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La dama de rojo

Desde la irrupción de la juventud como sujeto social, en la década del 60 del siglo pasado, no hubo revolución cultural que no fuera acompañada, en un sentido amplio, por la música y la moda: ...

Desde la irrupción de la juventud como sujeto social, en la década del 60 del siglo pasado, no hubo revolución cultural que no fuera acompañada, en un sentido amplio, por la música y la moda: signos identitarios (el pelo largo, las minifaldas) que, muchas veces, eran un verdadero desafío a la autoridad. En la Argentina, que durante las décadas del 60 y del 70 sufrió dos dictaduras, esos mismos rasgos de identidad adquirían un relieve aún más destacado. Rock, moda y política como señas de una juventud contestataria, desde el Instituto Di Tella y en adelante.

Si hay una artista que ha sobresalido en cada uno de estos campos, dotándolos de una estética personalísima, es Renata Schussheim. Diseñadora, vestuarista, escenógrafa, escultora, dibujante desde los ocho años (“es maravilloso tener una vocación definida, de chica solo quería dibujar”) y discípula de Carlos Alonso desde los trece, comenzó a trabajar en vestuario a sus diecinueve y desde entonces ha puesto su estética al servicio de obras teatrales, del Teatro Colón en Buenos Aires al Lope de Vega de Madrid.

Por detrás, sus dibujos y pinturas, de una densidad abrumadora; sexuales, siniestras, cautivantes, se mueven y espían a los espectadores: son cuadros proyectados en los muros y animados digitalmente, que funcionan como una síntesis de su creación pictórica

Este año su trabajo fue homenajeado en dos muestras. En abril exhibió Fulguraciones, una serie de fotografías antiguas intervenidas por los dibujos de unos osos siniestros que podría haber hecho temblar de envidia a David Lynch, donde también mostró la que parece ser su última obsesión: el escaneo de cuerpos humanos para esculpirlos luego en tamaño real con tecnología de impresión 3D.

La exhibición que inauguró en octubre en el Centro Cultural Recoleta, que le devuelve a ese espacio el carácter experimental que le fue característico entre las décadas del 80 y 2000 se titula Al rojo vivo, en obvia alusión a la cabellera del artista y a su color favorito. Curada por Romina del Prete, ocupa las tres salas más grandes del Recoleta y se abre con dos de estas figuras (Schussheim utiliza como modelos a bailarinas del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín) ataviadas con su vestuario e iluminadas en una sala a oscuras, lo que genera un efecto magnético. Son la Reina Roja, personaje de Alicia, un espectáculo de Oscar Araiz inspirado en el cuento de Lewis Carroll; y la Reina de la Noche de la ópera La flauta mágica de Mozart, en puesta de Sergio Renán.

Por detrás, sus dibujos y pinturas, de una densidad abrumadora; sexuales, siniestras, cautivantes, se mueven y espían a los espectadores: son cuadros proyectados en los muros y animados digitalmente, que funcionan como una síntesis de su creación pictórica. Mujeres con perros en brazos que lloran sangre, figuras humanas con cabezas de pájaro, imágenes que surgen de los sueños y bordean la pesadilla. Ella misma lo reconoció hace años: “Vivo otra vida a la noche. Me levanto cansada porque en los sueños viajo, voy a playas desconocidas, mares rarísimos, dimensiones desaforadas con gente pequeña, gente grande. Desde chica sueño esas cosas”.

Hay, además, otras dos salas: una en la que se exhiben los figurines con sus diseños de vestuario y una docena de vestidos rojos, muchos de ellos de obras que realizó junto a Araiz, con quien conforma desde hace más de 35 años uno de los matrimonios artísticos más relevantes de la cultura argentina. Finalmente, la sala donde se muestra una serie de retratos de Charly García y un video documental (el público se acuesta en bancos y en el piso, mueve los pies al ritmo de los parlantes) con las colaboraciones de Schussheim para García, pero también para Luis Alberto Spinetta y Federico Moura.

Vivienne Westwood, otra artista y diseñadora de vestuario de rojos cabellos, vistió a los Sex Pistols a fines de la década del 70 y creó la estética punk. Pocos años después, en la otra punta del planeta, Schussheim hacía lo propio con el new wave en la Argentina. Su imaginación transforma: hay que ir al Recoleta, Schussheim vale la pena el viaje.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/la-dama-de-rojo-nid08122023/

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