Juan Villoro: “Mi padre estaba fascinado con ser alguien de peligro para los Estados Unidos”
De visita en Buenos Aires, el escritor y periodista mexicano Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) conversó este jueves en la librería y centro cultural del Fondo de Cultura Económica (Costa Ri...
De visita en Buenos Aires, el escritor y periodista mexicano Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) conversó este jueves en la librería y centro cultural del Fondo de Cultura Económica (Costa Rica 4568) con la escritora y ensayista Graciela Speranza, que destacó que La figura del mundo. El orden secreto de las cosas (Random House, $ 7999), el nuevo libro de Villoro, “verdaderamente extraordinario”, solo a primera vista podía leerse como un libro sobre el padre del escritor, el filósofo, académico, activista, diplomático e indigenista Luis Villoro Toranzo (1922-2014), autor de clásicos del pensamiento latinoamericano como Los grandes momentos del indigenismo en México, El sentido de la vida, Estado plural, pluralidad de culturas y De la libertad a la comunidad.
“Este no es un libro sobre un filósofo, sino sobre un padre que desempeñó ese oficio”, advierte el autor en las primeras páginas. Entre otros, asistieron al encuentro los escritores Luisa Valenzuela, Jorge Fondebrider, José María Gatti y Federico Bianchini, el editor Daniel Divinsky y autoridades de la editorial y de la embajada de México. El reconocido escritor y cronista dijo que iría mañana a ver La desobediencia de Marte, su obra teatral protagonizada por los científicos Johannes Kepler y Tycho Brahe, que se representa hasta los viernes, sábados y domingos hasta fin de mes en el Centro Cultural de la Ciencia (Godoy Cruz 2270), con dirección de Marcelo Lombardero y con entrada gratuita.
En diálogo con Speranza, recordó que años atrás había escrito un texto por encargo de la Revista Orsai, que dirige el escritor Hernán Casciari, titulada “Mi padre, el cartaginés”. “Mi padre creció como cartaginés, resistiendo contra el imperio, posponiendo el holocausto de la ciudad sitiada. Estudiar, saber latín, significaba vencer a Roma. Aprendería a no tener familia, ciudad, país concreto. Su guerra púnica sería abstracta, intensa, sostenida”, se lee en ese perfil. “El Cartago de mi padre fue Chiapas”.
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El miércoles, en el Centro Cultural Borges, Villoro había presentado una nueva edición de El imperio perdido, del escritor y académico mexicano José María Pérez Gay, a diez años de su muerte. Tanto el padre de Villoro como Pérez Gay fueron asesores del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. “A pesar de los defectos que veía en López Obrador, mi padre anhelaba su triunfo -cuenta Villoro en La figura del mundo-. Era una oportunidad única de acabar con los partidos que habían desplegado desde el poder todos los recursos de la corrupción”.
Mi nuevo libro, con la hermosa portada de Amanda Mijangos, que captura el sentido del texto: un niño ilumina la sombra de su padre pic.twitter.com/iFbzBcK9qS
— Juan Villoro (@JuanVilloro56) May 20, 2023Speranza definió el libro como un “retrato facetado” del padre de Villoro, con recuerdos propios y ajenos, y un recorrido intelectual del “México convulso”, desde el movimiento de 1968 (ese año se produjo la masacre de Tlatelolco, sobre la que Elena Poniatowska escribió una obra imprescindible) hasta el levantamiento zapatista en Chiapas, que Luis Villoro apoyó. “Al mismo tiempo, siempre a contraluz y sin ocupar el primer plano, Juan Villoro se retrata a sí mismo -dijo la escritora-. No sería exagerado decir que Juan ha escrito su Carta al padre y, sin proponérselo quizás, su Retrato del artista adolescente”. Entre el polo de la racionalidad paterna y el de la emotividad materna, Villoro optó por un punto intermedio. “Nunca pensé que pudiera prosperar en el campo de las emociones o las ideas en estado puro. Mi sensibilidad era nerviosa y la literatura apareció como la actividad ideal para aplicarla”, cuenta.
En las páginas de La figura del mundo, Villoro menciona, entre muchos otros, a Séneca, Pelé, Gandhi y Dostoievski, Walter Benjamin, los Beatles y Fidel Castro, el filósofo mexicano Alejandro Rossi (el mejor amigo de su padre), Octavio Paz y Elena Garro (en octubre de 1968 logró que Borges, Bioy Casares y Manuel Peyrou apoyaran al gobierno mexicano, responsable de una represión sangrienta; Eduardo Mallea, Victoria y Silvina Ocampo se negaron), Marshall Berman y el subcomandante Marcos (rebautizado como Galeano en 2014).
