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Siguió varias carreras para entender por qué algunos eran felices y otros no: “Aprendí a ajustar mis visualizaciones”

Desde pequeña había tenido una especial atracción por las casas antiguas. Por sus pisos, sus techos, sus molduras. Algo en la posibilidad de habitar en algún momento de su vida un espacio semej...

Desde pequeña había tenido una especial atracción por las casas antiguas. Por sus pisos, sus techos, sus molduras. Algo en la posibilidad de habitar en algún momento de su vida un espacio semejante la llevaban una y otra vez a pensar sobre la forma en que podría lograrlo.

“Había visualizado mucho sobre vivir en una mansión, en cómo se sentiría. También sabía que necesitaría mucha plata para poder hacerlo. Por eso durante un largo tiempo había visualizado, también, muchos dólares en mis manos. Lo gracioso fue que terminé trabajando en la caja de un local de ropa muy exclusivo en una de esas casas tipo petit hotel. El lugar era increíble y cobrábamos en dólares. Así que tuve que aprender a ajustar mis visualizaciones: porque ni la casa ni los dólares eran míos”.

Sentía que elegir una carrera era para toda la vida, pero hizo un viaje para tomar aire y entendió que debía cambiar: “Encontrar mi lugar me dio paz”

“Me animé a romper con la vida como debía ser”

Criada en la ciudad de Buenos Aires como hija única, Millie Gianella Bourdieu creció estimulada por una familia que la supo empujar para buscar su propio destino. De su padre, vinculado al universo editorial y que desde temprana edad le había enseñado a cuestionarse lo que pensaba y cómo trabajar con eso para modificar lo que le sucedía, heredó la practicidad y la energía para resolver todo aquello que se presentara en la vida como un desafío. Su madre, por su lado, siempre la condujo por un profundo camino espiritual y la incentivó a elegir su propio recorrido con total libertad.

“Aunque mis padres se separaron cuando yo era chica, los dos siempre estuvieron muy presentes y me ayudaron incondicionalmente. Todo el tiempo destacaban lo bueno que había en mí. Creo que de ahí obtuve la seguridad para animarme a romper con la vida como debía ser para hacerla como yo la quería”.

A temprana edad comenzó a advertir que tenía una especial curiosidad por entender cómo funcionaban el cerebro, el corazón, los ojos, los oídos y la piel. Tal era el interés que a sus seis años decía abiertamente que quería convertirse en cirujana para llevar a cabo trasplantes de cerebro y corazón.

“También me intrigaba comprender cómo se construía la vida a lo largo del crecimiento; cómo alguien podia ser feliz y otros no -independientemente de lo que tuvieran o lograran-. Quería saber por qué había gente que envejecía de una forma más sufrida y otros no, simplemente crecían. Por qué había gente que hacía lo que quería y había logrado muchas cosas y otros eran simplemente obedientes”.

“Me había convertido en alguien más genuino a mi esencia”

La etapa escolar no fue fácil. La pasó mal. Víctima del bullying, se aferró a sus primos y a una amiga con la que había forjado una amistad especial. Al finalizar el colegio, le costó decidir qué estudiar. No había nada que realmente le gustara. Y de un día para otro se encontró con que pasaba sus tardes en un rincón de la librería El Ateneo, sobre la Avenida Santa Fe.

Casi sin pensarlo, en ese espacio que se había convertido en una suerte de refugio, comenzó a leer sin pausa los trabajos de Bob Proctor, Wayne Dyer, Napoleon Hill, Robert Kiyosaki, Jose Silva, Deepak Chopra y otros tantos autores que aseguraban que la vida no tenía por qué ser lo que otros decían que era. “Todo eso me apasionó. Empecé a estudiar, tomar notas, practicar. Mezclaba técnicas, encontraba recursos que me funcionaban más, otros que no tanto, indagaba por qué, los mejoraba”. Eso le dio fuerzas para anotarse en la carrera de ingeniería en el ITBA. Luego de algunos años se cambió a finanzas en la UADE.

Poco a poco, comenzó a ver reflejada en su realidad, aquello que deseaba para su vida, aunque no de forma tan ajustada. Fue en ese contexto que tuvo la oportunidad de trabajar en la mansión que había visualizado como su vivienda. Y más allá de la anécdota graciosa -ya que ella buscaba vivir en un lugar así- aprendió que necesitaba perfeccionar la técnica propia para aprender cosas nuevas, manifestar la vida que deseaba y transformase en la mujer que soñaba ser. Según explica, el cerebro busca la forma más rápida y eficiente para lograr lo que uno le pide, independientemente de si eso atenta o no con el propio bienestar.

“Para ese entonces, los amigos que me había hecho me hacían saber que me había convertido en una persona más genuina a mi esencia y eso lo disfrutaba muchísimo. La gente que me conocía de toda la vida me pedía que los ayudara a lograr algunas cosas. Sinceramente yo no entendía por qué me venían a pedir esos consejos si yo trabajaba en el área de finanzas. Hasta que un día se lo pregunté a alguien y me contestó: es que se te ve tan bien que uno te escucha”.

“No tengo nada especial ni diferente al resto”

Ese fue el puntapié para animarse a dedicarse de manera formal a moldear los pensamientos para volverlos permeables a la realidad deseada para la propia vida. Pudo mudarse sola. Luego conoció a su marido y formaron una familia -el lugar donde hoy viven también nació de visualizaciones-.

Estudió y obtuvo una maestría en Neurociencia aplicada al desarrollo personal y profesional. Además se certificó en Fundamentos de la Neurociencia y Control Mental. Su técnica la dejó plasmada en “Hackeá tu mente”, un libro cuyo contrato firmó con El Ateneo, aquella librería donde iba a leer en un rincón y en la que alguna vez había pensado para ver su libro expuesto.

“Lo más lindo de todo esto es que nada hay de especial en mí que no haya de especial en todo el mundo. No tengo ni más ni menos dones, regalos, herramientas o dificultades. Cada uno en su historia, pero lo que necesitamos para lograr hacer real la vida de nuestros sueños lo trajimos con nosotros cuando nacimos. Hoy sé que puedo vivir todos mis sueños y llevar cada uno de ellos una y otra vez a siguientes niveles para que cada vez sean mejores, vivir nuevas experiencias, ser libre, realmente libre, dueña de mi vida y sentimientos. La vida de nuestros sueños existe. Y existe justamente para ser real y vivida. Solo podemos hacerla nosotros. Claro que la vida presenta luego sus dificultades y desafíos. Algunos más simples, otros más dolorosos. Pero siempre hay que saber que uno puede ser feliz y que dispone de todo lo necesario para volver a transformar y seguir creando, desde ese preciso lugar donde está parado”.

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Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/siguio-varias-carreras-para-entender-por-que-algunos-eran-felices-y-otros-no-aprendi-a-ajustar-mis-nid12092023/

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