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Una pelea entre socios y la implosión del enemigo

Hace poco, Axel Kicillof dijo en una entrevista que no era fácil predecir si el caso Insaurralde sería un tsunami, una olita electoral o la nada misma porque, antes de las PASO, hubo varios hecho...

Hace poco, Axel Kicillof dijo en una entrevista que no era fácil predecir si el caso Insaurralde sería un tsunami, una olita electoral o la nada misma porque, antes de las PASO, hubo varios hechos de inseguridad en su distrito y, sin embargo, él había ganado. Ayer volvió a lograrlo –y con holgura–, a pesar de Insaurralde, de Chocolate Rigau y de la pobreza endémica en la que se hunde un vasto sector de los bonaerenses. Como dice el expresidente uruguayo José Mujica, la Argentina es indescifrable. Es una mitología que tiene el pueblo argentino. Un animal que existe y que se llama peronismo, y eso rompe todos los esquemas.

Si Kicillof rompió los esquemas, Sergio Massa sublimó esa ruptura. Con el diario del lunes, podrá decirse que le surtieron efecto la campaña de miedo basada en la presunta pérdida de derechos, los mil y un disfraces del “plan platita”, haberse despegado –y sin descaro– del gobierno que integra o apelado a la emoción de los votantes antes que a otra cosa. Si Massa se impuso de la forma en que lo hizo ganándose un lugar en el ballottage, a Pepe Mujica lo asiste la razón: el peronismo solo perdona las debacles de los peronistas.

Habrá que reconocerle a Massa, eso sí, su constante esfuerzo por intentar hacer creer que él no tiene que ver con nada de lo que sucede. Su camaleonismo, en lugar de hundirlo como a muchos otros dirigentes que pasaron al olvido, lo preserva como soldado que huye. Batallas sobran. Amigo de Boudou en su prehistoria ucedeísta, fue aliado de Margarita Stolbizer, pastor del rebaño kirchnerista, enemigo de La Cámpora y cofrade de última instancia de Máximo Kirchner: todo en un continuum al que no le faltaron flirteos con el gobierno de Cambiemos. Una vez más, Massa no reconoce ser el que, desde hace más de un año, le viene manejando el ábaco a Alberto Fernández. Otra vez: “Massa, argentino”.

Habrá que agregar que, como activo integrador de las listas de Javier Milei, también el socio Massa haya podido recoger en esas pasturas parte de su indisimulable siembra.

Respecto de Javier Milei, su contendiente para la segunda vuelta, ¿representa un cambio radical? Difícil saberlo cuando no se le ha conocido gestión en el área pública ni tenido responsabilidades de mando más allá de liderar un ínfimo puñado de legisladores en un Congreso que pareciera asquearlo y al que propone dinamitar gobernando a puro decreto.

Si muy pocos –o casi nadie– pueden dar fe de que las recetas antisistema de Milei traerán calma, orden y sanación, entonces ¿por qué ingresó en el ballottage? Tal vez la respuesta haya que buscarla en la misma dirigencia que sembró el camino para que Milei se hiciera fuerte. La educación dejó de educar para el progreso; las escuelas se transformaron en cotos de caza de sindicatos. y los padres y los hijos, en sus rehenes; el mérito pasó a ser mala palabra; se desarticuló la salud pública, a tal punto que faltan insumos de los más básicos; la Justicia es lenta y, por lo tanto, injusta, y la romantización del delincuente le abrió a más de uno las puertas de las cárceles mientras sus potenciales víctimas se enrejan en sus casas, muertas de miedo. Nadie que quiera emprender o producir sabe a ciencia cierta a qué atenerse y se multiplicó hasta el infinito la carga impositiva. Se ha logrado con impericia creciente y sistemática darle motivos a un outsider que amenaza cortar todo en pedacitos con una motosierra. Si hoy hay un Milei es porque ese tan poliédrico como devastado terreno estaba fértil para la disrupción o porque a nadie parecía importarle el efecto devastador de seguir haciendo la plancha en las aguas de la decadencia mientras el humor social se hundía cada vez más. Milei asumió la representación del ciudadano cansado, harto, desprotegido y sin esperanzas. Tal vez no con las mejores herramientas, pero la asumió. Mientras el resto teatralizaba la estupefacción, Milei le dijo a mucha gente lo que quería escuchar. Habrá que analizarlo desde las tripas y no desde la razón. Está por verse que su receta sea eficaz o que cumpla sus promesas en caso de ganar en noviembre.

De Juntos por el Cambio difícilmente queden vestigios. Se destrataron, subestimaron la detección del verdadero contrincante. Perdieron tiempo. Llegaron tarde. Fue como ponerse a estudiar media hora antes del examen y, después, llorar porque los bocharon.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/una-pelea-entre-socios-y-la-implosion-del-enemigo-nid23102023/

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