Un inventario de desequilibrios delicados
La clave de bóveda de Javier Milei en el tramo inicial de su gobierno será el carisma. El encanto y la capacidad de explicación que le permita forjar una alianza con un amplio sector de la ciuda...
La clave de bóveda de Javier Milei en el tramo inicial de su gobierno será el carisma. El encanto y la capacidad de explicación que le permita forjar una alianza con un amplio sector de la ciudadanía. La magia de la representación. Esa materia, sutil pero estratégica, será esencial para la tarea en la que está embarcado el nuevo presidente. Allí estará la red de contención de un experimento que, por su propia naturaleza, estará expuesto a la crisis desde su hora cero.
La dificultad de la etapa que se está inaugurando proviene de la combinación de dos factores objetivos. Milei ha reconocido con crudeza en las últimas horas que el país está a las puertas de la hiperinflación. El Banco Central ya no puede utilizar sus reservas sin consumir los depósitos de los ahorristas. El repudio al peso es tal que los bancos renovaron sólo el 40% de las Letras de Liquidez (Leliq) que vencían anteayer. Por cada peso que circula hay tres colocados en esos papeles. El ahogo de la actividad carcome ya zona críticas, como la provisión de insumos hospitalarios. Ese cuadro venezolano es la peor oposición que ejerce frente a Milei el peronismo. Más cruel que la aritmética parlamentaria es la herencia.
Un inventario de desequilibrios tan delicados demanda medidas dolorosas y urgentes. Para esa “cirugía mayor sin anestesia” el nuevo gobierno cuenta con instrumentos políticos e institucionales muy escasos. Milei está instalado en el reino de la paradoja. Llegó al poder gracias al atractivo que ejerce sobre una franja importante del electorado su condición de hombre ajeno a la política. Como se demostró en el debate frente a Sergio Massa, su principal activo ha sido su condición de outsider. Ese mismo desconocimiento del oficio ahora se convierte en un enorme desafío. Para armar el gabinete. Para gestionar una agenda endemoniada.
La otra ironía tiene que ver con la configuración que ha adquirido el sistema de poder. En su marcha hacia la Presidencia, Milei es un agente y a la vez un beneficiario de la fragmentación de la oposición al peronismo. Su primera deuda es con la división de ese campo. La segunda, con su odiado Raúl Alfonsín: sin la incorporación del balotaje en la reforma constitucional de 1994, él no sería Presidente. Hoy gobernaría Massa. En 2015, Mauricio Macri sacó provecho de la misma innovación.
Ahora, cuando el objetivo es constituir una mayoría parlamentaria que permita convalidar las resoluciones de un plan de ajuste, esa división de lo que hasta el 10 de diciembre se denomina “oposición” se convierte en un inconveniente. Componer con esas fracciones un nuevo oficialismo significa armar un gran rompecabezas. Es el reto que enfrentan la formación del gabinete y una mínima concertación en el Congreso.
Sobre este paisaje se recorta una novedad auspiciosa. La reunión de Milei con Alberto Fernández fue una demostración de racionalidad. En medio de un mar de incógnitas, esa operación institucional ofreció una mínima certeza. No en vano quien venía presionando más para que la entrevista se realice fue el ministro Massa, quien pedía un gesto de armonía antes de que, anteayer, abrieran los mercados. Massa, que se soñó Fernando Henrique Cardoso, corre el riesgo de dejar el ministerio convertido en Juan Carlos Pugliese, “salvando las bárbaras distancias”. El candidato derrotado del domingo estuvo muy atento al resultado del encuentro. En algún momento programó pedir una licencia si no se lograba una mínima coordinación.
Milei analizó la perspectiva del acercamiento con buena voluntad. Debió zanjar una discusión con Macri, a quien integrantes del equipo de La Libertad Avanza atribuyen haber aconsejado no tomar contacto con el oficialismo. O, en caso de hacerlo, no concurrir a la sede del poder. Formas de que el flamante presidente no se involucrara antes de tiempo en la tormenta. ¿Formas también de precipitarla?
Otra vez Karina, la hermana de Milei, fue crucial. Ella impulsó la visita, en contacto con Juan Manuel Olmos, con quien se conoció en las reuniones de organización de los debates de campaña. Julio Vitobello fue otro interlocutor puesto por Fernández. Milei llegó 15 minutos antes de lo previsto, acompañado por el metódico Nicolás Posse, otra figura indispensable para entender el nuevo circuito para la toma de decisiones. Como reclamó que Posse participe del desayuno, el Presidente pidió a Olmos que se quede en la reunión.
