Australia: por qué el costoso y fallido melodrama de Baz Luhrmann tiene una segunda oportunidad en formato de miniserie
No son muchos los cineastas que ante un fracaso de público y crítica decidan volver sobre su obra, reeditarla y relanzarla con una duración más larga y un nuevo formato. Quince años después d...
No son muchos los cineastas que ante un fracaso de público y crítica decidan volver sobre su obra, reeditarla y relanzarla con una duración más larga y un nuevo formato. Quince años después de su estreno en cines Australia, el épico melodrama protagonizado por Nicole Kidman y Hugh Jackman y dirigido por Baz Luhrmann regresó del olvido en forma de miniserie de seis episodios que desde este domingo estarán disponibles en Star+.
Aquel film que contaba la historia de una empobrecida aristócrata inglesa llegando a las vastas tierras del norte de Australia para vender el campo ganadero que su esposo no había podido regentar, ahora cambia de punto de vista, tiene un nuevo final y pasó de ser una película de 165 minutos a un relato episódico de 220.
Como todo en la carrera de Luhrmann -conocido por sus grandes espectáculos cinematográficos como Moulin Rouge, Romeo + Julieta y El gran Gatsby-, la miniserie retitulada como Faraway Downs (el nombre del rancho en el centro de la historia), propone una ambiciosa epopeya con tintes de Lo que el viento se llevó y más de un homenaje a El mago de Oz. Claro que entre los legendarios films de Hollywood y este cuento pasaron más de 85 años y lo que hace aquellas películas unos clásicos inoxidables -aunque plenos de problemáticas “licencias” históricas, especialmente en el caso del melodrama sureño-, aquí más de una vez vira a la exageración y los subrayados innecesarios.
Se sabe: la obra de Luhrmann no está hecha de sutilezas. Por el contrario, el director australiano suele utilizar el trazo grueso narrativo para dar lugar a despampanantes escenas plenas de movimiento y con una energía contagiosa. Su estilo emparentado con la ópera y el musical está presente desde el primer episodio de la miniserie. Con una nueva canción compuesta para la reedición -un tema que parece más adecuado para El gran Showman, ese otro relato protagonizado por Jackman que tanto le debe a la escuela Luhrmann-, y una preciosa apertura animada con dibujos hechos por un colectivo de artistas aborígenes, además de una leyenda aclaratoria en la que se expresa el reconocimiento a los habitantes originales de Australia, el capítulo comienza con el relato de Nullah (Brandon Walters), el niño que será el narrador de toda la serie. Con impactantes imágenes del paisaje australiano que habían quedado en la mesa de edición en la etapa de montaje de la película, la historia destaca la conexión con la tierra del niño y su abuelo King George (David Gulpilil), una suerte de chamán que se resiste a la presencia de los hombres blancos en su tierra. El lirismo de esa secuencia no alcanza a escapar de cierto tono condescendiente respecto a los aborígenes y sus creencias que ya aparecía en el film. En contraste, la llegada de Lady Sarah Ashley (Kidman), a Darwin, su primera parada en Australia, está filmada con los modos y las herramientas de una comedia screwball del Hollywood de los años 30. Una dinámica secuencia que resalta muchos de los logros de la producción, incluidos en los más de 600 kilómetros de película que había filmado Luhrmann en 2008.
De la épica con pretensiones de reparación histórica al romance entre la sofisticada Sarah y el rudo arreador de ganado Drover (Jackman), Faraway Downs no escatima en emociones ni en planos que tienden a la artificialidad. Los cambios en el comienzo de la trama son sustanciales, pero no consiguen ocultar algunos de los elementos que desconcertaron al público al tiempo del estreno de la película. Al mencionado tono que homenajea al cine clásico de Hollywood, a la comedia de modales y al tan transitado tópico de los opuestos que se atraen, se suma el aspecto de Kidman, quien hace tiempo explicó que los tratamientos estéticos a los que se había sometido antes de la filmación habían complicado su expresividad. Algo que resulta ineludible en los episodios, más allá de que ahora el punto de vista que hace avanzar el relato sea el del niño mestizo que escapa de las estrictas y discriminatorias leyes que afectaban a los suyos en aquellos años.
Ambientada entre 1939 y 1942, los conflictos raciales locales existen en el contexto del clima previo a la Segunda Guerra Mundial y la competencia entre Carney (Bryan Brown), el autotitulado rey del ganado, y el intrépido grupo encabezado por Sarah, Drover y el pequeño Nullah.
A pesar de sus varios problemas de tono y puesta en escena -la secuencia de la estampida de ganado mantiene unos efectos visuales de ejecución mediocre-, a medida que la trama se desarrolla e ingresa en la porción de la historia que combina aventura con algo, las referencias temáticas y estéticas del western jugadas en el marco de la planicie australiana Faraway Downs cobra un sentido épico que la vuelve casi irresistible. Y tal vez haya sido ese el influjo que hizo que Luhrmann decidiera revisar el material largamente archivado de Australia cuando la pandemia puso en pausa la filmación de su Elvis, otra épica más ambiciosa que acertada sobre Elvis Presley.
“Me di cuenta de que las ideas que giraban alrededor de la imposibilidad de poseer tierras o la vida de un niño, o incluso una relación amorosa y la realidad de que realmente uno solo puede hacerse cargo de su propia historia, podían ser amplificadas y tener una resonancia más fuerte si cambiábamos el punto de vista. Pensé que con una estructura episódica podía contar la historia desde la mirada de los aborígenes”, explicó el director hace pocos días en plena promoción de la miniserie que comienza con la aclaración de que se trata de “una película de Baz Luhrmann en seis episodios”.
Con un nuevo final que confirma su vínculo con el cine de otro tiempo en general y con Lo que el viento se llevó en particular, Faraway Downs resulta un experimento bastante peculiar en el universo de la ficción televisiva actual: su nueva extensión aporta nuevos detalles a la trama original, pero esas adiciones no alcanzan para darle mayor profundidad o matices a sus personajes y el intento de corregir su mirada política se queda corto. Sin embargo, quienes disfrutaron de la película al tiempo de su estreno seguramente apreciarán el nuevo formato que no deja de contar con una fotografía deslumbrante y la química entre los personajes de Kidman y Jackman. Por otro lado, a quienes aún recuerden la decepción que les causó el film, es probable que ver Faraway Downs no los haga cambiar demasiado su opinión inicial.