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Nicolás Dujovne: “Nunca tuvimos un presidente tan potente en anunciar un ajuste y tan débil en el Congreso”

Nicolás Dujovne dejó el Ministerio de Hacienda hace más de cuatro años, en agosto de 2019, pero todavía sigue en detalle los números finos del gasto fiscal. Su gestión estuvo marcada por el ...

Nicolás Dujovne dejó el Ministerio de Hacienda hace más de cuatro años, en agosto de 2019, pero todavía sigue en detalle los números finos del gasto fiscal. Su gestión estuvo marcada por el fuerte ajuste que impulsó luego de que la Argentina acudiera al Fondo Monetario Internacional (FMI) tras quedarse sin financiamiento. También diseñó una reforma tributaria que acordó con los gobernadores de las provincias para reducir la presión fiscal, que quedó trunca durante el actual gobierno de Alberto Fernández. En una entrevista con LA NACION, el economista, hoy consultor privado, recomendó priorizar el tema fiscal y unificar el mercado cambiario lo más rápido posible.

–Javier Milei ganó la elección diciendo que iba a hacer un fuerte ajuste del Estado. ¿Es mérito de la comunicación del presidente electo o la sociedad sabe ahora que así no se puede seguir más?

–Esta vez los síntomas están a la vista. Estamos con un nivel de inflación muy alto, pero, sobre todo, con salarios muy bajos, tanto en pesos ajustados por inflación, como en dólares. Hay una sensación generalizada de frustración para la sociedad, que está enfrentando condiciones de vida muy malas, aun con una tasa de desempleo baja. Estamos viviendo un momento en el cual muchos argentinos que trabajan no llegan a fin de mes, que han tenido que recortar sus gastos más esenciales y la sensación de necesidad de cambio está por todos lados. No es casualidad que esto ocurra. Como precedente hubo un gobierno que empezó a hablar del tema. Nosotros lo hicimos, no con la vehemencia de Javier Milei, pero la necesidad del equilibrio fiscal fue sembrada. Después vino el gobierno de Alberto Fernández que fue el contrafáctico del nuestro. Es decir, miren lo que pasa si no continuamos con el rumbo que llevábamos nosotros de corrección fiscal, de integración al mundo. La sociedad pudo ver lo que ocurre cuando viene un gobierno irresponsable que rompe contratos, que reestructura la deuda innecesariamente, que emite 22 puntos del PBI para financiar al fisco en cuatro años, que lleva la inflación a niveles astronómicos, que prohíbe importaciones. En ese contexto aparece Milei proponiendo cambios radicales. El gran misterio que está por develarse es cuánto tiene internalizada la sociedad lo que implica eso.

–¿Por qué?

–Porque, por un lado, Milei fue muy tajante en términos de la necesidad de ajustar a la política, pero en términos del presupuesto eso es una parte pequeña. Si uno quiere avanzar con una corrección fiscal muy grande, hay que empezar a tocar por muchos lugares y vamos a ver hasta qué punto, más allá de haberlo votado, la sociedad acompaña.

–¿Cuánto le preocupa eso? ¿Cómo imagina la calle cuando el ajuste se empiece a sentir?

–Acá tenemos una dualidad muy marcada. Nunca tuvimos un presidente que llegue a ganar la presidencia siendo tan fuerte en términos de lo que expresa, de corrección económica y ajuste, y con la debilidad parlamentaria que tiene. Ha sido muy potente en términos de anunciar un ajuste muy grande y es muy débil en términos de su margen de maniobra en el Congreso. Eso va a requerir de mucha habilidad del presidente electo para poder llevar adelante la propuesta de cambio radical. Por supuesto preocupa que eso pueda llevarse adelante o no. El gran desafío de Milei en los próximos 12 meses es estabilizar la macroeconomía. Nadie va a juzgar su éxito o su fracaso por sus reformas de segunda o tercera generación, sino porque en algún momento, pasado el chubasco de los primeros meses, la inflación empiece a bajar de manera creíble y consistente. Creo que no es tan difícil que pueda conseguir las herramientas para lograrlo. En los últimos 20 años, en solo dos ocasiones el Congreso no votó el presupuesto: después de las elecciones de 2009 y en 2022. Me resultaría difícil pensar que a un presidente recién electo el Congreso no le va a aprobar las reformas.

–¿Se puede pasar de un déficit de casi 3% del PBI, como cerrará 2023, a un superávit de 1% en un año?

–No es fácil. Cuando uno mira cómo estamos hoy contra 2019 en algunos rubros del gasto, los subsidios a los servicios públicos (electricidad, gas, agua y transporte) representaban 1,6% del PBI y ahora son 2,5%; los programas sociales que no son la AUH eran 0,6% del PBI y ahora están en 2%; el déficit de las empresas públicas era 0,3% y hoy es 1% del producto; en obra pública se invertía 1,1% y ahora 1,6%. Si uno suma estos rubros, hay como 3,5% del PBI más de gasto que en 2019. Si uno mira el número frío, la aritmética da, pero luego hay que construir la política de eso: cómo se negocia y se reparte el costo. Por otro lado, si todos los recortes que hay que hacer pudieran coincidir con un éxito en la política antiinflacionaria dentro de algunos meses, van a ser mucho más manejables y administrables políticamente. La clave de cómo funciona el programa de estabilización es muy importante en términos políticos.