La presentación que Milei hizo de sí mismo relajó el ambiente: “Les aclaro que yo soy un menemista. En eso me distingo de Mauricio Macri, que es un poco más ‘gorila’”, dijo sonriendo. Es verdad: la verdadera fobia del nuevo presidente se dirige al radicalismo, no a los peronistas. Después se empezó a hablar en serio. El invitado expuso, en grandes líneas, su abordaje del desastre económico. Dijo que su prioridad es evitar la hiperinflación: “El que crea que no tengo ese objetivo está delirando”. Enseguida enfocó su pesadilla: la bomba de tiempo instalada en el Banco Central, es decir, la deuda cifrada en las Leliq. Repitió lo que dijo en su discurso la noche del domingo: “Voy a cumplir con los compromisos del Estado respetando el derecho de propiedad”. En concreto, descartó un plan Bonex.
Para desactivar ese aparato explosivo prometió una audacia: no emitir más. Y realizar un ajuste fiscal de cinco puntos del PBI. Una meta mucho más realista que aquellos 15 puntos del proselitismo. ¿Por dónde pasarían los recortes? El propio Milei admitió que los gastos superfluos tienen mucho poder simbólico pero no mueven el amperímetro fiscal. La motosierra atacará a las empresas del Estado, que ya no recibirán más financiamiento del Tesoro, y a la obra pública, que será suspendida. Recordar que en sus presentaciones él solía referirse a la “Cámara Argentina de la Corrupción”. Llegó la hora del conflicto. Aquellos dos rubros representan según sus cálculos 3,8 puntos del PBI.
Milei reveló que los técnicos del Fondo Monetario Internacional aconsejan licuar los gigantescos desequilibrios que deja Massa con un fogonazo de inflación. Pero él confesó que no acepta esa estrategia: “No quiero un país con 80% de pobres”. Música para oídos peronistas. ¿El cierre del Banco Central será inminente? No. Calculó que llevará, por lo menos, un año. Será un interesante desafío para Emilio Ocampo conseguir la cooperación de una burocracia amenazada con la extinción.
La secuencia que Milei tiene en su cabeza es ajuste fiscal acompañado de suspensión de la emisión, un tiempo después eliminación del cepo cambiario, más tarde cierre del Banco Central y, al final de ese proceso, dolarización de la economía. Antes de describir este camino admitió que los primeros meses serán turbulentos por el recrudecimiento de la inflación, inevitable por la medicina a administrar.
En el círculo más cercano de Milei se asegura que existe un paquete de medidas fiscales, cuyo autor principal es Federico Sturzenegger, que quedarían cifradas en un decreto de necesidad y urgencia inaugural. Como es obvio, las cuestiones tributarias estarían excluidas. El encargado de estudiar ese paquete es Eduardo Rodríguez Chirillo, un experto en Energía pero con funciones que exceden a su área. ¿Habrán consultado a un abogado?
Nadie está seguro de que Sturzenegger sea el ministro de Economía. Muchos dirigentes de La Libertad Avanza creen que sí. Aunque con sus interlocutores el propio interesado exhibe una cautela preventiva. En la reunión con Fernández, Milei filtró, tal vez sin darse cuenta, un detalle clave. Entre los funcionarios que servirán de enlace con los distintos ministerios durante la transición, para Economía figura Martín Vauthier. Es uno de los integrantes de Anker Latinoamérica, la consultora de macroeconomía y finanzas de Luis “Toto” Caputo y Santiago Bausili. Caputo y Bausili fueron dos funcionarios claves del área financiera de Macri. El primero fue el autor intelectual del acuerdo con el Fondo, así como la víctima del debate por la implementación del mismo acuerdo. Caputo es, acaso, el economista más cercano al expresidente. Pero está unido por lazos familiares con el decisivo Santiago Caputo, estratega de campaña de Milei. Santiago es hijo del fallecido Claudio Caputo, quien fue presidente del Colegio de Escribanos y es recordado por su gran calidad humana y sus virtudes de golfista. Claudio era primo de “Toto” y de Nicolás, el “hermano de la vida” de Macri. ¿Son indicios de que el expresidente del Banco Central de Cambiemos será el ministro de Economía de La Libertad Avanza? Sería exagerado. Caputo jura a sus interlocutores que no quiere volver a la función pública. Alega brumosas limitaciones personales. Macri le hace la segunda voz: “No, ‘Toto’ no está para agarrar”. ¿Por qué no creerles? ¿Sólo porque suelen ser los tics distractivos de un trader y un jugador de póker? Lo que sí se puede asegurar es que Caputo y Bausili están a cargo de la agenda financiera del inminente viaje de Milei a los Estados Unidos.
