en mis posibilidades Hoy no dudo de que, con un objetivo claro y definido, puedo lograr todo aquello que me proponga. Aprendí que los límites solo están en nuestras cabezas. Afuera los límites no existen”, concluye.

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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/fue-duro-pero-dejo-argentina-por-un-pais-impensado-y-con-facilidades-tomar-la-decision-de-vivir-nid25102023/

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