–No mencionó el gasto político…

–No hablé del gasto político porque eso es lo que va a permitir tener la autoridad moral para avanzar en un montón de recortes, pero en términos macroeconómicos es pequeño. Supongamos que eliminamos buena parte de los sueldos altos de la burocracia estatal, no hay más autos oficiales, salvo para el presidente y ocho ministros, ni celulares y se cortan muchísimo los viajes. Pensemos también en que todas las provincias tengan poderes legislativos unicamerales. Cuando se suma todo eso, se va a estar ahorrando 0,2% del PBI. No más que eso, cuando se necesita un ajuste de tres puntos para ir a equilibrio primario. Para ir al equilibrio financiero , se necesita 5% del PBI.

–Cuando se habla de falta de gobernabilidad se menciona al Congreso y a los gobernadores. Pero, ¿qué rol tiene la Justicia? Porque cuando el gobierno de Mauricio Macri quiso aumentar tarifas, la Justicia frenó los aumentos.

–Yo creo que puede jugar un rol. Pero también hoy hay mucha experiencia acumulada del periodo 2015-2019, cuando se pudo avanzar en la normalización tarifaria, que después quedó trunca porque la siguiente administración la dio vuelta. Pero luego de un periodo de ajuste, de sintonía fina en términos de los procesos que había que hacer, hoy está bastante claro cómo avanzar. No veo que el límite más importante esté en poder avanzar en la normalización de los servicios públicos, sino más bien en lo que implica cortar transferencias al sector privado antes de que la eventual estabilización macroeconómica compense en parte los efectos sobre el bolsillo de la sociedad. Para estabilizar la macroeconomía uno necesita que sea muy visible, muy claro, muy bien explicado cómo va a ser la trayectoria en el fisco. Cuando empecemos a ver la desinflación, los salarios reales van a mejorar y todo eso va a suavizar el costo de la corrección fiscal.

–De todos los desajustes macroeconómicos que hay, como reservas netas negativas en US$10.000 millones, brecha cambiaria mayor al 120%, precios relativos distorsionados, deuda comercial de importadores y déficit fiscal, ¿cuál cree que es el más difícil de solucionar?

–La madre de todas las batallas es el fisco. La Argentina, desde 2010, es el único país junto con Venezuela que en ningún año tuvo superávit primario. Hay países que a veces tienen superávit y a veces no. Pero si los países crecen, no necesitan tener superávit todos los años, necesitan que la deuda se estabilice. Además, la mayor parte de los países tienen acceso a los mercados de deuda, no necesitan emitir dinero en los años con déficit. Pero la Argentina no tuvo superávit ni un año. En el que estuvimos más cerca fue en 2019, que tuvimos un déficit primario de 0,4% del PBI. Íbamos para cero, pero bueno... Es evidente que el problema de la Argentina es fiscal. Si no se resuelve, cualquier solución que se intente para cualquier otro problema es una maniobra, como las que vimos durante toda la gestión de Massa, que creó un dólar exportador. La Argentina necesita tener superávit primario y equilibrio después de intereses, aunque no necesariamente en el primer año. Tenemos que dar señales de mucha solvencia, que es la única manera que el sector privado va a creer que no va a haber avance sobre los derechos de propiedad. Uno puede tener el gobierno mejor bienintencionado, pero cuando pierde la solvencia puede terminar violando contratos y afectando derechos. Todos los otros problemas tienden a acomodarse si uno es solvente en lo fiscal.

–Siendo lo fiscal lo más importante, ¿cómo ve el rol de Luis Caputo al frente del Ministerio de Economía, siendo que está especializado en el sector financiero?

–Acá tiene un rol muy importante el presidente, que es economista y está absolutamente convencido de que hay que ajustar el fisco, ponerlo en caja. Por otro lado, Caputo es una persona con mucha experiencia, que aparentemente, además, se lleva muy bien con el presidente y que puede armar un equipo para avanzar en el detalle de lo fiscal. Por supuesto, el ministro tiene un rol muy importante en cómo se negocia, es el que se sienta en el gabinete y es el que les tiene que transmitir al resto de los ministros y convencerlos de ejecutar la política fiscal. Creo que Caputo, por un lado, está absolutamente convencido de la necesidad de que la Argentina encarrile su situación fiscal. Por supuesto necesita un equipo que lo acompañe, un muy buen secretario de Hacienda que pueda ejecutar las políticas que decidan con el presidente. Pero que la expertise de Caputo sea más enfocada en el mercado de capitales no creo que sea un impedimento para que pueda realmente llevar una tarea de ordenamiento fiscal.