Para esa excursión el nuevo presidente ya cuenta con los consejos de su antecesor. Fernández se explayó en consideraciones sobre el frente internacional. Afirmaciones que despertaban el asentimiento de Milei o, por lo menos, la cortesía de un “siga hablando que lo escucho con respeto”. Así, el todavía dueño de casa recomendó: “Te conviene llevarte bien con el gobierno de Joe Biden. Ahí te vas a encontrar con una tensión permanente en relación con nosotros: el Departamento de Estado, que ayuda mucho, contra la Secretaría del Tesoro, que complica las cosas. Para esa contradicción siempre es bueno llamar a Jake Sullivan”. Es el titular del Consejo Nacional de Seguridad que funciona en la Casa Blanca. No hace falta aclarar que el diagnóstico de Fernández se basa en una premisa discutible: que el Tesoro va a reaccionar frente al programa de Milei con los mismos recaudos que le provoca la falta de programa de Massa.
Milei registró los datos e hizo notar que ha sido muy austero en sus manifestaciones de simpatía hacia Donald Trump. Un pormenor que ya prefiguraba lo que iba a suceder al día siguiente. Una llamada de Biden y un diálogo que se anudó con la principal afinidad: la defensa de Israel ante Hamas. Justo el día en que Benjamin Netanyahu sellaba un alto el fuego con esa organización terrorista para dar lugar a un intercambio de rehenes.
La receptividad de Milei dio aire a Fernández para avanzar: “En el caso del Fondo, lo que tenés que hacer es hablar directamente con Kristalina (Georgieva). Después alineás a los técnicos”.
Después el Presidente aterrizó en Pekín. “No creas, Javier, que en China hay una dictadura. Hay una autocracia. Pero todo funciona con mecanismos de mercado. Eso sí, esos mecanismos son administrados por el Estado. Por eso no hay escapatoria. Con los chinos tenés que hablar, en una cantidad de temas, desde el Estado. Todo se define en ese nivel. En especial, las inversiones”.
Al ver que había llegado a esa estación sin provocar un griterío, Fernández fue al tema que más le preocupaba: Brasil. Para ese momento de la charla el ambiente no podía ser más amigable. Ya Dylan había hecho su ingreso estratégico, despertando lo mejor de Milei, que se fascinó jugando con el perro. Diplomacia canina.
“Si pensás que Lula es un comunista es porque no lo conocés. Lula es un pragmático. Si querés diferenciarte en la agenda ideológica, no habrá ningún problema. Pero los temas materiales arreglalos. La gran mayoría de los autos que se consumen en la Argentina se fabrican en Brasil. Y las camionetas que compran los brasileños las fabricamos nosotros. Si tocás eso, se arma un enorme problema”. Dylan produjo un milagro: Milei escuchó semejante defensa de un sistema de comercio administrado, sostenido por un flujo de subsidios, sin perder la sonrisa.
Sin embargo, no produjeron definiciones importantes sobre la relación con Brasil. La efusiva invitación a Jair Bolsonaro y a su hijo Eduardo, en una conversación telefónica que el expresidente brasileño divulgó, reforzaron los inconvenientes que ya existen: sobre todo, que Milei haya calificado a Lula da Silva de corrupto. O que Lula haya declarado ante Biden, mientras visitaba Estados Unidos, a fines de septiembre, que “la democracia argentina corre peligro”, en obvia referencia a una victoria de La Libertad Avanza.
Más allá de estas discordias, el presidente de Brasil envió un mensaje de felicitaciones al pueblo argentino y le deseó suerte al próximo gobierno la noche del domingo. Y el embajador en Buenos Aires, Julio Bitelli, declaró ayer: “La participación del presidente Lula en la asunción del presidente Milei no está definida. Entre otras cosas porque nadie ha recibido una invitación formal todavía. La invitación a Bolsonaro, de la que nos enteramos por la prensa, no va en el buen sentido. Pero tampoco es un impedimento para que el presidente Lula participe. Estamos esperando un gesto, que enseguida será interpretado”. En Brasilia, el principal gestor de ese gesto es Daniel Scioli, excandidato presidencial de Fernández, futuro embajador de Milei.
Fernández llevó a Milei a pasear por la residencia. Así se enteró de que Milei piensa vivir gran parte del día allí: “Me levanto demasiado temprano. A las 6 ya estoy en mi escritorio. En la Casa Rosada va a estar Nicolás”, dijo. Se refería, claro, a Posse.
