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Veredas para caminar y habitar

Lo que daría por recordar su nombre. Era delgada, alta, de pelo largo y cobrizo. La mayor del curso de inglés; nos llevaría siete, quizás diez años al resto. Para quienes recién empezábamos ...

Lo que daría por recordar su nombre. Era delgada, alta, de pelo largo y cobrizo. La mayor del curso de inglés; nos llevaría siete, quizás diez años al resto. Para quienes recién empezábamos el Secundario, era toda una adulta. Una adulta singularmente cercana.

Un 10 de diciembre de 1984, antes de que llegara el profesor, ella tomó una tiza y en el pizarrón dibujó una torta con una velita. Nos dijo: “Estamos de fiesta. La democracia cumple un año”. Resplandecía.

Hace unos días, mientras me demoraba por Bartolomé Mitre y Montevideo –calles que solía atravesar cuando iba al instituto de inglés–, me sobrevino su recuerdo. Había ido a ver la muestra Caminar por las veredas en el Centro Creativo El Obrador, donde se recorren cuatro décadas de democracia desde la mirada del fotoperiodismo. Una siempre anticipa qué emociones podrán surgir al ver una exposición, pero algo siempre se te escapa.

La alegría de deambular por las calles, olfatear por aquí y por allá el aroma de lo nuevo; intuir entre los cines y librerías de la avenida Corrientes que estábamos viviendo un tiempo especialmente feliz, no necesariamente perfecto, quizás tampoco eterno

Aquella lejana compañera del curso de inglés un día me contó que estaba embarazada. Iba a tener su primer hijo en democracia; durante la dictadura no había querido ser madre. No quería traer un niño a un país donde la muerte ocurría todo el tiempo, a todas horas, en sordina.

La muestra Caminar por las veredas –se inauguró en julio y puede visitarse hasta octubre– se llama así por una frase del libro Duermevela del fotógrafo Eduardo Longoni: “Caminar por las veredas se había vuelto una odisea”. Y la exposición me trajo el recuerdo del primer contacto con lo que, parecía ser, era vivir en democracia: la alegría de deambular por las calles, olfatear por aquí y por allá el aroma de lo nuevo; intuir entre los cines y librerías de la avenida Corrientes que estábamos viviendo un tiempo especialmente feliz, no necesariamente perfecto, quizás tampoco eterno.

Todo ese aluvión se me hizo presente mientras recorría Caminar por las veredas. No es poco lo que algunas imágenes pueden suscitar.

Observé el rostro límpido de Luis Alberto Spinetta, retratado por Dante Cosenza, y tras él estaba el bullicio de los recitales en Barrancas de Belgrano. Descubrí al militar que apunta su arma directo a la cámara de Rafael Calviño y, como la primera vez que vi esa imagen, todo fue escalofrío. La tragedia y la furia en las fotos que Rodrigo Abd tomó durante la crisis de 2001. La belleza dolorosa del Río de la Plata frente al Parque de la Memoria, en la mirada de Silvana Colombo. La pareja que se abraza en una calle cualquiera, descubierta por Daniel Merle.

Y más, y más, y más.

“Si las fotografías hacen consciente el acto de mirar, como creía John Berger, las imágenes del fotoperiodismo son imprescindibles para apreciar los cuarenta años ininterrumpidos de democracia en la Argentina”, escibió en este mismo diario Daniel Gigena, a poco de inaugurada la exposición.

“En cada momento histórico hay que escuchar a las imágenes”, me dice Laura Casanovas, curadora de la muestra, que se preocupó por convocar a distintas generaciones de fotoperiodistas (además de los ya mencionados, hay obras de Daniel García, Mariana Nedelcu y Natacha Pisarenko) y organizar núcleos temáticos en lugar de un recorrido estrictamente cronológico.

No hay retratos de dirigentes, el foco está puesto en los seres anónimos: de las manifestaciones a la cultura compartida, de la rutina al instante de peligro.”La política en sentido amplio”, sintetiza Casanovas. Y agrega: “es mi pequeño aporte como ciudadana”.

Pienso en la edad que tendrá el hijo de aquella compañera del curso de inglés y siento vértigo. Su madre no era una militante, pero fue la primera voz genuinamente cívica que me tocó escuchar. Entre tanta definición hueca, cínica o solemne, ella me transmitió que la democracia también tiene que ver con lo amoroso. Que la libertad y la igualdad se enlazan con lo fraterno. Y que en las veredas habitamos una casa que es de todos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/veredas-para-caminar-y-habitar-nid12092023/

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