En sus obras teatrales Filosofía del mundo y El filósofo declara, protagonizadas por intelectuales, Villoro se había basado en la figura paterna. “Filosofía de vida tiene frases de él y de sus amigos -dijo este jueves-. Con el director teníamos miedo de que mi padre viera la obra, donde nos burlábamos de la neurosis intelectual y de la comicidad involuntaria de gente muy inteligente que no sabe resolver ciertas cosas. Pero mi padre se divirtió mucho al verla, se tuvo que poner un pañuelo en la boca de la risa. Estaba fascinado con esas criaturas estrafalarias que eran él y sus amigos”. En su novela Arrecife, abordó la imagen de un padre ausente. Su nuevo libro comienza con la frase de una vecina de asiento de avión: “Los intelectuales no deberían tener hijos”.
Para Speranza, en su libro Villoro trata de entender a su padre y de entenderse. “Ni novelista que habla de sí mismo ni periodismo selfie”, sintetizó. “Hay un género literario que no se ha cultivado lo suficiente, que es la explicación retrospectiva de por qué escribimos libros”, bromeó Villoro, y citó al escritor Salvador Elizondo (”la teoría que he creado sobre mi novela es muy buena, mejor que la novela”). Y agregó: “Hay algo de ficción en explicarte a ti mismo”.
“El periodo que a mi padre le parecía el más interesante de su propia vida fue cuando no podía entrar en Estados Unidos por sus presuntas actividades antinorteamericanas; él había participado en la fundación del Partido Popular Socialista en México y había apoyado la Revolución cubana -recordó Villoro-. Mi padre estaba fascinado con ser alguien de peligro para los Estados Unidos; esa manera de ser enemigo del imperio a mí me parecía, de niño, curiosa y misteriosa. Ser filósofo es como ser un agente doble. Nunca estás en la realidad sino pensando en un mundo alterno”.
En La figura del mundo el autor evoca los conflictos sociales que hubo en su país en torno a la realización de los Juegos Olímpicos en 1968. “El caldo de cultivo del libro tuvo que ver con cierta figura irregular de mi padre”. Al llegar a México, a Luis Villoro (nacido en Barcelona) el país le pareció horrible. “Intentó abrir una ventana hacia otro mundo y desarrolló una pasión intelectual en entender al otro, que en su caso fueron los indígenas, el ‘México profundo’ que había sido soslayado; fue una especie de fray Bartolomé de las Casas posmoderno”. Al principio, Villoro padre tomó distancia del zapatismo pero, al advertir que la guerrilla se transformaba en un moderno movimiento social, apoyó con fervor la causa.
Villoro es el hermano mayor de su familia y el único que vive en México. “Cuando fui a pedirle a mi padre el acta de nacimiento para que pudiéramos tramitar la ciudadanía española, se molestó mucho y me sometió a un interrogatorio severo -contó-. ‘¿Por qué de manera taimada quieres pertenecer a otro país? Eso vulnera la identidad, que es indivisible y única’, me dijo. Cualquier cosa que yo pudiera decirle lo molestaba más. ‘Tú no sabes el trabajo que nos ha costado ser mexicanos y quieres tirar este esfuerzo por la borda’. Entendí lo mucho que él había tenido que vencer para cumplir algo que en principio no había querido cumplir. Y les dije a mis hermanos: ‘Si quieren ser españoles, búsquense otra vía’”.
La vida pública del padre de Villoro -que ayudó a fundar partidos de izquierda e impulsó reformas políticas, dio clases y adhirió a luchas sociales mexicanas e internacionales- queda consignada en el apasionante libro. “Eso fue fácil de rastrear -admitió el autor-. Tenía una genuina admiración por eso; lo curioso es que, siendo yo su hijo, debía tener claves privadas para explicar por qué él había llegado a esa conducta pública, pero lo cierto es que su vida íntima era muy desconocida para nosotros. Era totalmente refractario a las anécdotas; le gustaba hablar de ideas y temas políticos. El desafío fue conectar los momentos de vida pública y tratar de interpretarlos con momentos de la vida privada”. El libro cierra con una conversación, tan conmovedora como divertida, entre Villoro y su madre, la psicoanalista Estela Ruiz Milán.
Villoro recordó el fallecimiento, el martes pasado en Ciudad de México, del historiador e intelectual argentino Adolfo Gilly, a los 94 años. “Fue amigo de mi padre”, dijo. Respecto de la salud de este en los últimos años, contó: “Le gustaba mucho desentenderse de su propio cuerpo y comportarse como si la salud fuera una conjetura o una cuestión especulativa. Así vivió de forma muy placentera hasta los 91 años”. Salomónicamente, las cenizas de Luis Villoro se dividieron: una mitad está en la iglesia de los frailes dominicos en el Centro Universitario Cultural, en Ciudad de México, y la otra, en Oventik, Chiapas.
La presentación completa se puede ver en la cuenta de Instagram de la librería y centro cultural del Fondo de Cultura Económica.
Para agendarLetras, arte y ciencia
Este domingo, a las 18, Villoro dialogará con la periodista y escritora Matilde Sánchez en el Centro Cultural de la Ciencia (Godoy Cruz 2270). El escritor, periodista y autor de la obra La desobediencia de Marte, que se presenta de viernes a domingos a las 20 en el auditorio del C3, participará de un encuentro abierto al público dedicado a la literatura, el arte y la ciencia.
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