En el encuentro quedó excluido otro conflicto “externo”, que parece ya solucionado. La relación con el papa Francisco. El Pontífice tuvo la generosidad de llamar a Milei y enviarle un rosario, olvidando los insultos. Fue su forma de cancelar una serie de amonestaciones inusuales de sectores de la Iglesia a un candidato opositor. Desde la misa que celebraron los “curas villeros” contra el nuevo presidente, pasando por la profusa cartelería condenándolo que acompañó a los peregrinos de Luján, hasta la entrevista que, en la semana de las primarias, el propio Papa ofreció a la agencia oficial Télam, para alertar contra los “falsos mesías”, a los que comparó con Adolf Hitler.
Sería razonable suponer que, antes de levantar esas reprobaciones, la jerarquía de la Iglesia haya querido asegurarse de que Milei no tomaría un rumbo agresivo en materias muy sensibles para ella. Antes del llamado del Papa hubo dos señales: la designación del pampeano Roberto Moro en el área de lucha contra las adicciones, y la de Pablo De la Torre en la secretaría de Desarrollo Social del nuevo Ministerio de Capital Humano. Moro fue funcionario de Macri en esa misma área, el Sedronar, donde hizo una gestión muy cooperativa con los centros católicos de tratamiento de las adicciones. De la Torre, hermano del senador provincial Joaquín, pertenece a un núcleo católico muy activo de San Miguel, dirigentes de Juntos por el Cambio que ganaron notoriedad por su terminante posición contra la despenalización del aborto. Crucial De la Torre: será el interlocutor de los movimientos sociales en medio del ajuste.
La querella entre el clero y Milei estaría a punto de cerrarse. Sólo quedó ayer la amenaza solitaria del sacerdote ultrakirchnerista Francisco “Paco” Olveira, quien advirtió a los desamparados que hayan votado por el nuevo presidente que no vuelvan a aparecer por el comedor comunitario. Olveira parece haber pasado de la opción preferencial por los pobres a la opción preferencial por Sergio Massa. Curiosa variación de un filántropo, diría el Genio.
Las designaciones de la nueva cartera de Capital Humano provocaron cierta irritación en quien sería su titular, Sandra Pettovello. Sobre todo, una: Carolina Píparo en la Anses. Uno de los problemas adicionales que ayer debía resolver el abnegado Posse era que Pettovello no diera un portazo.
Otros reacomodamientos tienen menos costos. La AFI, por ejemplo, pasaría a depender de la Jefatura de Gabinete. Sería objeto de una reestructuración general, que está siendo monitoreada por el brigadier retirado Jorge Antelo. De la relación con el Gobierno hasta el 10 de diciembre quedó a cargo un abogado: Silvestre Sívori. Un movimiento más: Seguridad estará en la órbita del ministro del Interior.
Infraestructura, el ministerio al que será destacado Guillermo Ferraro, es la caja de resonancia de varias turbulencias. Las más precoces: la agresividad preventiva de los sindicatos de empresas públicas que ya no serían financiadas desde el Tesoro. Los primeros en encender la señal de alarma fueron los gremialistas de Aerolíneas Argentinas. “Antes que nos maten”, dijo el piloto Pablo Biró. Después algunos se comunicaron con allegados a Milei con un nudo en la garganta: “¿Va en serio?”. Este jueves, en la UOCRA de Gerardo Martínez, se reunirá la mesa chica de la CGT. El primer interesado en definir una estrategia es el dueño de casa. La noticia de la suspensión de la obra pública sonó como un cañonazo en su sindicato.
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De ese encuentro participará también José Luis Lingeri, el sindicalista-espía. Sus allegados aseguran que él no está tan angustiado por el destino de los empleados de AySA, como por la suerte del desembarco que estaba planificando. Lingeri ya había recibido un llamado de Guillermo Scarcella, quien manejó la empresa de aguas bonaerense en la gestión Scioli. Compite con Diego Santilli, a quien le encantaría controlar una compañía con mucha actividad en el conurbano. Santilli sigue soñando con la gobernación. Desesperado, busca un contacto con Ferraro el empresario Mauricio Filiberti, alter ego de Lingeri que ha hecho su fortuna como proveedor monopólico de cloro para AySA.
Es un área con enorme densidad simbólica. La casa de Malena Galmarini, quien vuelve al llano dejando tras de sí un par de problemas judiciales. Ironías de la historia. Ferraro, el responsable último de AySA, fue el dirigente peronista de San Isidro que indicó a aquella parejita de recién casados cuál era el distrito más conveniente para acelerar su desesperada carrera hacia el poder. Sergio y Malena. Los mandó a vivir a Tigre, donde no había peronismo. 1990. De un modo u otro, todos eran menemistas. Como Milei.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/la-peor-oposicion-que-enfrenta-milei-nid22112023/