–La relación de Caputo con el FMI no terminó muy bien en 2018. ¿Eso puede ser un impedimento a la hora de volver a negociar?

–Es una etapa nueva. Primero, el Fondo tiene que redimirse del desastre macroeconómico que ha hecho durante esta última administración, en el cual la Argentina se fue a una inflación del 140% cumpliendo las metas establecidas. Es decir, recién ahora estamos incumpliendo desde hace un trimestre, pero hemos tenido desembolsos hasta anteayer. El Fondo ha validado el programa macroeconómico que generó una inflación del 140% y una pobreza que llega al 45%, con la economía estancada y las importaciones restringidas. Es una vergüenza. El Fondo tiene la oportunidad de redimirse apoyando un programa sólido de la Argentina que está planteando que quiere ir a un ajuste fiscal rápido y normalizar el esquema cambiario en la dirección correcta. Por otro lado, hay caras nuevas en el FMI, porque Rodrigo Valdés asumió hace poco. No viene con las cargas de programas pasados. Más allá de eso, creo que es una oportunidad muy buena para el Fondo para empezar un programa con la Argentina que funcione y salir del desastre que ha sido la gestión en estos cuatro años, donde el Fondo estuvo financiando un programa insostenible.

–¿Cómo se explica que hubo dos programas seguidos que no funcionaron entre el FMI y el país?

–Es que el nuestro funcionó. Si uno mira nuestro programa fiscal, cumplimos todas las metas. En 2019, apenas un año después de iniciar el programa, la inflación estaba bajando drásticamente antes de las PASO. Perdimos las elecciones y el programa fue discontinuado. Fracasó la Argentina en que no pudo sostener un programa de reformas como el que teníamos nosotros y continuar en un programa que iba realmente a llevar a la Argentina al superávit, al crecimiento.

–Pero, a pesar de que perdieron las PASO, las metas nunca dejaron de cumplirse e igualmente la inflación aumentó.

–El programa nuestro, después de las PASO, quedó off track y recién se retomó en 2021. El último desembolso fue en junio y no hubo más desembolsos. Después de las PASO no hubo más programa con el Fondo.

–¿Por qué se discontinuaron los desembolsos si las metas no se incumplieron?

–Porque en los programas de acceso elevado, los que superan un porcentaje de la cuota del país socio, el componente forward-looking, de sostenibilidad política para adelante, es tan relevante como el cumplimiento de las metas. Y dado que la administración nueva manifestaba que no quería mantenerlo, el programa estaba caído. La Argentina tuvo programa hasta las PASO, luego no. Recién retomó cuando se aprueba el acuerdo de facilidad ampliada con Guzmán.

–¿Qué recomendación haría a Caputo o a Milei, que tienen que enfrentar una situación complicada, dada su experiencia en el Ministerio de Economía?

–Recomendaría poner un foco muy importante en lo fiscal. Priorizaría la solvencia del Estado, por sobre todo en una etapa inicial. Creo que hay que resolver lo cambiario rápidamente. La Argentina tiene que ir a un tipo de cambio muy parecido a único, casi sin brecha desde el inicio, porque hay que recomponer la liquidez y la única manera de que el Banco Central recomponga reservas es teniendo un tipo de cambio único, a lo sumo con una brecha no más del 10%, porque así los dólares que ingresen inclusive por la cuenta financiera los puede comprar el Banco Central. Pienso que cualquier idea de salir del cepo gradualmente puede llevar a más costos que beneficios, porque el cepo no preserva las reservas, las consume. En la medida de lo posible, cuando el gobierno salga de lo urgente y de la emergencia que va a tener durante algunos meses, no dejaría de pensar en reformas estructurales para ir superponiendo con la normalización macroeconómica. Eso es lo que va a permitir que la tasa de crecimiento potencial de la Argentina sea más alta. También intentaría revivir la reforma tributaria de 2017, el Pacto Fiscal y la ley de Responsabilidad Fiscal. Avanzaría lo más rápido que se pueda con los acuerdos de libre comercio, con la Unión Europea, inclusive con rebajas arancelarias en el marco de lo que permite el Mercosur. En la medida de lo posible, avanzaría en reformas en el mercado de trabajo y en una reforma previsional.

–¿Cómo se logra la unificación cambiaria, cuando los dólares fuerte del agro no van a llegar hasta abril?

–Justamente, como dólares comerciales recién va a haber en abril, necesitamos que mientras tanto los dólares que entran a través del contado con liquidación (CCL), entren a través del mercado de cambios oficial para que el Banco Central pueda recomponer las reservas. La única manera es tener un tipo de cambio semiúnico. Todavía uno puede mantener algunos controles, como limitar la formación de activos externos a un determinado punto por mes o separar algo de flujo de stock. Que para pagar la deuda por importaciones o por dividendos se vaya accediendo al mercado en el tiempo. Todo lo demás cuesta reservas.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/economia/nicolas-dujovne-nunca-tuvimos-un-presidente-tan-potente-en-anunciar-un-ajuste-y-tan-debil-en-el-nid03122023/

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